Hace una semana pasaba por Doña Manolita a pillar unos décimos como encargo. Detesto las aglomeraciones y las esperas basadas en superticiones —hay que ser bastante tonto para creer que comprando un décimo ahí aumentarán las probabilidades de que te toque el gordo, o cualquiera de los premios—. El único que realmente gana, cuando se difunde la creencia de que ahí toca a menudo, es el propio establecimiento. Por supuesto, si todo el mundo compra en un único local, la probabilidad de que toquen premios a los décimos comprados en ese establecimiento aumentará.
La madre que parió a la App Store y a los fanáticos que rememoran grandísimos juegos, tanto como para reversionarlos (incluso mejorarlos gráficamente) para los dispositivos móviles. Otra mañana de domingo tirada por el retrete.
Si no eres capaz de reconocer estos dos juegos, o eres demasiado joven, o estuviste muerto de cintura para arriba en la década de los ochenta y principios de los noventa. Son obras de arte que no requieren presentación.
Soy un absoluto negado en la cocina. Y en muchas otras cosas. Pero ser un negado en muchas otras cosas no pone en peligro mi vida, ya que ser un negado en la cocina, viviendo sólo como vivo ahora, supone poder morir de hambre o alimentarme exclusivamente de pizzas, macarrones, hamburguesas y reventarme el corazón con trescientos kilos de grasa en las arterias. Mi mujer, una santa en muchos aspectos, y genial cocinera, no me ha dado por perdido e insiste en animarme a que me lance a comer mejor, que no más.
Pensé que no tocaría hacerlo, pero finalmente ha sucedido. Se mantienen dos ramas de código, del mismo código —mejor dicho, de código parecido— para que compile en Framework 1.1 (año 2003) y Framework 3.5 (año 2007) de .NET. Tanto a nivel sintáctico como semántico, la versión 3.5 es muchísimo mejor. Y no entiendo la obstinación por mantener las dos ramas, cuando la destinada al código 1.1 N-O S-E U-S-A y estamos a las puertas de que aparezca la versión 4.
Hoy domingo, que abre todo en Madrid, he pasado —aprovechando que además está mi mujer por aquí este fin de semana y nos dábamos un paseo— por Puerta del Sol para comprar en Doña Manolita, administración de Lotería conocidísima en todo el territorio, para ejecutar un recado que me encomendaron. Obviamente algo pillé para mí. Y más obviamente aún, no voy a poner el número para que nadie lo conozca. No es de extrañar que siempre toque algo ahí, si la mitad de España compra en ese establecimiento, de aspecto bastante cutre, y la otra mitad en Las brujas de oro, con demostraciones de ostentación excesivas para mi gusto (visitamos esa administración en las vacaciones por Pirineos del año pasado).
Justo hace unos días saltaba de forma aleatoria en mi iPhone esta canción del magnífico Leonard Cohen, un cantante, un poeta, ahora reconocido por la Fundación Príncipe de Asturias con un premio. Un gigante de la música, sí señor. Un gigante.
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¡Si estamos a veintidós de octubre y aún faltan dos meses!
Visto en el Carrefour que hay al lado del piso donde vivo. Parece que no, pero dos meses significan el 16% de un año (una sexta parte). A mí me parece demasiado tiempo dedicados a recordarnos que se nos echa encima otra Navidad. Cuando, además, dura apenas dos semanas.
Que estrés, por dios.
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Creo que esta va a ser la imagen de la semana, al menos de mi semana:
Al final me he decidido y, aprovechando que tengo una velocidad de descarga de vértigo, acabo de instalar el león. A ver cómo ruge el nuevo cachorrito.
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Acabo de caer en la cuenta que hace algo más de una semana que mi iPhone 3GS cumplió dos años. Además de haberse convertido en herramienta imprescindible de mi día a día, hasta el punto de meditar la posibilidad de injertármelo quirúrgicamente para no perderlo nunca de vista —lo que plantea el problema de por dónde lo cargaría, a posteriori—, significa que acabó la obligatoria permanencia de dos años con vomistar Movistar.
Eso es lo que pensé esta mañana de camino al tren en Parla, soportando unos ocho grados, y nuevamente al bajarme en Tres Cantos, con apenas uno o dos grados más. Como dicen por aquí, hacía una rasca de cuidado. En una semana han bajado las máximas unos diez grados y las mínimas entre cinco y seis grados. Y la próxima semana prevén que empezará a llover. Hemos sufrido un verdadero descalabro de las temperaturas en tan solo una semana.