Mi microexperiencia con el lector electrónico iLiad
Soy un compulso coleccionista de libros. En especial en forma electrónica ya que, gracias a las redes mafiosas del P2P, he dado con verdaderos santuarios de los que he conseguido cientos, por no decir miles, de libros. Con esta particular y enfermiza forma de coleccionismo llevo años ordeñando la red y recolectando archivos con obras variopintas. En su mayoría todos de corte técnico, que a fin de cuentas es lo que soy: tecnicus vulgaris. No lo puedo ni quiero evitar. Al menos mientras la actividad de recolecta para uso privado siga siendo legal. Ya lo decía Oscar Wilde: “La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella”.
Con tanto libro en formato electrónico, no es de extrañar que lleve también un par de años deseando hacerme con un lector de libros electrónico. A día de hoy sigo sin haber invertido dinero en ello porque, principalmente, tengo tantos libros en papel (analógicos) que aún no he leído, que gastar el pastizal que cuestan estos bichos electrónicos no me resulta práctico. De momento. Y aún más complicado lo pongo dado que sigo, como otra forma enfermiza de coleccionismo, comprando libros y más libros en papel. Llegará un momento en que mi mujer me echará de casa.
Pero ha querido la fortuna que mi primo Miguel, conocido en algunos círculos de perversión como “el barbas”, me dejase el suyo durante unas semanas para probarlo y ver si me lanzaba al despilfarro imprudente. Imprudente desde el punto de vista marital, claro. Mi tendencia al consumo descontrolado se convierte en deporte de riesgo cuando mi mujer se entera. El que llene la casa con libros no se acerca en peligrosidad al despilfarrar dinero en “otro” cacharro. Pero no es momento de ir ventilando las desavenencias conyugales.
Así que, gracias al mencionado barbas, y en detrimento de mi otro primo que también ansiaba tan preciado tesoro, he tenido la oportunidad de manosear durante un buen rato el iLiad de la compañía iRex. Aparatito reconocido como uno de los mejores, si no el mejor, lector de libros electrónico que hay en la actualidad y que -también en la actualidad- cuesta la nada despreciable cantidad de 600 €. Euro arriba, euro abajo.
Antes de seguir, apuntar que en Youtube hay un vídeo de una tipa del programa “En un Tic Tac”, de la sexta, vendiendo el chisme en sí. Más que una review es un publireportaje, pero puede servir para hacerse una idea de las dimensiones físicas y de algunas de las características destacables que vienen con el chisme. En Ars Technica hay una review algo más elaborada.
Yo no he usado, creo, ni la mitad de las cosas del iLiad, pero como potencial comprador que soy -y seré-, voy a dar mi opinión y, principalmente, las cosas que no me gustaron. Aquellas por las que voy a posponer su compra.
Para empezar, y como motivo principal, tenemos el precio. Es un dispositivo excesivamente caro para el volumen de libros técnicos que, en la actualidad, pueden conseguirse en español. No digo que no se puedan conseguir, pero hasta la fecha, lo que he encontrado por las vías alternativas de las mafias del P2P, suelen ser versiones malas o resultantes de escanear el libro en papel. Mi experiencia con el iLiad manejando archivos PDF grandes, sin decir que fue desesperante, sí que resulto algo decepcionante. En general el paso de página es lento (otro motivo que me disuade de comprarlo), pero con documentos grandes puede llegar a ser una prueba a nuestra paciencia.
Las veces que intenté hacer uso de la búsqueda desistí. Seguramente soy yo el que no lo sabe hacer correctamente, pero vamos, de ser así, entonces es menos intuitivo de lo que esperaba. Después de tres o cuatro intentos sin resultado desistí.
Otro punto que no me terminó de convencer era que no conseguí, leyendo los libros desde una memoria externa SD, que tras cambiar de libro, me guardase el punto en el que me había quedado en el primero. Al volver al libro anterior tenía que reiniciar desde el principio la búsqueda de la página en la que me había quedado. Seguramente existirá alguna manera de hacerlo, pero yo no la encontré. Que funcione quiero decir. Porque en otra ocasión me encontré que, directamente, no le gustaba mi SD.
En alguna ocasión, sobretodo con libros técnicos con muchas ilustraciones, eché de menos el color. Pero esto no ha de tratarse como un defecto del producto, sino como una feature de la tecnología y lo menciono más bien para engordar artificilamente la lista de puntos negativos que porque realmente me molestase su ausencia.
Aunque, sin ser el precio, que es de momento el verdadero motivo que me aleja del chisme, los puntos negativos que he mencionado hasta ahora podrían ser considerados pecata minuta, llegado el momento del desembolso, sí es cierto que hay uno que me resultó especialmente incómodo: el puntero o lapizito de las narices. Hay cosas que solo se pueden hacer con el lápiz. Y no digo hacer dibujitos (algo que puede ser desesperantemente lento) ni tomar notas sobre las páginas del libro (algo que no siempre funciona o no te deja, simple y llanamente, el documento). Hablo de lo incómodo que resulta estar echado en la sofá leyendo y tener que andar buscando con la yema del dedo el lápiz para darle a alguna de las opciones y luego tener que volver dar con el orificio donde se almacena hasta su próximo uso. Reconozco que lo que me pasa se podría llamar envidia de iPhone, pero después de tener uno en mis manos (un iPhone), creo que todos los dispositivos deberían manejarse con los dedos.
Para mí lo importante era evaluar el dispositivo como lector de libros electrónico y no tenía intención de quedármelo mucho tiempo. Por ello ignoré, directamente, el resto de opciones como navegar por Internet y leer periódicos en línea. Lo de dibujar lo intenté por curiosidad y (re)descubrí que no estaba hecho para eso. Ni yo, que soy un patético dibujante, ni el dispositivo, que te presentaba el garabato una eternidad después de haber terminado el trazo -y tras haber salido a comprar café, puesto la cafetera y tomado un agradable cortado con la familia-.
En resumen, un dispositivo a mi entender demasiado caro, un pelín lento en respuesta y que adolece de una interacción hombre-máquina algo tosca y retrógrada (salvo por la barrita para pasar de página, que es muy cómoda). Estamos en la era de toquetear con los deditos las pantallitas. Tras la experiencia, mi umbral de compra de este dispositivo estaría en 200 €. Por encima de esa cantidad no haría el desembolso. Y ya puestos espero a la versión en color.
Sin embargo, para no terminar con ese sabor tan negativo, ya que me he ceñido a esos aspectos con saña, decir que la lectura sobre un dispositivo de tinta electrónica es todo lo que prometen y, en resumen, resulta una experiencia gozosa. No cansa la vista -al menos no tanto como las pantallas retroiluminadas- y es prácticamente comparable al acabado que tendrías en un libro de papel. En ese aspecto el iLiad tiene matrícula de honor.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔