suspiros efímeros de un tiempo insignificante

Qué soledad...

Hará cosa de una hora que volví del aeropuerto. Acompañé a mi mujer para que volviese a Las Palmas. Apenas una hora y se nota las dos semanas que tenía a alguien que me recibía cuando llegaba del trabajo. Ya se la echa de menos… Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible.

¿Pero cómo que «por qué»?

¿Soy el único que piensa que los comerciales andan últimamente un pelín agresivos? Además de llamarte cuatro veces a la semana para ofrecerte oportunidades únicas por ser cliente VIP, te preguntan —a veces con cierto tono de enfado—que por qué no estás interesado si el producto es tan fantástico que hasta su madre le ha pedido tres. Desde luego algo ha cambiado desde aquel «el cliente siempre tiene la razón» y la sabia práctica de «no discutas con el que te da de comer».

... soy el Neo del código fuente

Aún con los ojos rojos como si me los hubieran rociado con spray de pimienta, he currado programando como nunca (bueno, como no lo hago desde hace años). Tomando consciencia de que estamos enchufados en Matrix, y que ya no hay leyes naturales inmutables —y de que el universo se dobla sobre sí mismo—, me he puesto manos a la obra y he escrito más código fuente en los dos últimos días del que había escrito en los cuatro meses y medio de trabajo anteriores.

... tengo un gripazo de dos pares de cojones

O un enfriamiento, o un resfriado, o un enfisema pulmonar. Lo cierto es que ayer me pilló por sorpresa la bajada de temperatura a primera hora. Me levanto a las cinco y media de la mañana y salgo un rato después. Y ayer hacía frío. Mucho. Y la noche anterior hacía calor. Bastante. Y yo iba en camiseta de algodón fina y de manga corta; y acababa de ducharme con agua más bien caliente.

Un apunte antes de seguir

«Tienes que echarlo todo para fuera. ¡Escríbelo!» Así me incitaba una persona que conocí en un foro en el peor momento que recuerdo de toda mi vida profesional (que entonces ya iba para 14 años). Ni familiares ni amigos, siquiera mi mujer, conseguían entender por lo que estaba pasando; más bien parecía que me caía un chaparrón de recriminación. Sólo se me ocurre el símil del viejo león enjaulado al que le enseñan la sabana, pero que no puede correr libremente.

Más música, pero en guagua

Durante un par de días he cambiado el tren por la guagua (autobús para los bárbaros del continente), pero mi iPhone sigue prodigándose en sorpresas cuando lo uso en modo aleatorio. La de hoy para este magnífico tema en directo. De todas las opciones que había en tutubo he elegido la que usa el audio del CD, que se escucha mejor. [Publicado originalmente en mi muro de Facebook el día 13 de septiembre]

Empezar el día con mejor talante

Más bien soy enemigo de las cadenas de correos, pero a este vídeo le he cogido cariño. Un buen desayuno, compuesto de una pieza de fruta o un zumo, un café con leche con cereales (tal vez gofio, si la morriña te puede) y una tostada con mantequilla y mermelada, a lo que le sumas este vídeo, y uno enfrenta el día con mejor talante. [Publicado originalmente en mi muro de Facebook el lunes 12 de septiembre]

Música, Depeche Mode y el tren

Tanto tiempo en el tren da para escuchar mucha música, una de las actividades pasivas que más disfruto. Tantos años comprando -con alguna incursión a la cueva de Ali Babá también, lo confieso- traen consigo que muchas veces no recuerde qué llevo en el iPhone, en el que no caben todos los gigas acumulados en iTunes. Cansado de decidir, paso a escuchar ahora de forma aleatoria, lo que tiene la ventaja del redescubrimiento.

Asociación de ideas terrorífica

El tren es un escenario inmejorable que se presta a la puesta en escena de la variada y fértil riqueza de comportamientos humanos que existen. Es raro el día que no vea a alguien que no llame mi atención (y a veces prefiera evitar). Aquí el que parece ser alérgico al agua y nos recuerda que el olfato es también un sentido que duele; allá el que, en guerra simétrica, se ha nombrado paladín de algún fabricante de perfumes; en este otro lado esa guapa y grácil chica que lee con concentración suprema mientras hurga en su nariz, extrae el género con delicadeza, le da forma esferoide y lo proyecta al infinito en certero movimiento de índice y pulgar sin perder la línea de la página que la entretiene; o el que lleva unos auriculares del tamaño de dos sandías de premio Guines, siguiendo el ritmo musical con el cuello, que mientras canturrea para sus adentros se mete la mano en los pantalones para amansar -y masajear- a las ladillas compañeras; cuando no es un hombre orquesta maltratando guitarra y tímpanos a la espera de que sus esfuerzos fueren recompensados con una transferencia de riquezas en su beneficio, una misionera de algún credo extraño y contemporánea de Matusalén que ruge los milagros de un dios ausente, o aquella del fondo, que bosteza con tal naturalidad y tal carencia de inhibición que se puede saber lo que ha cenado anteanoche.

Cowboys & Aliens

Esta noche ha tocado cine: ‘Cowboys and Aliens’. Sin ser una maravilla (¿y quién lo esperaba?) es cierto que mantiene cierto interés hasta el final y, de hecho, algún que otro sobresalto te llevas. Para mi gusto se deja ver. Al menos más que la de Conan. [Publicado originalmente en mi muro de Facebook el 4 de septiembre] Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría