Mi aproximación al conocimiento de la tragedia aérea de anteayer miércoles fue rara, a falta de ocurrírseme otra palabra mejor. Rara vez veo las noticias en televisión (demasiado deporte y demasiado morbo, en general) y tampoco soy muy aficionado a escuchar la radio. De todo suelo enterarme en Internet, en los varios sitios de noticias a los que estoy suscrito, que van actualizando mi Google Reader.
En un momento dado, mientras revisaba varios correos de trabajo, mi mujer se acercó a mí y me comentó que había habido un accidente de un avión de Spanair que había despegado de Madrid con destino Gran Canaria y que había tenido que volver a aterrizar por un fallo en uno de los motores.
El documental comienza contándonos, de forma breve, la historia de los inicios del budismo en China y el renombrado templo o monasterio de Shaolin (página oficial), ubicado en la Montaña Song Shan (provincia de Henan). Hace un repaso, también breve, a la figura de Da Mo o Bodhidharma, quien se dice padre el Kung fú (sí, sí, aunque no te lo creas, no fue David Carradine el padre de este legendario arte marcial).
Hace ya unas semanas leí que Telefónica iba a comenzar a incrementar el ancho de banda de 3 a 6 Mbits, de forma gradual, a todo cristo viviente (pagando 3 € adicionales en concepto de antivirus). Todo “cristo viviente” que ya tuviese 3 Mbits, claro. En mi caso no pudieron actualizar desde 2 Mbits en su momento, así que, teóricamente, tengo (o mejor dicho, tenía) contratado un ADSL de ese caudal a la espera, cuando ellos decidan, de mejorar la infraestructura en la zona donde vivo.
Criado leyendo El Jueves y secreto admirador del Profesor Cojonciano, cuando apareció el fanzine de la escuela de informática, “Eyaculación digital”, tuve ganas de intentar crear y mantener un personaje de cómic. Hice un par de intentos, pero no llegué a publicar ninguno. Soy realmente malo dibujando, así que le evité al resto de los mortales que sufriesen mis trazos.
Rebuscando entre las toneladas de papeles que mi Síndrome de Diógenes y yo han acumulado durante tantos años, tropecé con uno de los intentos de hacer algo decente.
De siempre he querido tener objetivos de esos que llaman ultra gran angulares y, aunque suene muy extraño, los quería, además de para lo típico de este tipo de lentes, para experimentar con retratos.
El objetivo Sigma 10-20 me lo regaló mi mujer con excusa del viaje a Egipto de 2007, antes de pillarme la Nikon D200. Es un objetivo con el que he obtenido buenos resultados, para mi gusto, pese a no ser especialmente rápido o luminoso (se mueve entre una abertura que va desde f:4 a f:5,6).
Seguimos en la línea de buscar alternativas a eliminar a la parienta y descargar esa presión y frustación que te causa trabajar en lo que no te gusta, con esta tercera entrega para el “jugador casual”. En esta ocasión, en lugar de centrarnos en juegos creados o adaptados para las máquinas modernas, vamos a darte la oportunidad de disfrutar de viejos clásicos. Si eres de esos que ya han llegado al ecuador de su esperanza de vida, seguramente agradecerás recordar durante un rato aquellos viejos juegos que te hicieron pasar tan buenos momentos cuando los granos de la cara te iban a reventar.
Sé que es tremendamente inmodesto por mi parte, pero me siento bien por ello: al final han seleccionado la foto de Place des Vosges.
La fotografía me atrajo desde pequeño, cuando veía a mi padre con un trasto pegado a la cara meditando los parámetros de la fotografía. Y luego las largas horas metido en el cuarto oscuro revelando y ampliando, horas que compartí muchas veces con él, estorbando más que ayudando.
Es de suponer que hay algo más que corcho endurecido en el espacio que hay entre tus dos orejas y que, cuando menos, te sorprende, si no te maravilla directamente, lo increíble y fascinantemente variada que se presenta La Madre Naturaleza. Si eres de esos que disfrutan descubriendo cosas que ni se te había pasado por la cabeza que existían, hay multitud de documentales que puedes ver para mantener activa tu red neuronal y mantener vivo tu disfrute por los nuevos conocimientos.
Hacía tiempo que no anhelaba tanto un período de vacaciones. ¿Será que me falta algo en mi trabajo? ¿Que me sobra? No lo creo, porque estoy bastante contento, pero tampoco he parado a pensarlo detenidamente. Lo que sí es cierto es que la última semana, desde el miércoles pasado, se ha hecho eterna, deseando a que llegase el día de hoy. Eso y que hoy toca levantarse tarde (o no tan temprano como de costumbre).
Uno de los primeros cuentos que escribí completo, “El regalo de cumpleaños” también fue mi primera incursión en el género erótico. Primera y última, sospecho. Se lo dediqué a mi amigo Rúbens porque él fue el que me animó a escribirlo cuando le conté la idea. Poco más queda por decir, salvo que lo escribí antes de llegar a la veintena y, hasta esa fecha, no había tenido mucha suerte con el sexo débil, así que me disculpen ellas si hay incongruencias de género.