Tal como finalizaba la última entrada [El ABC de los tiempos perdidos] aproveché que mi mujer [Mis ratos en la cocina] tenía el almuerzo de empresa en Fuerteventura este viernes pasado para pasar ahí el fin de semana y desconectar de tanta obra y tanto arreglo doméstico, pese a que ya iba mal de tiempo con algunas de las muchas otras cosas que quería hacer desde que me quedé en paro.
Cuando finalmente me comunicaron la decisión directiva de finalizar mi colaboración con la empresa [Futuros personales, intransferibles e inciertos], y tras superar las primeras experiencias de vértigo existencial, acabé proyectando un futuro a corto y medio plazo lleno de todas aquellas cosas que hasta la fecha, por hache o por be, no había acometido o realizado. Me convencí a mí mismo que esta era la oportunidad perfecta para hacer todo eso y, si cabía y podía, más.
Seguramente pecaré de demagogo u oclócrata en las próximas palabras, pero aquí va mi (pseudo)razonamiento del día. Abstenerse de su lectura fachas, monárquicos, melindrosos y feministas.
No me gusta Halloween. Nada de nada. Me parece una absoluta estupidez la forma en que aceptamos las modas. Se nota que me hago viejo. Por lo cascarrabias con toques afrutados y aromas de intransigencia. Pese a ello, creo sinceramente que somos una panda de idiotas dispuestos a comprar cualquier fiesta.
Nunca he terminado de entender la fuerte atracción que siente el mundo latino por acoger sin mucha resistencia expresiones de uso popular dentro del mundo anglosajón. El fenómeno Web 2.0 únicamente ha amplificado dicho fenómeno, por lo que no es raro que las bitácoras, foros y otros submundos estén plagados de expresiones como LOL o WTF, por poner un par de ejemplos. ¿Dónde estará el tan castizo y sonoro «¡Pero qué coño!
Finalmente ayer se concretó lo que ya se me había adelantado telefónicamente el día diez de mayo. Entonces fue un regalo de cumpleaños algo amargo e indigesto. Aunque totalmente comprensible.
Cuando la dirección me invitó a pasar unos días en Madrid a principios de este mes, raramente cabía otra posibilidad. Han sido cinco meses de incertidumbre. En realidad bastante más, pues era una consecuencia lógica que tarde o temprano tenía que llegar y que se podía percibir desde mucho antes.
Hace ya algo más de un año comentaba por aquí la primera novela empresarial de Eliyahu M. Goldratt, ‘La meta’ [Hoy recomiendo ‘La meta’], que resultó ser todo un descubrimiento. Ya iba siendo hora de que le tocara el turno al último de los libros que hay publicados del autor en español: ‘Necesario, pero no suficiente’. Entre otros posibles motivos porque lo compré junto con el resto tan pronto acabé el primero y ha estado esperando todo este tiempo su pequeño momento de gloria.
Hace unos días contaba, así en plan «batallas del abuelo Cebolleta», el primer viaje que hicimos de casados [La Palma]. También contaba que por motivos económicos no habíamos podido viajar casi nada antes de la boda. La cual tuvimos que aplazar unos años, por si no había quedado indirectamente claro, porque no se terminaban las reformas del piso que compramos. El piso lo compramos a mediados de 2003 y nos casamos en julio de 2006.
Ya decía ayer que apenas juego (vamos, lo que digo siempre). Uno de tantos motivos por los que apenas escribo reseñas de juegos en mi vertedero particular de despropósitos. Tampoco de asuntos más genéricos relativos o asociados con la industria del ocio electrónico. Apenas conozco, y menos tengo aún, experiencia sobre el asunto. Sin embargo, decidí escribir la entrada de ayer y esta segunda parte (y conclusión), justo cuando terminé de jugar a Darksiders y me tragaba los créditos finales.
Hace diez meses escribía una entrada [¿Será 2010 un año para jugar?] preguntándome si acabaría descalabrando mi carrera profesional debido a la cantidad prevista de juegos que se publicarían durante el año de uno de los géneros que a mí particularmente me gustan, más los del año anterior que aún no había jugado. Por fortuna mi carrera profesional no corre peligro —lo que se puede interpretar de muchas maneras, entre las que podría caber la de «no existe ya carrera profesional que destruir»—, pero lo cierto es que diez meses después ha resultado que, efectivamente, ha sido el año que con bastante diferencia más he jugado.
Ojo si no has visto la película. No cuento nada del argumento, pero durante mis divagaciones psico-filosóficas puedo darte algún dato, alguna información u opinión que podría predisponerte a cómo verías la película y, por ende, fastidiarte lo que podría ser una de las mejores experiencias psicocognitivas que se te ofrecerán en este pésimo año 2010. Así no me extraña que Sulaco [Distorsiones] la haya visto como diez veces ya. Se presta a eso, desde luego.