Ya decía ayer [iPhone, MonoTouch y la insoportable levedad del ser: El comienzo] que quería dejar constancia escrita (a modo de recordatorio para el futuro dentro de la saga Cuadernos del tolete [@ mi blog], también) de lo que observé al probar MonoTouch [Web oficial]. Y compararlo, en la medida de mis limitaciones, con las otras alternativas que he ido revisando: PhoneGap [Web oficial] y el propio Objective-C [@ Apple].
Cumplido ya el primer semestre del año 2010 puedo asegurar que el año se está desarrollando de forma excesivamente extraña para mi gusto. Bastante revuelto. Y no necesariamente tiene que ver con la crisis económica que está poniendo patas arriba todo y a todos. Un año raro. Muy raro.
Raro en el aspecto laboral también. Y esto tal vez sí se excuse en la crisis. Tal vez. Me encuentro en un constante «ahora sí, ahora no» y los proyectos que empiezo se caen con «mucha facilidad».
No escribo casi nada últimamente. Esto va por ciclos. Todo (o casi todo) el que tiene una bitácora lo sabe. No voy a repetir yo la búsqueda de profundidad en las acciones, o mejor dicho no acciones, relacionadas con el abandono de la misma. Aunque supongo que un factor importante, al menos en mi caso resulta serlo, es que depende mucho, también, de la cantidad de trabajo que tenga. Ahora mismo tengo mucho.
Desde niño siempre he sentido fascinación por el espacio. No. Debería corregir la preposición y el tiempo verbal y decir «de niño sentí» fascinación por el espacio. Era la fascinación derivada de la visión y propuesta hollywoodense. O sea, naves espaciales, pequeñas, grandes y de dimensiones planetarias, batallas entre naves incorrecta y excesivamente sonoras a velocidades de vértigo, clases de esgrima fundamentadas en una física extraña, héroes enfrentados a monstruos y monstruos interdimensionales imposiblemente hambrientos, robots con muy mala leche y más listos que el hambre y que muchos humanos, robots más tontos e inútiles que una piedra, inteligencias artificiales con una nave como cuerpo, extraterrestres milimétricamente idénticos a los terrícolas o con parecidos carnalmente sospechosos, agujeros negros que conducían a universos infernales, y, en definitiva, fenómenos cósmicos inciertos que argumentaban y justificaban dos horas de cinefilia abnegada.
Hay muchos temas que me llaman la atención. No me canso de repetir —y así hago mis entradas un poco más largas— que soy un tío bastante inquieto en cuanto a conocimiento se refiere. Soy curioso por naturaleza y me disperso con facilidad en la infinitud de campos del saber que hay. Los interesantes y muchos de los que no son tanto. También repito hasta la saciedad —y consigo que mis entradas engorden aún más— que soy muy ganso para dedicar tiempo a aprender todo lo que me gustaría saber.
Sé que me repito más que el ajo, pero joder, es que hay que ver lo rápido que se me está yendo la vida. Y a veces pienso que por el retrete. Parece que fue ayer cuando acudí por primera vez al Maratón fotográfico de Mesa y López. Y ya ha pasado un año. Volando. Asombrosa la cantidad de cosas que he hecho durante este tiempo y lo poco que me parece que ha pasado…
Hace unos días me preguntaron si podía echar una mano con un proyecto para BlackBerry [Web oficial]. En realidad no te preguntan, te «asignan». Y luego te preguntan, por eso de ser mínimamente cariñosos, si te ha dolido. Se trata de una nueva versión de un producto ya existente. Durante mi estancia en Madrid estuve con ese proyecto. Heredé el código. E hice lo mejor que pude con el poco tiempo que nos dieron.
La última semana de mi destierro en Madrid, cuando ya empezaba el ciclo de «despedida y cierre» con los amigos, intercambié algunos presentes con algunos de los más afines. En realidad quería regalar a más gente, pero el tiempo se me echó encima y apenas pude encontrar casi nada que me llamase la atención. A Kiko sí tenía claro qué le iba a regalar. Le regalé la versión en DVD de la película ‘Home’ [reseña], de la que siempre hablo maravillas, y él me regaló una novela de Cormac McCarthy [@ Wikipedia] que le había parecido muy buena: ‘La carretera’ [@ Wikipedia].
Hoy me he levantado algo nostálgico, y con eso de que llevo una racha por el estilo y que los medios no hacen más que recordarnos la precariedad del mercado laboral, he decidido arrancar una nueva saga que he catalogado como ‘memorial del besugo’, en honor a mí mismo, y en la que contaré, así en plan abuelo cebolleta mi escasa experiencia laboral que tan solo se remonta a unos 15 años ya.
Lo mío con los comics hace mucho tiempo que terminó. De hecho la última vez que seguí una serie fue la de Nathan Never y, hasta que reencontré los volúmenes en una caja, se podía considerar que eran tesoros perdidos; absolutamente perdidos. Ahora son tesoros reencontrados y pronto, me temo, estarán camino de la planta de reciclaje de papel. Parece que nadie estaba interesado en que se los regalase.
Todo lo anterior no significa que no lea comics.