'El éxodo de los gnomos' (trilogía)
Ya he confesado en más de una ocasión que me gusta muchísimo la prosa y el estilo de Terry Pratchett. En realidad, hablar de Terry Pratchett es hablar, casi en el noventa y nueve por ciento de los casos, de su serie Mundodisco, que a estas alturas tiene más libros que la Enciclopedia Inglesa volúmenes. Así que, por simple propiedad transitiva, me gusta muchísimo la prosa y el estilo de la serie Mundodisco. Sin embargo, dentro de ese uno por ciento que no es el consabido Mundodisco, encontramos la trilogía ‘El éxodo de los gnomos’. Sí, «trilogía» viene de tres. Sí, efectivamente, ‘El éxodo de los gnomos’ se trata de una serie de tres libros. Ni dos, ni cuatro. Tres. Eso es lo que quiere decir «trilogía».
Tras la aclaración de lo que podemos entender por «trilogía» pasemos a la obra en sí y a la trascendencia que pueda tener en nuestras vidas, que es ninguna. Dicho de forma rápida y resumida: aunque está en la línea de las novelas relativas a un mundo plano sostenido sobre cuatro elefantes que se mantienen erguidos sobre el caparazón de una tortuga de dimensiones planetarias, es bastante floja, repetitiva y, perdóname padre-pratchett, aburrida durante buena parte de sus páginas, que pasan delante de nuestro intelecto sin excesiva repercusión. Para el que tenga intelecto, que a veces no es el caso del que escribe esto en este momento. Lo mío es la programación, no la inteligencia.
Masklin le dio vueltas a estas palabras mientras volvían sobre sus pasos. En el Exterior no había tenido nunca religiones ni política, pues el mundo era demasiado grande para preocuparse por cosas así. Con todo, tenía serias dudas acerca de Arnold Bros (fund. en 1905). Al fin y al cabo, si había construido la Tienda para los gnomos, ¿por qué no la había hecho a la medida de éstos?
Cierto que el planteamiento del posible origen de los gnomos, que más allá de ser seres salidos de la entraña de algún bosque que no tenía nada mejor que fabricar gnomos por generación espontánea nos ofrece un origen accidental distinto y -¿por qué no?- más plausible (no quiero desvelar nada), unido al sentir crítico del autor con los estamentos religiosos -una vez más- y con las jerarquías de poder, no deja de ser ingenioso, curioso, ácido y merecedor, en general, de ser leído. Como lo suelen ser en su caso todas las veces que el autor ironiza sobre religión o política, que a veces parece que se repite más que el ajo. Sin embargo, las partes agudas e inteligentes representan un porcentaje muy pequeño de la letra escrita en los tres libros, por lo que a duras penas se justifica la inversión de tiempo que llevaría leerlas. Aunque ya se sabe, habrá quien disienta -o mienta, por aquello de la auto-coherencia en la defensa de la obra de Pratchett- y diga que es estupenda. No seré yo de esos y, salvo que no tengas nada mejor que hacer, y mira que se me ocurren cosas mejores que hacer, no son libros que recomendaría leer.
En resumen, literatura de la que está bien para pasar el rato en el retrete, sin más trascendencia, que se olvida rápidamente, y que dará la razón a los detractores del escritor, pese a que el que escribe cree, a pies juntillas, que se trata de «la excepción que confirma la regla». A Pratchett hay que leerlo. Sí o sí. Bueno, siempre que no se trate de ‘El éxodo de los gnomos’.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔