Debí sufrir una conmoción cerebral de niño, pues hay ciertas manías contra las que no puedo, y la verdad que no quiero, luchar y cambiar. Espera, espera… ¡Anda, que sí que sufrí una conmoción de niño! Estuve inconsciente durante catorce horas, hospitalizado, después de ser atropellado y lanzado unos cuantos buenos metros por el aire -volé, sí, volé- por un coche, camino del colegio. Eso podría explicar muchas cosas… Pero que me odies por ser tan genial no es de las que puede explicar.
Seguramente tu mayor aspiración en la vida sea y será demostrar a tus amigos de infancia y adolescencia cuan lejos has llegado en la vida. Seguramente, también, para eso pienses que la mejor forma de dejarlos boquiabiertos sea comprarte un pedazo de buga que le quite el hipo hasta al cura de tu parroquia que, mientras te toqueteaba, te decía cuan importante era el valor de la humildad. Sí, de esos que tienen tantos caballos que si lo pusieses en vertical te llevaría directamente a La Luna.
No es necesaria una excusa para visitar a mi madre, pero aprovechando que el fin de semana era largo (es bueno empezar la semana con un lunes festivo), comimos en su casa. Como hago cada vez que voy por allí, dediqué un rato para ‘naufragar’ entre las toneladas y toneladas de cosas que poblaban las estanterías de mi habitación y que mi madre ha tenido a bien ir separando con el sano propósito de reciclar (tirar, vamos).
El post de hoy se ha hecho esperar por motivos que solo se pueden explicar cuando un lunes festivo, siendo el que es en Gran Canaria, sigue a un domingo sin dar ni palo, en un fin de semana en que he hecho de todo menos parar delante del ordenador. Bueno, algo he parado, pero más bien poco.
Como quien dice, ahora mismo estoy entrando por la puerta, y he decidido no demorarlo más y ser fiel en mi “uno al día”.
Tras la fiebre de la novedad de los primeros días, en el que he pasado más horas que de costumbre aporreando el mando, las cosas vuelven a su normalidad y miro a la PlayStation 3 de 80 Gb como un recurso más para pasar unas pocas horas, que es lo sano, a la semana jugando a juegos que no entrañen excesiva complejidad social. Los mundos virtuales de comunidades cibernéticas se los dejo a los que tienen poca autoestima y desean hacerse un hueco de reconocimiento y éxito en el universo, y como en este no pueden lo intentan en el otro.
Supongo que después de otra agotadora semana de trabajo, en la que has imaginado mil y una formas en las que tu jefe o compañeros de trabajo desagradables debería perder la vida, estás pensando seriamente en no hacer tus deberes domésticos y tirarte, otro sábado más, a rascarte la barriga, o una zona ligeramente más inferior y que rara vez queda al descubierto, con la insana esperanza de que tus arterias, agradecidas por una vida tan sedentaria, decidan obstruirse definitivamente, liberándote así de el tedio que te supone tu propia existencia.
El artículo de hoy se ha tenido que demorar un poquito porque ayer tuve algunos contratiempos que impidieron dejarlo preparado por la noche. Y mientras espero que no vuelva a pasar, le robo un ratito al horario de trabajo para escribir la entrada de hoy.
Hace poco más de un mes que tengo el iMac sobre mi escritorio y sólo puedo decir que estoy encantado con él. Aunque el hecho de sentirme muy a gusto con el sistema operativo de Apple no quiere decir que no sea capaz de percibir y reconocer sus posibles defectos.
Si eres de esos que ya no se tragan ni una de las trola gubernamentales y estás hasta las gónadas de que los grupos de poder manipulen la información, seguramente eres un conspiranoico y estarás deseando tropezar con cualquier contenido que confirme y justifique ese sentimiento de hastío y repulsa para con las versiones oficiales. Como pasa con las ideas políticas, da igual lo que te argumenten en contra, que siempre pensarás que te están mintiendo; mientras que en cuanto te digan algo que entra en consonancia con tus valores y suposiciones, lo vas a creer a pies juntillas.
Pese a lo que yo mismo creía que iba a suceder, que me cansaría al par de días, aún sigo con esta reencarnación de blogs (la quinta, si no he perdido la cuenta). Me lo he tomado un poco más en serio, pero al mismo tiempo con más tranquilidad. En los casos anteriores, cuando decidía ponerme con ello, me lanzaba a escribir tropecientas chorradas durante unos días (algo así como un Big Bang Bloguero), lo que me dejaba exhausto a los pocos días y con pocas ganas de seguir.
Como viene siendo habitual cada martes, hoy traigo otro recuerdo de los que he acumulado en esa especie de cápsula del tiempo que es mi antigua habitación (y sus estanterías) y los CD con las copias de seguridad de algunos textos antiguos.
El fanzine de la escuela de informática, que ya he comentado en otras ocasiones se llamaba ‘Eyaculación Digital’, fue un medio por el que un buen grupo de alumnos publicaron todo aquello que creyeron oportuno mostrar.