—No tienes que hacerlo. Basta con que te importe. Los libros son más que meras mercancías. Contienen nuestra cultura, nuestro pasado, otros mundos, el antídoto contra la tristeza. —Si eso fuera cierto, la gente acudiría en masa a la librería más cercana. —Quizá debieran.
‘La librería de las nuevas oportunidades’ Anjali Banerjee
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Primero, y antes de entrar en materia, permítome hacer una aclaración. Sinceramente creo que la mejor forma de abandonar este mundo es peleando en las Termópilas, arrasando a los enemigos, insuflándoles temor hasta los tuétanos con cruenta bravura, plenamente consciente del llanto arrancado a sus viudas y vástagos cuando el corazón del enemigo es salvajemente atravesado por la espada y la lanza y reciban la noticia de que sus seres queridos abonan la tierra con sus cuerpos descomponiéndose en el campo de batalla.
Un hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco. La casa del rey tenía muchas más puertas, pero aquella era la de las peticiones. Como el rey se pasaba todo el tiempo sentado ante la puerta de los obsequios (entiéndase, los obsequios que le entregaban a él), cada vez que oía que alguien llamaba a la puerta de las peticiones se hacía el desentendido […]
Hace ya un par de semanas que «perdí» mi pequeño bq Cervantes 2. Decía en la entrada en que me quejaba de ello —mi mujer insiste en que me quejo demasiado, que soy muy negativo y que dramatizo todo en exceso— que es curioso lo rápido que se adapta uno a las «facilidades». Eso de llevar cuatro mil libros encima en apenas doscientos gramos es una de esas maravillas de la tecnología que hoy en día no parecen nada del otro mundo.
Creo que lo normal es que, cuando subes al avión, te reciban una o dos de las personas que componen la tripulación de cabina (también conocidos como azafatas y azafatos), y que a medida que te adentras por el pasillo te vayas encontrando al resto. Te dan la bienvenida con una sonrisa, te ofrecen indicaciones sobre el equipaje, te señalan dónde sentarte (o dónde no hacerlo) e, incluso, te ayudan a buscar un sitio donde dejar la maleta si el compartimento superior de tu fila está a reventar.
Rebuscando entre los textos que tenía en borrador, me he tropezado con una entrada dejada a medias en la que hablaba de lo «no tan bueno» de Apple. Aunque la he reescrito casi completamente, viene bien al caso porque lo que hicieron el otro día los de Apple es para crucificarlos. Aunque por otros motivos a los que me llevaron a escribir la entrada original.
Mira que llevo tiempo arrastrando cuentas y dándole vueltas a pillar otro portátil.
Contigo atraparé los sueños que fueran clandestinos, aquellos que aún no tienen dueño, acaso el torbellino… Y mantendremos el empeño de combatir molinos, que la razón, sin el ensueño, produce desatinos…
Canción ‘Arrebato’, Disco ‘Alevosía’ Luis Eduardo Aute
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Estaba peleándome a altas horas con Jenkins, Subversion, Maven, Sonar, Java, C# y la madre que los parió cuando mi agregador RSS me informa que Miguel Icaza anuncia Mono 3.0. Estoy alucinando. Este hombre es un crac. Deseando que saquen ya la distribución para OS X que, entre otras cosas, esperan poder incluir F# 3.0.
De mayor quiero ser como este tío.
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Existe la creencia popular que reza aquello de que las desgracias nunca vienen solas. Sin ser capaz de tildarlas como desgracias, es cierto sin embargo que en los últimos meses siento que las cosas no terminan de suceder como a mí me gustaría. Más bien parece que el número de pequeños contratiempos y traspiés se suceden de tal forma que presentan un comportamiento equivalente al de una función monótona creciente. De crecimiento lento, pero constante.
Es un hecho corroborado por generaciones pasadas, y corroborable por las venideras, que la tozuda realidad acaba imponiéndose siempre. Que se lo pregunten a Rajoy, que de esto sabe mucho, y que ya declaró hace unas semanas que no hacía lo que quería no porque no quería, sino porque la realidad era distinta a lo que él suponía que tenía que ser cuando pensaba que era de otra forma. Vamos, un discurso a lo Monty Python en toda regla.