'Allegro ma non tropo'
Leí por primera vez ‘Allegro ma non tropo’ cuando tenía diecinueve años, creo. Tampoco creo no equivocarme al decir que en aquella época, con las hormonas poniendo a prueba cualquier representación o formulación cuántica que pudiera intentarse de su movimiento, que al browniano lo dejaba en calma chicha, fenómeno que provocaba que tuviese la cabeza llena de grillos, como buen estudiante universitario, la interiorización que hiciera del texto no era, con mucho, la más adecuada en relación a su aprovechamiento intelectual futuro. Sin embargo, quedó en la trastienda de la subconsciencia que el libro de Carlo Maria Cipolla, apellido poco afortunado para ser dicho ante un español, escondía algo más de lo que consiguió permear a través de una mente en ebullición consciente, con fijación sexual por compañeras de clase, y apunté sin saberlo que habría de ser uno de esos libros que tendría que volver a leer cuando mi psique lograse asentarse un poco más y, en definitiva, madurase lo suficiente como para andar más calmado en las lecturas.
Recientemente, en una de mis pocas incursiones a casa de mi madre, revisando los cientos de libros que han sobrevivido a la gratuita donación o a la decisión de la moda del reciclado, tropecé con este libro, y el condicionante autohipnótico que veinte años atrás había impreso en mi subconsciente, salto como una alarma nuclear. Sin reincidencia en la duda, me llevé el libro en préstamo y lo releí, esta vez con mucha más calma y disfrutando más del contenido del mismo.
‘Allegro ma non tropo’ es un libro pequeño, de aproximadamente unas noventa páginas, que se lee en un par de horas -un poco más si se es un lector tan lento, caracólico se diría, como yo-, y que no deja de divertir en todo ese tiempo. Se compone de dos pequeños ensayos, o parodias de ensayo, ‘La papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media’ y ‘Las leyes fundamentales de la estupidez humana’. En la primera anuda, de forma muy entretenida, una serie de fenómenos estableciendo una ruta de causalidad desde la caída del Imperio Romano hasta el comienzo del Renacimiento, intervalo que se vino en llamar Edad Media, y que propone a la pimienta, y sus efectos secundarios, como motor de empuje para las decisiones de estado que se tomaron. Es, como decía hace un momento, un texto que resulta muy entretenido y, al tiempo, llega a ser instructivo, pues más allá de lo simple de su argumentación, pues es difícil creer, aunque a veces Occam tiene razón, que tan simples efectos y causas fuesen determinantes, no deja de enmarcarlo en hechos reales y un contexto que en verdad aconteció. Todo ello narrado de forma sencilla, llana y brillante.
[…] Solo, en su ermita rodeada de enormes árboles silenciosos del espeso bosque, Pedro sufría en silencio y rogando a la Divina Providencia que le concediera un poco de pimienta con que condimentar sus sencillas comidas. Pero la Divina Providencia sabía que incluso una pequeñísima dosis de pimienta hubiera comprometido la vida espiritual de Pedro y, por tanto, en vez de pimienta le enviaba lluvia, nieve y rayos. […]
El segundo, ‘Las leyes fundamentales de la estupidez humana’, de índole nada económico ni histórico, se centra en un análisis de la estupidez y formula cinco leyes que pretende demostrar durante el transcurso del breve texto. Y falta de razón, si se revisa con calma, más allá de la vis cómica, no le falta a este humorístico ensayo. Así, de las cinco leyes, y algún corolario, se podría enumerar a modo de ejemplo la tercera: «Una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas». El resto, por no reventar el encanto de su descubrimiento, se las dejo al posible lector que las obtenga de su fuente original. Como digo, no falta razón a este texto que, de apariencia humorística, siempre huyendo de la burla eso sí, tiene más profundidad de la que en instancia reclama.
La primera vez que leí el librito, mis conocimientos sobre Teoría de juegos, Teoría de la decisión y chuminadas por el estilo, eran completamente nulos. Hoy en día no lo es mucho más, pero sí que me suenan cosas como «estrategias ganar-perder» o, una que se convirtió en filosofía empresarial, «estrategia ganar-ganar». En esta segunda lectura, sin embargo, he descubierto una herramienta simple y sencilla que podría, tal vez, ser aprovechada en discusiones sobre liderazgo. Pero eso lo dejaré para otro momento.
En resumen, un libro que, por breve y por divertido, bien vale la pena llevárselo un día a la playa -o a la piscina, aunque también cabe el campo- y tumbarse a leerlo durante un par de horas. Puede que no le vean lo que yo he encontrado en él, pero al menos doy garantías de que ese tiempo se lo pasarán sonriendo cada par de párrafos. Recomendado.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔