tentáculos del lado oscuro
Seguramente pecaré de demagogo u oclócrata en las próximas palabras, pero aquí va mi (pseudo)razonamiento del día. Abstenerse de su lectura fachas, monárquicos, melindrosos y feministas.
No me gusta Halloween. Nada de nada. Me parece una absoluta estupidez la forma en que aceptamos las modas. Se nota que me hago viejo. Por lo cascarrabias con toques afrutados y aromas de intransigencia. Pese a ello, creo sinceramente que somos una panda de idiotas dispuestos a comprar cualquier fiesta.
Finalmente ayer se concretó lo que ya se me había adelantado telefónicamente el día diez de mayo. Entonces fue un regalo de cumpleaños algo amargo e indigesto. Aunque totalmente comprensible.
Cuando la dirección me invitó a pasar unos días en Madrid a principios de este mes, raramente cabía otra posibilidad. Han sido cinco meses de incertidumbre. En realidad bastante más, pues era una consecuencia lógica que tarde o temprano tenía que llegar y que se podía percibir desde mucho antes.
Acabo de volver a mi casa tras pasar una semana en Madrid. Por puro placer me fui allí a ver a los buenos —y muy buenos— amigos que hice en esa ciudad durante mi estancia [Lo que sí echaré de menos]. Quería acudir a la fiesta de despedida en honor de Stefano, que se volvía a Italia. Ya se sabe que uno va allí donde tiene a la mujer y resultó que la mujer de la vida de este joven italiano la encontró en Madrid, pero de visita desde Italia.
Hasta el día de escribir esto, creo no mentir al afirmar que no puede decirse de mí que sea en exceso escrupuloso. Nunca me han afectado las conversaciones escatológicas almorzando, por poner un ejemplo tonto. Sin embargo hay cosas que no me gustan y me desagradan profundamente. En el edificio en el que trabajo, como imagino sucederá en todos los lugares donde comulgan y conviven pocas o muchas personas, sean contadas en unidades, decenas o centenas, los baños suelen ser motivo de escándalo y reflejo de las personalidades que se empaquetan en esos cuerpos supuestamente vivientes y, en muchas ocasiones, difícilmente creíble como pensantes.
Se cumplen cinco meses de mi estancia en Madrid y apenas queda poco más de una semana para que retorne a mi casa y a mi puesto de trabajo como responsable de delegación en Las Palmas. Siendo como soy un eterno insatisfecho, ni me apasiona la idea ni dejo de alegrarme por dejar atrás esta experiencia independentista de mi persona. Y es que, como casi todo en la vida, hay cosas que me han gustado muchísimo y otras que no me han gustado nada de nada.
Empiezo a cansarme —y mucho— de Facebook.
Tengo un amigo, Sulaco, que parece detestar todo lo que rodea —y se aprovecha perniciosamente— de la filosofía de la Web 2.0. En general no estoy muy de acuerdo con él en este aspecto, aunque no le quito que tenga razón en varias cosas. Es como todo: la verdad es retorcida y resbaladiza, mostrando extraños matices según la hora que marque el reloj. En realidad su crítica no va tanto a la Web 2.
¿Qué es lo que era el paquete? ¿Contrabando? ¿Tráfico de algo? ¿Tal vez estupefacientes? ¿O fue todo fruto de mi imaginación?
Tengo una imaginación fértil, desbordante, caótica, anárquica y con voluntad propia. De eso estoy seguro y doy fe. Hay que tenerla para seguir creyendo que el Neoliberalismo acabará retrocediendo ante los Derechos Sociales. Por ejemplo. Pero esto hace que haya veces en las que vea cosas que no son ciertas del todo.
Solicité la banda ancha móvil de Simyo el 13 de octubre. Ayer, día 27, fue cuando pude navegar un rato. Luego se jodió de nuevo la cosa. Hasta hoy. ¿Cuánto tardará en volver a joderse? Desde luego no es una muy buena carta de presentación.
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Mi sentido arácnido está muy agitado. Tanto como la situación en la empresa. El jodío me está gritando al oído que la cosa no cuadra lo más mínimo. A mentalizarse que tal vez en unas pocas semanas se acabe la aventura madrileña.
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En la poco más de una semana que llevo en Madrid, es la primera vez que me siento aburrido. Ha sido una semana muy intensa y, en este momento previo a irme a la cama un domingo por la noche, he tenido ganas de no estar aquí y estar en casa con mi mujer. Vaya gilipollez. Una ducha calentita y a leer, qe es como se superan estas crisis.
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