cuentos de un cazador de instantes
Hacía tiempo en la FNAC. Había visitado un piso en Usera, muy cuco pero caro y con engañosa publicidad que daba a creer completamente amueblado sin estarlo, y después había quedado con la casera del piso actual -y amiga- para pagarle la mensualidad. Entre una cosa y otra, frapuccino en el Starbuck y paseo a temperatura de aire acondicionado en el edificio de la FNAC que hay en Callao. Me dio por visitar la sección de fotografía y me quedé profundamente prendado de la versión en rojo vivo de la J1.
Aunque mis amigos no terminan de entenderlo, y reconozco que echo un buen puñado de horas a la semana en el tren, sigo disfrutando como un niño contemplando los amaneceres desde un vagón en movimiento. Lástima que la mayoría de la gente que viaja conmigo vaya blindada en su propio universo minúsculo con la mirada baja.
[Publicado originalmente en mi muro de Facebook el 1 de septiembre]
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Aprovechando una nueva visita de Sulaco [Distorsiones], nos juntamos Luis, el más-holandés-que-español/canario-a-estas-alturas y el que suscribe, para echarnos unos piscos (o tomarnos algo, como se diría en dialecto normalizado) y tirar para el monte a disparar con nuestras respectivas cámaras. Y no necesariamente en ese orden.
Eso sucedía ayer y, como va siendo norma en la vida de esta bitácora, dejo fiel reflejo en la entrada de hoy —de la víspera al pretérito, por filosofar un poco— por aquello de asegurar que, cuando tanto Luis como Sulaco sean ricos y famosos, poder alegar que yo los conocí y estuve con ellos.
En nuestra última salida juntos [Paseo con Luis, Sulaco y un holandés (supuestamente no errante)], Sulaco [Distorsiones], Luis y yo estimamos que tal vez la propia isla se nos estaba quedando pequeña para nuestras salidas fotográficas en coche. En ese mismo momento propusimos que podríamos cambiar de isla para la siguiente ocasión. La Palma parecía la mejor candidata.
Sulaco percibió en la posterior publicación de mi viaje de bodas en 2006 a esa misma isla [La Palma] una clara intencionalidad para recordarles que habíamos hablado de esa posibilidad.
Tal como finalizaba la última entrada [El ABC de los tiempos perdidos] aproveché que mi mujer [Mis ratos en la cocina] tenía el almuerzo de empresa en Fuerteventura este viernes pasado para pasar ahí el fin de semana y desconectar de tanta obra y tanto arreglo doméstico, pese a que ya iba mal de tiempo con algunas de las muchas otras cosas que quería hacer desde que me quedé en paro.
Hace unos días contaba, así en plan «batallas del abuelo Cebolleta», el primer viaje que hicimos de casados [La Palma]. También contaba que por motivos económicos no habíamos podido viajar casi nada antes de la boda. La cual tuvimos que aplazar unos años, por si no había quedado indirectamente claro, porque no se terminaban las reformas del piso que compramos. El piso lo compramos a mediados de 2003 y nos casamos en julio de 2006.
A mi mujer le sorprendió que tan pronto terminé de despertarme —me llevó bastante tiempo percatarme completamente de lo que estaba sucediendo— tirase mano de la cámara para hacer fotografías del coche ardiendo. Supongo que a mucha gente le sorprenderá que, ante el desamparo de otra persona y el drama que se estaba viviendo, yo pensara en tomar fotografías. A mí lo que me sorprende es que no bajara a la calle para tomarlas de cerca.
El fin de semana dormí más bien poco. Entre unas cosas y otras me acostaba tarde, muy tarde, lo que es más bien la norma en mi existencia, y me levantaba muy temprano. Esto último entre semana y sus días laborales es lo natural, pero los fines de semana no. Supone casi un delito.
Llegué a la noche del domingo tan cansado que, de forma inusual, estaba dormido como un tronco pasados apenas unos minutos de las once y media de la noche.
Me los tropecé haciendo limpieza de papeles este fin de semana. Hay que ver la cantidad de papel inútil que acumula uno al transcurrir del tiempo. En mi caso dos cajones completamente llenos. Andaba rompiendo tongas de papeles presumiblemente revisadas y prescindibles y se cayó un trozo del cuadernillo número nueve. Rebusqué y saqué el resto de los trozos de la bolsa donde los estaba tirando. Rebusqué entre los montones aún no clasificados de papeles y rescaté el resto.
En el momento de publicarse la entrada de hoy, yo debería estar de camino al aeropuerto de Bacerlona y coger el avión de regreso a Gran Canaria. Acabo de pasar dos semanas de viaje en unas más que merecidas vacaciones.
Desde que mi mujer [su blog] y yo comenzamos nuestra relación, allá por octubre de 1998, tuvimos muy claro que, tan pronto pudiésemos, comenzaríamos a viajar. Por separado lo habíamos hecho muy poco, pero al poco de conocernos, descubrimos que ambos teníamos muchas ganas (latentes) de conocer Mundo.