Polilla: ejercicio mediocremente resuelto
Esta entrada ha sido recuperada gracias a Wayback Machine de un blog que mantuve en La Coctelera.
Hace poco el estimado doctor me puso como reto conseguir la fotografía de una de las polillas que se paseaban cada día por mi casa. Después de unas días sin ver ninguna, desaparecieron justo después del post en el que hablaba de ellas, ayer nos encontramos una al volver a casa por la noche. Tal vez para darme las felicidades por mi cumpleaños. Fue un momento, porque en nada le perdimos el rastro.
Pues cuando iba a acostarme la vi en una pared. Como las paredes son blancas (ahora más bien sucias) enseguida se ve, así que me propuse intentar conseguir una captura tal como se me indicó. Digo que iba a la cama, en ese momento, así que no tenía paciencia para estar montando trípode ni nada por el estilo y, sin apenas haber leído el manual del SB-800 (me asusta la cantidad de opciones que tiene; es un maldito ordenador), se lo encasqueté a la cámara y me puse a disparar, enfocando a veces a mano a veces automático, pero con la cámara siempre en la mano y un pulso muy parecido al que tiene alguien con tiritera incontrolable.
La polilla podía tener, a ojo, unos 10 milímetros, por lo que acercarse al máximo y conseguir una buena zona enfocada en profundidad de campo era imposible. Más manteniendo la cámara en mano. Estas son, para mi gusto, las mejores de muchísimas que saqué en muy poco tiempo.
Algo que me ha fascinado del flash es que soporta el disparo en ráfaga de la D200. Antes de necesitar recargar el condensador te permite hacer hasta diez o más disparos seguidos. Fantástico.
Hacer la sesión con sueño fue divertido, pero el resultado no pasa de ser mediocre. En fin, espero ir mejorando a medida que mejore mi conocimiento de la técnica subyacente. Paciencia, paciencia.
Por cieto, el amigo frikosal ya mencionado acaba de inaugurar una pequeña galería con sus fotos. Hay que verlas. Yo la estoy disfrutando como un niño pequeño ante un escaparate de golosinas.