Varias veces me he quejado de que mi 18-200 VR me ha decepcionado o, para ser algo más justos, no me ha respondido como yo esperaba (dichosas expectativas). Igual es un problema con mi unidad en concreto. Esto lo digo porque a veces veo imágenes tomadas por otra gente con el mismo objetivo y me sorprenden sus los resultados. No lo sé, pero lo cierto es que en más de una ocasión he repetido que, en cuanto pueda, lo sustituyo por dos objetivos, un 24-70 2.
Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española el significado de jugar, y más allá del hecho de tener tantas acepciones, hay algo con lo que la mayor parte de la gente estaría completamente de acuerdo. Para la gran mayoría, jugar implica divertirse y entretenerse. Y el resto es accesorio.
Sin embargo, da la sensación que a medida que evolucionan las consolas y los ordenadores, su potencia gráfica, divertimento viene vinculado y únicamente justificado, si está acompañado de gráficos fotorrealistas.
Un viernes más, y por eso de no caer en la desvergüenza de ser culto por comentar libros, me arrojo, e intento arrastrarte conmigo, en las formas de subcultura televisiva para evadirme y evitarme los deberes domésticos contractuales adquiridos en bienes gananciales con mi esposa. Espero que tu pareja sea al menos la mitad de comprensiva y permisiva que mi mujer en estos delicados asuntos.
Aprovechando la temática de abogados de la comentada hace un par de semanas, ‘Boston Legal’, continúo con otra serie del género, ‘Eli Stone’, que sin ser ninguna maravilla, y padecer de una fuerte componente de culebrón folletinesco -ya he comentado alguna vez que no me van los rollos lacrimosos-, que acabará abocándola al aburrimiento, sí que ha conseguido llegar a casi completar su segunda temporada y provee de una amena colección de buenos momentos con los que pasar el rato.
Más bien por curiosidad, y haciendo uso de las inmorales redes de pares, me hice con una copia del documental ‘Ciudades bajo tierra: Nueva York’. Cuando lo pillé, me lo tropecé solo y, como cazador que aprovecha la soledad de la presa, no dudé en dar buena cuenta de él en dos clic de ratón. Una vez superado el reglamentario tiempo de descarga, visionándolo cómodamente echado en mi sofá, me percaté que debía formar parte de una serie o conjunto de documentales cuya temática consistiese en hurgar la Historia bajo las faldas de ciudades conocidas.
Cuando recuperé, rebuscando entre bolsas de CD viejos, la cantidad de archivos que había dado por perdidos, también recuperé buena parte de las prácticas que hice durante los años de la carrera. Sin embargo decidí no publicarlas dentro de este marco de artículos porque me parecían más bien parte de anécdotas que productos por sí mismas. Aunque es cierto que tesoros anteriores se han solapado con el universo del anecdotario personal y no dejan de ser, de alguna forma, producto de las mismas.
Al preparar la entrada sobre Talend me quedé un poco apenado por no disponer de ningún ejemplo de la herramienta trabajando sobre una base de datos. En realidad debido a que, simple y llanamente, a estas alturas aún no había instalado ningún motor de gestión de bases de datos en mi equipo de uso personal. Cierto que hacía muchísimo tiempo que no usaba mi ordenador doméstico para cosas profesionales. Algo que, sin embargo, parece estar cambiando estas últimas semanas, en las que me entretengo con cosillas nuevas; o revisitando algunas viejas con enfoques distintos.
¿Qué? ¿Preparándote para escaquearte otro fin de semana más? Bueno, no te preocupes, que en este espacio te propongo, un viernes más, la forma ideal de pasar, sin pena ni gloria, otro sábado y otro domingo sin dar ni golpe ni mover un músculo con las labores domésticos que tanto tiempo llevas esquivando. Eso sí, nunca le hables a tu pareja de quién te da estas ideas. Ya hay mucha gente odiándome sobre la Tierra.
En más de una ocasión he dicho que me gusta usar el transporte publico. Soy usuario y defensor del mismo. Por varios motivos, de los cuales ninguno viene al caso. Sea como fuere, desde que la empresa se mudara a Tafira, en diciembre, vengo compartiendo guagua con los niños y niñas que estudian en el campus. Lejos de sentirme avergonzado, me hace gracia ser el abuelo de la clase. Rara vez comparto el habitáculo automotriz con otro carcamal.
Desde hace bastante tiempo -en años se mide- sigo, aunque de forma muy desigual e inconstante, una serie de líneas/modas de pensamiento/tecnológicas dentro de mi profesión que me atraen mucho, pero que por mi naturaleza de tendencia holgazana, constantemente las dejo de lado, o apenas leo algo sobre ellas de vez en cuando.
Uno de esos temas sobre los que de vez en cuando vuelvo a retomar durante unos días, y luego vuelvo a abandonar, como la novia en otro puerto a la que visito una vez cada muchos meses, es el de la inteligencia empresarial (o business intelligence, que dicen los angloparlantes).
Vulgarmente, y según qué enemigo lo proclame, se puede llegar a aducir que me lo trago absolutamente todo. Aunque eso, creo haber demostrado con el tiempo, no sea del todo cierto. Si he de tragar, al menos quiero que haya sentimientos durante el acto. A mí también me gusta que me traten con cariño.
Sea como fuere, lo cierto es que no suelo hacerle ascos a casi ningún género. Me gustan las policiacas, las de abogados, las de ciencia ficción, las de fenómenos extraños, etc.