Una cabalgata bastante mediocre
Después de muchos años sin acercarme a una, el pasado 5 de enero, víspera del Día de Reyes, pese a estar cansado como un chucho, acepté acompañar a mi mujer, a su hermana y cuñado, para que nuestra sobrina, en edad de comenzar a dudar sobre la verdadera identidad de los Reyes Magos, tuviese un acercamiento en primera persona con sus realezas durante la tradicional cabalgata de reyes.
Como hace tiempo que ando detrás de meterme a hacer fotografías en un evento de este tipo, aunque más pensando en la cabalgata de Carnaval, cargué con la cámara, junto con su inseparable 18-200, con la sana intención de conseguir puesto en primera fila y poder obtener alguna instantánea interesante.
Hace mucho tiempo que no le hago una revisión a fondo al equipo, así que me encontré con un flash sin pilas y una cámara sin apenas batería. Suerte que la cabalgata duró lo que un suspiro, ligeramente alargado con una somera apnea, y la batería aguantó sin dejarme tirado en la cuneta. Al flash le tuve que comprar pilas en el primer bazar en el que pude colarme. Acto que conllevó perder mi puesto privilegiado. De todas formas lo hubiera perdido igualmente, pues los amantísimos padres presionaban vilmente —en claro ejercicio pedagógico hacia los niños presentes— para que sus vástagos pudieran acercarse, aún más, a los sucedáneos de reyes y, prioritario y primordial, hacerse con un buen botín de caramelos y chucherías que se esperaba ver arrojar desde las carrozas. Todos nos quedamos a dos velas, niños y yo, que quería obtener alguna instantánea de una lluvia de caramelos. La crisis hizo que más que lluvia fuera un extraño, y a veces violento y peligroso, goteo. Los niños de las carrozas, futura generación guerrera, más que lanzarlos al aire con las manos abiertas a modo de paladas generosas, ensayaban puntería como si fueran piedras con las que atacar a una horda de zombis hambrientos que se agolpaban a ambos lados de la calzada. Yo recibí un caramelazo en mi ilustre calva. ¿Habremos de culpar de esta beligerante actitud a los videojuegos?
Y si en la exigua longitud de la cabalgata, más bien alargada en el tiempo por las distancias entre carroza y carroza, que veían entorpecido su andar por la muchedumbre que se empujaba para alcanzar mejores posiciones, ya encontramos claro síntoma de unas arcas faltas de dinero para montar una cabalgata como las que recuerdo de antaño, con treinta, cuarenta, e incluso más carrozas, la cantidad tan ridícula de caramelos que surcaron los aires en busca de ávidos niños resultó en extremo alarmante. ¿Tan caro anda el kilo de caramelos que hay que racionarlo de manera tan extrema? ¿O es que el consistorio anda tan, tan, tan mal, que los caramelos tendrían que sufragarlos los progenitores para no hacerle un feo a los niños?
En fin, una cabalgata más bien mediocre, por ascenderla de categoría de un categórico «mierda», como se merecería, que andamos aún con la buena voluntad que se debe respirar en fechas navideñas, donde apenas se presentaron unas seis o siete carrozas, y donde, para colmo, no hubo (suficientes) caramelos. Lo próximo será prescindir de los camellos, de los pajes y, por qué no, del público expectante. A la próxima irá «Manolo el del bombo».
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔