Elogio a los programadores de visualizadores de música
No recuerdo dormir tan bien durante tanto tiempo como lo hago desde que estoy en Madrid. Tal vez sea porque por las noches hace más frío y ayuda a aturdir los sentidos. O que «me tienen explotado», como me dice o recrimina el amigo sulaco, y llego rendido. Lo cierto que por una causa, por otra o cualquier motivo desconocido, duermo de un tirón la mayoría de las noches. No duermo mucho. Con cinco o seis horas para mí es suficiente. Pero son aún mejores si las duermo de un tirón. Como llevo haciendo seis semanas.
Sin embargo, las viejas costumbres rara vez se olvidan y, de vez en cuando, hay alguna noche que me desvelo antes de tiempo. Son noches que la cabeza gira a millones de revoluciones por minuto. Así que con esa celeridad neuronal, es estúpido intentar seguir durmiendo. Pocas alternativas tengo cuando mi cerebro decide funcionar a ese ritmo. Ahora intenten imaginar lo que podría suponer para cualquier cuerpo, animado o inanimado, verse acelerado de cero a cien mil en apenas un microsegundo. Quedaría destrozado inmediatamente por la fuerza de empuje. Por ello, la solución de leer no funciona casi nunca. Intentar meter ideas, conceptos o sentires estáticos dentro de una centrifugadora los destroza nada más aproximarse al horizonte de sucesos. En esos casos lo mejor es encender el portátil y ponerme a escribir cualquier cosa. Lo que se me va ocurriendo. Como si la palabra me poseyera y yo únicamente fuera un autómata a su servicio para dejarla por escrito. Casi el cien por cien de todo lo que se produce en esos momentos de insomnio, suele desaparecer en la papelera con la misma velocidad con que fueron escritos. De no hacerlo, el borrador de esta bitácora necesitaría un universo alternativo para contener tanta entropía.
Pero hay veces que la energía que genera mi cerebro es tan intensa que tampoco puedo detenerme a escribir. Siempre habrá una limitación mecánica en mis movimientos, que nunca llegarán a la altura de lo que exige la mente incandescente y casi febril que, por voluntad propia, decide explotar universos alternativos de causalidad. En estos casos límite, la única alternativa es escuchar música. Tal vez por aquello de que aplaca a las fieras. Hasta la fecha, en estos casos, paso de encender el ordenador y opto por escucha música en el iPod/iPhone con los ojos cerrados con la esperanza de no levantarme especialmente agotado. Sin embargo, hace poco tuve la ocurrencia de escucharla en el portátil. Y aún tuve la mayor ocurrencia de probar a «visualizar» la música, buscando algo en lo que centrar la mente.
No sé si en las versiones anteriores del iTunes existía este visualizador. O si es exclusivo de Mac. Lo cierto es que me parece fascinante. En apenas unos minutos esa especie de simulación física de partículas y gravedad consiguió que mi mente dejara de jugar con millones de cauces alternativos del futuro y se centrara en esos movimientos hipnóticos. Y tras la pausa de la maravilla, empecé a imaginar cómo podría estar programado -deformación profesional- hasta considerar que, aunque parezca sencillo, no lo debe ser. En realidad pocas cosas son ya sencillas en los ordenadores y sistemas operativos de hoy; salvo la interacción con el consciente humano. Es fácil sentenciar «esto es una mierda» o «esto es una chorrada y se programa con la punta del cipote», pero conozco muy poca gente que tenga la habilidad para imaginar, para diseñar y para programar un visualizador como el que me tropecé, por accidente, una noche de insomnio en el iTunes. Y es que, para mí, que me conozco conocedor de los entramados de la tecnología, es una de esas pequeñas joyas que pasan desapercibida para la mayoría de la gente, que ahíta y acostumbrada a la trivialización de la tecnología, no saben apreciar en su justa medida. El que programó -o los que programaron- este visualizador es un genio -o son unos genios-. No solo porque es cojonudo, sino porque he encontrado algo que consigue sacar a mi mente superior de espacios hiperreales hasta encontrar la calma nuevamente. Si Lorenz vivía un idilio desenfrenado con su atractor caótico, yo he encontrado en el visualizador del iTunes un «focalizador de orden». Magnífico.
Si existe la curiosidad por saberlo lamento decir que no, que aún siendo cojonudo, no consiguió reintegrarme al mundo de Morfeo, pero me animó, a las cuatro de la madrugada, a empezar a escribir esto. Digno de elogio.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔