reverberaciones de una existencia
Pues aquí estamos un miércoles más. Seré breve, que ando liado tras reincorporarme de las vacaciones de Semana Santa. Sí, soy de los que han aprovechado estos días y han intentado no dar palo a agua. En mi caso a cuenta de los días que aún me quedaban de 2008. La crisis ha permitido que me reincorpore, sin sorpresas, ayer martes.
A diferencia de lo que hice en la semana de febrero, esta Semana Santa la he empleado principalmente al fortalecimiento de mi red de relaciones sociales, no pasando un día en que no viese a algún amigo o familiar, en lugar de salir todos los días con la cámara.
Cuando recuperé, rebuscando entre bolsas de CD viejos, la cantidad de archivos que había dado por perdidos, también recuperé buena parte de las prácticas que hice durante los años de la carrera. Sin embargo decidí no publicarlas dentro de este marco de artículos porque me parecían más bien parte de anécdotas que productos por sí mismas. Aunque es cierto que tesoros anteriores se han solapado con el universo del anecdotario personal y no dejan de ser, de alguna forma, producto de las mismas.
En más de una ocasión he dicho que me gusta usar el transporte publico. Soy usuario y defensor del mismo. Por varios motivos, de los cuales ninguno viene al caso. Sea como fuere, desde que la empresa se mudara a Tafira, en diciembre, vengo compartiendo guagua con los niños y niñas que estudian en el campus. Lejos de sentirme avergonzado, me hace gracia ser el abuelo de la clase. Rara vez comparto el habitáculo automotriz con otro carcamal.
La semana pasada, hace dos entradas por añadir algo más de información inútil, contaba, aprovechado uno de mis tesoros perdidos, que suelo usar casi a diario, por no decir todos los días, el Corel Draw, en su versión reducida que vino con el ordenador. Junto con su hermano, Corel Photo Paint, también en su versión reducida, el Corel Draw es una de las herramientas que han conseguido su lugar privilegiado en mi Quick Launch Bar.
El Corel Draw es una aplicación que me encanta. Yo no soy diseñador ni pretendo serlo. También sé que no le sacaré nunca todo el partido (no soy diseñador, repito), pero la uso casi a diario en los intercambios de correos en el trabajo. Compramos unos equipos Fujitsu Siemens y, de regalo, venía una versión reducida del Corel Draw. Suficiente para lo que uso y necesito. Aunque a veces echo de menos las transparencias, recozco.
Ayer estuve tentado de escribir la típica historia resumiendo y contando cómo había sido mi 2008. Lo que todo bloguero ‘de pro’ haría, vamos. Sin embargo, como yo no soy un bloguero de ese tipo, y dudo que de cualquier otro, preferí dejarme vencer por la vagancia y me dediqué a cosas -de esas que diría mi madre- más ‘productivas’. En el fondo tampoco es que tenga gran cosa que contar.
Estuve dudando en cómo clasificar esta entrada. Podría ser tanto un ‘tesoro perdido’, ya que los archivos originales habían ‘desaparecido’, como una entrada del ‘anecdotario’. Al final ha pesado más el componente de ‘tesoro’, así que lo dejo por esta categoría, porque le doy más importancia al diseño que a la experiencia personal que acompaña al mismo. Al menos eso creo.
Hace dos semanas hablé de una chica con la que tuve una relación de cuatro años.
Anoche tenía a medio escribir la gran aportación para hoy. Deberá esperar a mejor momento. Porque ni uno he tenido yo para completarla. Momento, digo. Un día completo. En el que no he tenido apenas tiempo para sentarme en el ordenador y terminar los dos o tres párrafos que quedaban. Como digo, para mejor momento. Pero me alegro. Algo cambia en el trabajo y de lo que antes me quejaba ya no es más que la sombra de la sombra de un recuerdo.
Como todos los niños, en particular los que tienen pito, entrando en fase adolescente, empecé a interesarme por ese extraño, al tiempo que atrayente, universo del sexo. Con esa edad, unos 13 o 14 años, la curiosidad es compartida con el resto del grupo y escuchas las historias que cuentan los otros proyectos de macho que tienen hermanos mayores de los que aprender. Aprendiendo tú a su vez de lo que oyes.
‘Dragón’ fue uno de los últimos relatos que escribí. Una vez más, releyéndo los primeros párrafos entiendo por qué dejé de hacerlo. Escribir, quiero decir. Si creyese que por publicar aquí mis cosas podría perder mi trabajo no lo publicaría, pero esto sirve de recordatorio de las cosas que no debo volver a intentar nunca más. En fin….
Éste no fue publicado en el fanzine de la escuela, pues para cuando lo escribí yo apenas pasaba por la facultad de informática y estaba muy desconectado de todo el ambiente ‘in-cultural’ del movimiento que había detrás de su publicación.