Tesoros perdidos reencontrados (XII): El discurso de la orla
No soy muy amigo de eventos multitudinarios y menos aún de convertirme centro de atención de intensas miradas, pero acepté orlarme con los compañeros -después de estar varios años desconectado de la facultad- y, aún más increible, acepté el reto de preparar el discurso y -lo que mirado retrospectivamente me parece toda una proeza personal- compartir escenario con el compañero José para leerlo delante de los familiares y amigos, desconocidos todos ellos, de mis compañeros de clase. Los míos ya saben que soy especial (en el buen sentido).
Dentro de las cosas que me he encontrado en los ‘discos perdidos’ está el discurso de la orla; al menos un borrador. Como decía antes, lo escenificamos José y yo, leyendo cada uno de forma alternada una parte. Por ello, en el texto, aparecen las marcas de quién intervenía en cada momento.
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SAULO —>
Buenas noches,
Cuando empezamos, tiempo ha, la Escuela Universitaria de Informática, trámite que nos trajo a la Facultad, los veteranos alumnos nos recibieron con una agorera profecía: “se les va a caer el pelo”, decían. Y en lo que a nosotros se refiere tuvieron razón. Pero como quiera que esta alopecia pronosticada nos atacó también al órgano del gusto, nos vamos a permitir, durante los próximos minutos, aún a riesgo de aburrirles, a hablar sin pelos en la lengua. Queremos que nuestro discurso, parrafada o verborrea, como ustedes prefieran, pibotee sobre tres conceptos que a nosotros nos parecen claves para apreciar lo que sufrimos ayer, lo que enfrentamos hoy y lo que acometeremos mañana. Estos son, principalmente la profesionalidad y como componentes imprescindibles, la vocación y la humanidad.
JOSÉ —>
Profesional: Dícese de la persona que ejerce alguna actividad como profesión. Profesión: Acción y efecto de profesar. || 2. Empleo, facultad u oficio que cada uno tiene y ejerce públicamente. Profesar: Ejercer una cosa con inclinación voluntaria y continuar en ella.
Al segundo o tercer día del curso, el primer año de carrera, un profesor, cuyo nombre no vamos a revelar por respeto, escribió de forma incorrecta una palabra en la pizarra. Uno de esos errores relativos a las letras B y V que a todos nos puede ocurrir en cualquier momento. En aquel instante no tuvo mayor relevancia puesto que como ya se ha mencionado, un error lo puede tener cualquiera. Sin embargo el hombre, al percatarse de su error por las risillas apagadas de algunos alumnos, quiso corregir el problema borrándola apresuradamente con la mano y reescribiéndola… intercalando una H, tal vez por eso de que es “muda”. En ese momento las risas, que por respeto no diremos carcajadas, ya eran fácilmente audibles. Pero lo que nos dejó verdaderamente atónitos fue la posterior justificación “profesional” (entre comillas) de aquel maltrecho profesor: “bueno, es que yo soy de ciencias, no de letras”. Aún fue peor que al día siguiente este mismo profesor de ciencias intentara resolver durante quince minutos una división de un número, de cuatro cifras, entre el número dieciséis, tarea que logró finalizar con la ayuda de los alumnos presentes. ¿Se imaginan ustedes que como futuros profesionales dejáramos faltas de ortografía en las opciones, instrucciones y mensajes de nuestros sistemas? ¿En qué cabeza cabría que nos escudáramos en que no somos de letras, sino de una carrera técnica? Flaco favor nos haríamos a nosotros mismos y a nuestra imagen como profesionales del ramo. Creemos, o queremos creer, que un buen profesional, independientemente de la labor o del trabajo que desempeñe, se mide por la responsabilidad de sus actos. Un buen profesional no es aquel que nunca yerra, sino aquel que tras equivocarse asume su error y actúa en consecuencia, humildemente consciente de sus propias limitaciones, sin buscar culpables allá donde no los hay para sostener una fraudulenta respetabilidad. Un buen profesional debe ser siempre consciente de que nunca lo sabrá todo, de que siempre le quedarán cosas por aprender, por lo que se auto-impondrá la constancia por mejorar y el afán de superarse a sí mismo.
SAULO —>
Vocación: Familiarmente, inclinación a cualquier estado, profesión o carrera.
Tenemos un profesor que en su despacho ha dispuesto un cartel que reza, más o menos, “estoy aquí para hacerte la vida miserable”, y aunque en este caso creemos se trata más bien de humor negro, nos hace meditar sobre la vocación o lo que es lo mismo: ¿por qué hacemos lo que hacemos? Habría que atender al hecho de que hace falta vocación y espíritu de sacrificio para acometer con éxito las disciplinas informáticas de forma profesional. Para un profesional la vocación es lo que le impulsa a querer saber más, a querer mejorar; y en muchos ocasiones a que la satisfacción y el placer del trabajo desempeñado le suponga mayor beneficio que cualquier retribución monetaria. No queremos insinuar con esto que se trabaje gratis, ¡ni mucho menos!; sino que apreciemos lo difícil que es encontrar, hoy día, un trabajo que nos llene plenamente. Sin vocación, el profesional es un cascarón vacío que desempeña una labor mejor o peor, pero siempre sin cariño y las más de las veces, de forma rutinaria. Desgraciadamente son muchos los casos en que se valen de la informática -como de otras profesiones- como mero transporte para alcanzar otras aspiraciones, la mayoría de las veces simplemente para obtener poder político. ¿Por qué hacemos lo que hacemos?
JOSÉ —>
Humanidad: Sensibilidad, compasión de las desgracias de nuestros semejantes.
“Estoy aquí para hacerte la vida miserable”. Queremos hacer hincapié y destacar en especial este punto, ya que antes que profesionales, con o sin vocación, debemos ser humanos. Durante nuestra corta vida profesional, porque sí, nosotros compaginamos estudios y trabajo, nos hemos encontrado muchas veces con personas verdaderamente asqueadas de los informáticos. ¿Por qué esta visible animadversión? Casi siempre el problema es el mismo: la altanería, la pedantería, la inmodestia que acompaña a los informáticos, que siempre hacen lo que les da la gana y luego nunca explican nada, o lo hacen a regañadientes. “¿Se creerán dioses y que sólo ellos son capaces de hacer lo que hacen? ¡Pero si ni siquiera funciona bien!”. Por suerte, o por desgracia, en la mayoría de los casos estos cafres de la informática son aficionadillos que tras leerse un libro de VisualBasic ya se consideran aptos para programar aplicaciones informáticas de alta complejidad. Sin embargo no es nuestra intención, en este punto, el entrar a valorar la competencia de estos individuos, sino el reflexionar sobre el talante humano. Cuando acometamos un proyecto informático podemos caer en la tentación de pensar únicamente en términos de ordenadores, redes, programas, potencia de cálculo, millones de registros, costos y beneficios… y olvidarnos de las personas para las que vamos a construir el sistema. Es como el profesor que se olvida que su papel como profesor es articular los medios de que dispone para enseñar a sus alumnos y no potenciar dichos medios con algún oscuro fin.
SAULO —>
Somos conscientes de que hemos tratado muy superficialmente los puntos descritos, principalmente por miedo a aburrirles, pero es nuestro deseo que tanto esta promoción como las futuras afronten su cercana vida laboral como profesionales responsables y competentes, con una viva vocación y una gran calidad humana.
JOSÉ —>
En el primer borrador de este discurso habíamos incluido lo que consideramos buenos ejemplos, entre los profesores, de lo que debía ser un buen profesional con vocación y calidad humana. Pero al final lo retiramos para evitar agravios comparativos a sabiendas de que ellos ya están enterados de la categoría en la que caen.
SAULO —>
Ya en el último tramo de este soporífero discurso, queremos agradecer la presión sufrida durante toda la carrera, pero en particular este último año, que ha hecho que la mayoría de nosotros nos hayamos unido como colectivo: la unión hace la fuerza. Sinceramente será difícil olvidar a los compañeros de este curso.
JOSÉ —>
Expresar nuestro agradecimiento más sincero a nuestros padres, por soportarnos y, en la mayoría de los casos, por sufragar nuestros estudios; a nuestros seres allegados, presentes o ausentes, por ayudarnos e insuflarnos ánimos en los momentos de flaqueza.
SAULO —>
También agradecemos a título personal a los promotores de este acto sus esfuerzos para que quedara perfecto: Etiel, Pablo, Aldo, David y Ossian; a Roberto Moreno hijo, por apadrinarnos y por demostrar una calidad humana al tratar con los alumnos fuera de cualquier discusión; al director del Museo de la Ciencia, D. ___________________________, el habernos ofrecido generosamente este recinto para la celebración; y al resto de las autoridades aquí presentes. A todos ustedes, y en especial a nuestros seres más queridos y cercanos dedicamos este sincero aplauso.
JOSÉ —>
Por último, para distendernos después de esta pequeña reflexión, citaremos algunas frases célebres que hemos escuchado durante estos infernales años de carrera, pidiendo disculpas a todos aquellos que no entiendan todo el significado o por qué es significativo para nosotros.
SAULO —>
“Intersectará con la esfera muchas más veces de las que se merece la canaleta” (Modesto Castrillón, profesor)
JOSÉ —>
[Signo de la victoria] “Emmm… Estamos jodidos” (Pablo César, alumno)
SAULO —>
“Fijarse de que, de que hay que fijarse” (Domingo fijarse-de-que Benítez, profesor)
JOSÉ —>
[Puño cerrado y entre dientes] “¡Estamos jodidos!” (David Brito, alumno)
SAULO —>
“Pero si esto es fácil, je je… oh” (Pedro Medina, profesor)
JOSÉ —>
“Si hasta mi sobrina de 7 años sabe hacerlo…” (Carmelo Cuenca, profesor)
SAULO —>
“Qué miedo… qué miedo…” (Idaira Mejías, alumna)
JOSÉ —>
“Eres root… eres Dios” (José Antonio Muñoz, profesor)
SAULO —>
“¡Dios mío, esto es un infierno!” (Rambo, héroe popular estadounidense)
JOSÉ —>
“Esto… profesor… ¿Habría alguna posibilidad de retrasar la práctica y el examen” (los alumnos)
SAULO —>
“Pero… ¿de verdad hay que defender la práctica?” (los alumnos)
JOSÉ —>
– “El pastor estaba haciendo una aplicación biyectiva entre las ovejas y las piedras… [PAUSA REFLEXIVA] claro que él no lo sabía” (Roberto Moreno hijo, profesor)
SAULO —>
A todos gracias por su atención y ánimo compañeros, que ahora empieza lo difícil.
SAULO Y JOSE —>
Buenas noches y muchas gracias, [PAJA-MENTAL]
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Recuerdo que el miedo escénico nos hizo tartamudear más de una vez, pero en general la cosa salió más o menos de forma decente. El chiste del principio es que tanto José como yo teníamos y tenemos, vamos a decirlo, muy poco pelo en la azotea, por lo que nos venía pintado para la ocasión. La “paja mental” era un gesto hecho con la mano como si tuviésemos un genital masculino erecto en la frente. Por supuesto sólo comprensible para los compañeros de clase. El resto tuvo que pensar que éramos algo así como fanáticos de alguna serie de etés tipo StarTrek.
Releyendo el discurso, algo que no estoy haciendo con la mayoría de los escritos viejos para no sentir vergüenza propia, creo que he sentido un pequeño movimiento de emoción en mis vísceras. A ver… Ah, no. Era un gas.
Actualización (07/10/08): Tarde cuenta me di, que había copiado la versión sin sustituir los menor-qué y los mayor-qué por comillas. Así que el intérprete del editor, o el editor interpretando, se comió lo que había en medio. Creo que ya está.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔