Un capítulo curioso de una serie documental curiosa: 'Ciudades bajo tierra: Nueva York'
Más bien por curiosidad, y haciendo uso de las inmorales redes de pares, me hice con una copia del documental ‘Ciudades bajo tierra: Nueva York’. Cuando lo pillé, me lo tropecé solo y, como cazador que aprovecha la soledad de la presa, no dudé en dar buena cuenta de él en dos clic de ratón. Una vez superado el reglamentario tiempo de descarga, visionándolo cómodamente echado en mi sofá, me percaté que debía formar parte de una serie o conjunto de documentales cuya temática consistiese en hurgar la Historia bajo las faldas de ciudades conocidas. Una rápida búsqueda en Internet confirmó la sospecha. Que yo sepa ya superan la treintena de capítulos, repartidos en tres temporadas.
De momento no he seguido exprimiendo el cutre ancho de banda de mi conexión ADSL para continuar comportándome de forma despreciable e ilícita, pero la tengo en mi lista de posibles. Todo se andará.
Sin resultar -al menos para mi persona- un documental especialmente apasionante, el referido a la ciudad de Nueva York, y sin ser especial seguidor de este tipo de documentales o su temática, sí que es cierto que me intrigó el enfoque y el tema. Lo suficiente, al menos, como para apuntar en mi to-do list el recordarle a mi progenitor que se encargue de grabar alguno del Canal Historia, donde lo emiten -o emitían- y me ahorre el tener que localizar y descargar nuevos capítulos. Mi padre sí es de los que se gastan dinero manteniendo la plataforma satélite en España. Yo, como buen hijo de esta generación, lo parasito. Al menos que me ahorre unas cuantas descargas.
Volviendo al tema y concretando, el capítulo de Nueva York, y como el nombre de la serie sugiere, se adentra, pese a adolecer en varias ocasiones de un tono y enfoque sensacionalista, en varios lugares de interés histórico que se conservan en la ciudad de Nueva York y que tiene la característica de estar enterrados a unos cuantos metros bajo tierra. Una forma diferente de visitar la ciudad estandarte de nuestra sociedad.
Recalco lo del tono sensacionalista porque este tipo de documentales parece requerir de la fórmula del nunca visto antes o del no te lo vas a creer para resultar más interesantes a la audiencia. Cosas del tipo “emplearon una técnica revolucionaria para la época” seguido de un “que ya habían usado los romanos veinte siglos atrás”, no suele ser algo que me guste en exceso. ¿Cómo demonios una técnica con dos milenios es revolucionaria para la época? En fin…
En cualquier caso, y salvando el pequeño error de forma, el contenido del episodio es más que aceptable y curioso, por lo que si no eres de los que sufren de urticaria cuando les hablas de Historia, este documental, y posiblemente la serie completa, puedan resultarte lo suficientemente interesantes como para dedicar ratos a visionarlos. No se sabe de nadie que haya muerto por exposición al conocimiento, al menos en forma de documental televisado. Aunque siempre existe el temor de que cualquier intento de incrementar tu saber devenga en alguna forma de ictus epiléptico (algo así como un buffer overflow cerebral); o que violes tu juramento hipocrático del consumista y acabes cayendo en las -de momento solo ilícitas, que no ilegales- redes del intercambio de ficheros. ¿Riesgos que merece la pena correr? No lo descartaría en este caso. Suerte.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔