suspiros efímeros de un tiempo insignificante
A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron presas de patas en él. Otra dentro de un pastel enterró su golosina. Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que los domina.
Hoy me levanté recordando esta fábula de Samaniego, que mi abuelo me leía (o recitaba de memoria) de vez en cuando. Muchas veces, en respuesta a mi insistente petición.
Lo primero que dije, al levantarme esta mañana, fue «a ver si este fin de semana puedo probar el último XCode» (yo me quedé en el 3). Tras iniciar sesión en el centro de desarrolladores lo puse a descargar. Ha tardado 22 minutos. 4,3 Gb. ¡Ve-in-ti-dos mi-nu-tos!. Igualito, igualito, que cuando lo he descargado en Las Palmas, que me supone más de 12 horas y, algunas veces, se jode a mitad de descarga.
Leía esta mañana en la portada del ADN el siguiente titular: «El Rey augura más sacrificios» (aquí el artículo en la web del periódico). Y me pregunto yo si no podríamos empezar sacrificando algún Borbón, que bien gorditos, creciditos y rollizos se los ve a todos. Buena cantidad de euros que nos cuesta a los contribuyentes.
Nadie dijo que los pobres no pudiésemos soñar, ¿no?
A veces me dan unos prontos republicanos que no me soporto ni yo mismo.
Con esto de andar todo el día escuchando música con los auriculares, tengo la sensación que estoy perdiendo demasiada capacidad auditiva. Teniendo ya un olfato (y el gusto, por estar estrechamente relacionados) y una miopía que podrían considerarse en grado de minusvalía, no resulta apetecible quedarme también sordo. Así que hoy opté por viajar en tren escuchando el ruido ambiente —e innatural—. ¿Por qué la gente es tan desinhibida que cuenta sus intimidades en voz alta?
Hoy he llegado especialmente empanado a casa. Con lo del mosquito y que ya arranqué la semana durmiendo mal, he llegado al ecuador casi agotado. Así que me he sentado delante de la tele y, estrujándome el cerebro para escribir las dos entradas anteriores, he encendido la tele y el cacharro que me pusieron los de ONO al contratar la línea. En el tiempo que llevo con fibra la habré encendido dos veces.
Dicen que hay olores que disparan recuerdos. Hoy comprobé que también hay sonidos que disparan olores (ya puestos a hablar del olfato). En la sorpresa en tren del día de hoy, sonó este clasicazo:
Esta canción huele a verano en el campo con mis abuelos. A un mes en El valle de Agaete. A amistad sincera de los niños que acaban de conocerse y saben que tienen poco tiempo para divertirse juntos.
Mi olfato no es, precisamente, digno de mención. Es más, sospecho que mi capacidad olfativa es inexistente. Pero esta mañana los mocos me dieron un respiro —nunca mejor dicho— y alcancé a percibir alguna cosilla cuando llegué a la estación de Tres Cantos. En cinco meses que llevo acudiendo a ese pueblo, nunca había notado nada especial. Hoy olía a aire fresco, a campo, a asfalto húmedo y a otoño. Olía a cambios.
Hoy venía cayéndome de sueño en el tren. Responder a la lectura de dos líneas con dos cabezadas no es la mejor forma de leer, no. Y venía con el dedo tieso. En perfecta posición para condenar a muerte a los gladiadores o para hacer autoestop. A la una y poco un mosquito anunció su advenimiento y, en ese letargo pseudoconsciente que es la frontera entre el sueño y la vigilia daba yo manotazos para alejarlo.
Pese a la polémica sobre la calidad del audio en la edición española, que me había convencido para no comprarla, al final acabé cayendo en la tentación.
La vi tan bien puesta al entrar a Media Markt, mirándome con esos ojillos tan tiernos de «cómprame por sólo 72€», que no pude resistirme. Otro asalto a la economía doméstica, ya bastante maltrecha. En fin, como dice mi padre, “la pobreza me hará más espiritual y me acercará al Dalia Lama”.
He vuelto a tropezar con este vídeo:
y me encanta.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo.