'Alvin Maker I: El séptimo hijo'
He dicho -y como tengo pocos temas de los que hablar, seguiré repitiendo- que tengo una lista de libros por leer que tiende a la enormidad. He perdido la cuenta y no quiero actualizarla, pues podría deprimirme. Los tengo todos repartidos por distintos lugares. Algunos están en varias estanterías, en mi casa. Y los que llevan más tiempo esperando, aún están en casa de mi madre, suspirando por que vaya a buscarlos. Así que, de vez en cuando reviso las estanterías de libros -sean las propias o las maternas- que no he leído y me digo «venga, éste» y lo añado al buffer de salida donde están los próximos tres o cuatro. Dicho buffer es mi mesa de noche. Eso es lo que pasó con el primer libro de la serie ‘Alvin Maker: El séptimo hijo’. Creo recordar que este libro lo compré, aprovechando que en El Corte Inglés tenían un cajón lleno de libros en oferta, por tres o cuatro euros. Hará cosa de cinco años. Lo compré porque me resultó insultantemente barato, no porque me atrajera comprar nada más del autor después de un par de fiascos. Así que lo deposité con otros que ya esperaban y me olvidé. Durante todo ese tiempo estuvo esperando a ser el «elegido» para pasar a mi mesa de noche. Hasta que un día me lo tropecé por accidente y decidí darle una oportunidad.
También he repetido alguna vez que mi relación con Orson Scott Card es de amor-odio. Tal vez no lo comprendo bien, al autor, pero después de la obra maestra que fue ‘El juego de Ender’, me «tragué» ilusionado otras novelas que resultaron ser verdaderas bazofias. Al menos de forma comparativa, ya que al enfrentarlas con ‘El juego de Ender’ quedaban muy mal paradas. Recientemente me pasó con ‘Wyrms’. Reconozco que tal vez fui un poco duro con esa novela, pero es lo que tiene sentarse a leer con la esperanza de encontrar una novela a la altura del ya mencionado comienzo de la saga de Ender. Al final acabas decepcionado. Y lo pagas con el libro, porque al autor no lo tienes cerca para decirle cuatro cosas a las barbas.
Sin embargo, no ha resultado así con la primera de las novelas de la saga de Alvin. Tal vez porque ya no «exigía» al autor que volviera a sorprenderme. Pero mira tú por dónde, sin pedírselo, me sorprendió. Ha sido una novela que injustamente ha esperado demasiado tiempo a ser leída, digo ahora mirándolo de forma retrospectiva. Que una vez puesto a ello, se lee de principio a fin en un momento, disfrutándola a cada párrafo. Al menos en mi caso, que me la leí entera en un santiamén —que dado el imperativo de un universo relativista, puede ser el equivalente a una eternidad de algunas personas—. Algo que tampoco tiene demasiado mérito, ya que no es muy larga. Trescientas páginas que, para alguien de lectura ávida, significa un par de tardes leyendo. Para mí, de lectura más cercana a la velocidad de un quelónido en tierra, supuso una tarde más.
El Hombre Refulgente escuchó su pregunta antes de que hallara palabras con qué expresarla. Y nuevamente sintió la oleada de luz y tuvo otra visión. Esta vez se vio oprimiendo sus manos contra la piedra, y la piedra se derretía bajo su contacto, como mantequilla, hasta adquirir la forma exacta que él deseaba, suave e íntegra. Y luego caía de la ladera de la montaña y echaba a rodar. Era una esfera perfecta, una bola perfecta que crecía y crecía hasta ser un mundo, de la forma que sus manos le habían dado, con árboles y hierba sobre su faz y animales que corrían y saltaban, volaban y nadaban y reptaban y se asomaban dentro y fuera de la bola de piedra que él había creado. No, no era un poder atroz sino glorioso, si sabía usarlo.
Siendo del género de fantasía, no es de extrañar que la magia forme parte importante de -y justifique- la trama de la novela, que una vez más encuentra en un niño al protagonista de la historia. Lo de Card con los niños ya es de estudio psiquiátrico. Para mi gusto, una de las cosas geniales de la novela es el tiempo y el lugar elegidos. Una América del norte de principios del siglo XIX, en fase de colonización, de estados emergentes en proceso de independencia y unión, en una realidad alternativa, donde el séptimo hijo de un séptimo hijo habrá de ser alguien especialmente poderoso, al que fuerzas sobrenaturales querrán poner término constantemente y cuanto antes, y donde los poderes mágicos y los conjuros forman parte natural del día a día, pese a la insistencia de los representantes de la Iglesia en presentarlos como pecaminosos y de ser castigados duramente en las zonas bajo el control aún del Protectorado.
Otra vez para mi gusto, cada uno de los personajes que van apareciendo durante el relato resulta curioso, bien definido y correctamente planteado. No hay uno que digas «sobra». En especial el coleccionista de historias, que hace también las veces de observador objetivo de los sucesos. Alguien cuya presencia justifica que se cuenten ciertas cosas sobre Alvin.
La prosa en general es buena e inspirada, como en sus mejores novelas, y como decía antes, resulta de fácil y rápida lectura. Una vez más en cuanto a mi gusto se refiere.
Después de leer éste primer libro de la saga «del hacedor», decidí hacerme con el resto de la serie lo antes posible. Esto resultó un poco más complicado de lo que esperaba y, para cuando llegaron, ya tenía en mi buffer y en mis apetencias una lista bastante extensa de libros por leer. Así que habrán de esperar a que encuentre ganas y tiempo para continuar con una saga que, espero, no decaiga como sucedió con la de Ender.
En fin, una historia bien planteada que, sin llegar a ser uno de los «you have to», merece la pena —y así lo recomiendo— leer. Tanto si eres aficionado a la fantasía como si no. Seguro que un buen rato te hará pasar.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔