La propuesta para hoy puede considerarse como deporte de riesgo. Al menos para tu cerebro, porque se trata de que justifiques el no echar una mano para limpiar en casa, ni colgar ese cuadro que lleva esperando tres meses detrás de la puerta, o que no coloques ya la dichosa antena de la televisión, todo ello junto o por separado, leyendo. Sí, sí, has leído bien, se trata de que inviertas algo de tiempo en leer, que no solo de televisión se alimenta el cerebro (contando con que tengas neuronas para entender lo que acabo de decir, claro).
Jennifer, o Jenny, como la llamamos mi mujer y yo, es una chica bastante jovencita que tiene unas manos privilegiadas. Da unos masajes geniales que, mientras los recibes, dan ganas de que no acabe nunca. Siempre y cuando, claro está, no sea para eliminar contracturas y nudos generados por décadas de malos hábitos posturales. En esas ocasiones quieres que termine pronto el sufrimiento y te vas de allí sabiendo -y Jennifer lo sabe- que al día siguiente te estarás acordando de ella, y no precisamente para desearle lo mejor, ni a ella ni a sus familiares.
Los juegos de Hollywood, o Hollywood Goes Gaming, como se llama en su versión original, es un entretenido documental sobre la historia de la relación entre la industria de los videojuegos y del cine, siendo ambas las dos principales industrias de entretenimiento a día de hoy (la del sexo bajo demanda no es legal, aún). ¿Cómo que la industria del videojuego no da dinero? Si lo dice el Mundo tiene que ser completamente cierto, que fueron los únicos que dijeron la verdad sobre la conspiración del 11-M.
Creo que contaba con ocho años -puede que fuesen nueve, incluso diez- cuando tuve mi primer, y último hasta el momento, accidente de coche. La mente es muy curiosa. No recuerdo la edad exacta, pero sí muchos de los detalles de aquel día y de los posteriores. Camino del colegio me atropelló un coche que, según fuentes presenciales, adelantaba a un camión que estaba detenido delante del paso de peatones, invadiendo en el adelantamiento el carril contrario y llevándome por delante cuando yo salía, según conductor, corriendo de delante del vehículo detenido.
Llevo ya unas semanas contando batallas sobre el fanzine de la escuela de informática, la ya conocida Eyaculación Digital, y hoy no va a ser diferente. Del fanzine solía encargarme de la página de noticias que, desde luego, no eran más que tonterías extraídas y adaptadas a partir de los sucesos que acontecían en nuestro entorno durante aquellos años.
Ha sido toda una sorpresa tropezarme con los archivos conteniendo las noticias de tres de los números publicados, aunque no están todos.
No se le puede pedir peras al olmo (al menos al que no es transgénico), pero a un objetivo tan barato, se le puede pedir una más que decente calidad de imagen; aunque todo apueste en contra.
Recuerdo que lo compré a escondidas de mi mujer, que aunque es demasiado buena conmigo (y no me la merezco), le preocupa mi tendencia a despilfarran innecesariamente y, con ello, poner en peligro la economía familiar.
Suelo escribir los artículos de mi blog el día anterior. Generalmente por la noche. Sin embargo ayer la cosa se torció bastante. Después de satisfacer un antojo, saliendo a desayunar churros con chocolate, y pasar por Canaima a recoger un libro que tenía encargado, volvimos a casa con la intención de bajar a la playa un rato. Y ahí fue donde se jodió el plan. Debía ser el bochorno del día, pero al llegar a casa me quedé tumbado.
Querido lector, aunque tengo en poca estima tu capacidad intelectual, porque te tragas lo que te echen en la televisión, te ruego, no, te suplico de rodillas, que por favor no veas la serie de televisión Flash Gordon. Estoy convencido que no solo produce calentamiento global innecesario, también hace a la gente más idiota. Y tú ya estás en el límite que te diferencia de una ameba. ¡Por favor, no sigas por ahí!
Mientras me recupero de la molienda terrorífica de mi primera experiencia Shiatsu (sí, tienen razón: la primera vez duele), y me obsesiono por recordar dónde coño he puesto el puñetero DNI, que recuerdo ver por última vez el miércoles por la tarde, al tiempo que me planteo con cuál de los dos libros que acaban de llegar empezar primero, si con Dinámica de sistemas o si con Teoría de la decisión y de los juegos, miro mi monitor con una sensación de agotamiento absoluta y la mirada boba perdida en el finito universo de los píxeles tricolores, con la mente vagando por cielos y edenes repletos de vírgenes deseosas de sataisfacer todos mis deseos, que son muchos y variados.
Hoy jueves he decidido cambiar, al menos por una semana, los documentales por los libros. Si esperabas un documental tendrás que esperar, mucho me temo, a la próxima entrada de esta serie de artículos.
Acabo de terminar de leerme el libro El economista camuflado de Tim Harford. Ha costado que terminase de leerlo, porque llevo una época rehuyendo el libro impreso, forzando su disfrute exclusivamente a los veinte minutos antes de quedarme completamente dormido.