Me los tropecé haciendo limpieza de papeles este fin de semana. Hay que ver la cantidad de papel inútil que acumula uno al transcurrir del tiempo. En mi caso dos cajones completamente llenos. Andaba rompiendo tongas de papeles presumiblemente revisadas y prescindibles y se cayó un trozo del cuadernillo número nueve. Rebusqué y saqué el resto de los trozos de la bolsa donde los estaba tirando. Rebusqué entre los montones aún no clasificados de papeles y rescaté el resto.
Más o menos a mediados de la década de los noventa del siglo pasado mi conocimiento del inglés era nefasto. Finalizada la primera década de este siglo no puedo decir que sea mucho mejor, aunque hoy en día puedo decir que entiendo bastante bien lo que leo e, incluso, lo que escucho. Pero entonces me costaba mucho más. Cediendo finalmente al deseo vocacional (originalmente quise estudiar Matemáticas Y —importante ese «y»— Física, pero decantándome por Ingeniería Industrial), acabé metido en Informática y, como todo buen «amante» de la misma, abracé temprano la Orientación a Objetos.
Hace unos meses reinicié la lectura de la única saga de ciencia ficción que me gustó tanto cuando leí por primera vez los libros, que la vuelvo a leer cada pocos años. El que frecuente este vertedero de incontinencia verbal sabrá que hablo de la saga de Ender y que hace unos meses, poco antes de volverme de Madrid, volví a leer ‘El juego de Ender’ [mi reseña]. Uno de los mejores libros del género, en particular, y de narrativa de ficción en general.
En el momento de publicarse la entrada de hoy, yo debería estar de camino al aeropuerto de Bacerlona y coger el avión de regreso a Gran Canaria. Acabo de pasar dos semanas de viaje en unas más que merecidas vacaciones.
Desde que mi mujer [su blog] y yo comenzamos nuestra relación, allá por octubre de 1998, tuvimos muy claro que, tan pronto pudiésemos, comenzaríamos a viajar. Por separado lo habíamos hecho muy poco, pero al poco de conocernos, descubrimos que ambos teníamos muchas ganas (latentes) de conocer Mundo.
Hoy toca compartir una reflexión tonta.
Creo que al ser humano, en este caso como individuo y no especie, le encanta la ficción distópica. Esa de la que tanto abunda en la narración ficticia y en el cine catastrofista. Ejemplos de ello podrían ser ‘1984’, ‘Mad Max’ y la reciente ‘La Carretera’ [mi reseña]. Me arriesgo a llegar aún un poco más lejos: la necesita. Necesita ver materializada la posibilidad de que haya futuros alternativos en los que la sociedad se va a tomar por donde amargan los pepinos.
¿Nadie más considera que ya le estamos dando algo más que otra vuelta de tuerca al asunto de los Zombis? Yo sí creo que se nos está yendo un poco de las manos la moda de los los muertos-no-muertos andantes con un apetito infinito de carne humana. ¿O no? Después de tropezarme libros —algunos de ellos en los primeros puestos de las listas de ventas— como ‘Zombi - Guía de supervivencia’, ‘Guerra Mundial Z’ o ese con un título algo más surrealista ‘Orgullo y prejuicio y zombies’, —no he leído ninguno, así que tampoco puedo decir si merecen o no la pena; aunque no niego que han despertado en mí cierta curiosidad, especialmente el último, del que hasta parece que se hará una película [@ IMDb]— me encuentro, hurgando en los fondos mafiosos de los vagos, viciosos y maleantes, una serie de cómics bajo el título de ‘Marvel Zombies’ [@ Wikipedia].
¿Y por qué no? No, no me refiero a que vaya a visitar La Palma [@ Wikipedia]. Bueno, sí, es probable que a final de año con Sulaco y Luis. Y también es posible que vuelva con mi mujer el año que viene, quizá para celebrar nuestro quinto aniversario de bodas. La Palma es una isla fantástica en muchos aspectos. De hecho es, para mi gusto, la mejor del archipiélago. Pero no, no es por eso.
‘Baraka’ [reseña] fue una película que me impactó y es una película que aún me encanta ver. Como con muchas otras cosas llegué bastante tarde, pues la película es del año 1992 y yo la descubrí el año pasado, casi dos décadas después, publicando una reseña más o menos por estas mismas fechas de agosto. No ha tardado en pasar a formar parte de mi colección de películas en Blu-Ray, en general, y del conjunto de mis películas favoritas, en particular.
Es un hecho casi irrefutable y plenamente constatado y contrastado que en el 99,99999% de los 10100universos alternativos de Hugh Everett se cumple la creencia que reza «segundas partes nunca fueron buenas». En un número aún superior también se cumplen «excepciones que confirman la regla». Como ‘El imperio contraataca’ o ‘El caballero oscuro’. Esos son buenos ejemplo de que siempre hay esperanza de que las segundas partes sean mejoras que las precursoras.
A nadie se le escaparía que, cuando escribí hace tiempo una entrada sobre el iPad [Pero… ¿para qué quieres tú un iPad, alma de cántaro?], andaba buscando una justificación para comprármelo. Una racionalización del deseo insaciable, de ese Hambre —en mayúsculas— que parece poseerme y que me empuja a despilfarrar dinero miserablemente. Así que no era más que cuestión de tiempo: Ya tengo mi iPad. En realidad lo tengo hace como cosa de dos meses, si mi percepción del tiempo no ha terminado de trastocarse definitivamente.