sentimiento gregario en la charca común
Hoy toca a su fin la estancia forzada por cuestiones imponderables de trabajo. Lo que venía a hacer a Madrid no se podía hacer sino en Madrid. Al menos esa era la excusa que me trajo aquí. Un proyecto que, tan pronto pisé el suelo de la oficina central se convirtió en vapor. Cinco meses de destierro sin tener un motivo claro para estar y en el que los planes dentro de planes dentro de planes se iban perfilando.
La estancia en Madrid está resultando muy provechosa en cuanto a anécdotas laborales. Contra todo pronóstico —al menos el de los que me trajeron a Madrid— he tropezado con un grupo de gente fantástica con la que he hecho muy buenas migas. Todas las semanas salimos alguno de los días —a veces más de uno— a tomarnos unas cervezas y acabo llegando a las tantas al piso. Cierto que digo que estoy a un tiro de piedra en tren del centro de Madrid, pero siempre que tenga en cuenta que el último tren pasa por Príncipe Pío a las once y media de la noche.
Una vez más, aprovechando la visita de sulaco a la isla, nos fuimos a sacar fotos el sábado. Ya van unas cuantas desde que comencé -una vez más- con esto del blogging. Si no recuerdo mal, la primera fue la víspera de Reyes de 2009, seguida de la visita a Palmitos Park, y terminando -al menos hasta el sábado- en un paseo por el centro de la isla. Esta vez hubo varias novedades.
Creo que cuando uno comienza a meter vídeos (y fotos) de otros en su blog, es sinónimo de decadencia. No digo que se enlacen, recurso que yo he utilizado alguna vez. Pero incrustarlos dentro del propio blog… En fin, que cada uno tiene su escala de valores. Hay quienes piensan que comprar ordenadores de la manzana mordida es de prepotentes y otros que perder el tiempo con Windows -o Linux- es de idiotas.
Hace un par de semanas estuvo sulaco nuevamente por la isla. Y, una vez más, quedamos uno de los días para perpetrar una salida fotográfica.
A sulaco lo conozco desde la época de la escuela universitaria, hace más de 15 años ya de eso, y siempre se caracterizó por distorsionar la realidad de una forma que sólo el sabía hacer. Quitando que estuvimos una jartá de años sin hablarnos, curiosamente no porque discutiésemos entre nosotros, sino por mis discusiones con otros miembros del que entonces era un grupo de cinco personas, desde que retomamos el contacto me gusta quedar con sulaco porque, en buena medida, ha conseguido lo que yo nunca me atreví a hacer y siempre he soñado con realizar: trabajar fuera de las fronteras de mi país.
Ya lo intenté en marzo con Sulaco, pero no tuvimos suerte. Ha sido de la mano de Luis, que se preocupa por mantenerme al tanto de todo lo que se puede fotografiar, cosa que le agradezco infinitamente, que me he acercado por primera vez a uno de los certámenes emblemáticos para el colectivo de practicantes y seguidores del windsurf. Hablo, cómo no, del campeonato mundial de windsurf que cada año se organiza en Pozo Izquierdo.
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 37 años. Como dice un compañero de trabajo, “Ojalá alcances la edad que aparentas”. Pero tranquilo, no voy a ponerme profundo y tupirte con mis tristes experiencias. En general estoy contento con mi existencia. Como todos, he tenido épocas malas, muy malas, pero al final, de viejo, te das cuenta que en buena medida todo se debe a cómo lo asumas en el momento que te llega.
La semana pasada me reincorporé al trabajo después de una estupenda semana de vacaciones. Rara vez las semanas laborales tienen algo destacable, más allá del placer que pueda ocasionarme el trabajo, que reconozco que me gusta y disfruto. Así que poco puedo decir más allá del “lo habitual” que acompaña a este tipo de vivencias y, con ello, quedaría resumido todo. Bueno sí, esta semana nadie “ha finalizado su colaboración” con la empresa.
Los miércoles suele ser el día reservado para el anecdotario personal; aunque también caben las cosas -¿cómo no?- que me de la gana contar. Así que hoy he decidido aburrir con un resumen breve (cuando la brevedad nos es una de mis virtudes), sobre las boberías que hice durante la última semana de febrero, que cogí de vacaciones a cuenta de días que aún me quedaban de 2008. Y me siguen quedando otros dos que, crisis mediante y si llego contratado, tomaré en Semana Santa.
Desde hace unos días ya tenía todo, o casi todo, comprado para la noche de reyes. No me gusta dejar las cosas para el final, pero al final siempre se queda algo. Poca cosa. Aunque en mi familia la tradición “poco” se queda siempre en “mucho”. No podemos evitarlo. Todo nos parece “poco” y acabamos regalando “mucho”. Lo llevamos grabado a fuego en nuestros cerebros y crecimos con ello. Simplemente nos encanta.