'El juego de Ender'
La conversación telefónica fue más o menos así:
—Hola mami. —Hola hijo. ¿Sabes dónde dejaste el libro El juego de Ender? Le había dicho a tu prima que se lo iba a dejar, que tú no tienes ningún problema en prestárselo. Pero he mirado varias veces y no lo encuentro por aquí. ¿Ya te lo llevaste? —No, mamá. Debe estar ahí. Recuerdo haberlo visto la última vez que estuve comiendo en tu casa. —¿Seguro? Llevo una hora mirando y no lo veo por ninguna parte. —En las estanterías d’arriba, mamá. El lomo es de color gris metálico. La edición del Círculo de Lectores. —Si ya lo sé, pero es que no lo veo. Y me estoy volviendo loca buscándolo por todas partes. ¿Seguro que no te lo has llevado? —Seguro, mamá. Pero no sé dónde estará si no está ahí. No recuerdo haberlo prestado, pero es posible que lo tenga alguien. Los libros se prestan y se les pierde el rastro, ya sabes. Una pena. Quería volver a leerlo en breve.
La última parte la dije más para mí que para mi madre, lamentándome por la noticia de la pérdida. Aunque, en realidad, siendo mi madre como es (y sé que leerá esto) la conversación se extendió un poco más, mucho más, repitiéndose algunas preguntas y algunas respuestas. Así es mi madre. Así soy yo.
Creo que fue en el año 1990 cuando el Círculo de Lectores, del que entonces éramos socios, sacó una edición de ‘El juego de Ender’ dentro de una colección dedicada a la ciencia ficción, género que me encantaba. Aunque no se puede decir que fuera un ávido lector en mi adolescencia, en sus últimos coletazos, y recién adquirida mayoría de edad. Fue un libro que empecé a leer al poco de recibirlo y que me enganchó. Recuerdo estar leyendo hasta las cuatro de la madrugada teniendo que ir a clase al día siguiente. Aluciné con la historia, el personaje de Ender, sus hermanos y la forma en que estaba contada. Con él caí en adoración hacia su autor, Orson Scott Card, que luego me decepcionó vilmente con su asquerosa e infumable saga del retorno.
Tenía claro que este año volvería a leer uno de los libros que más me han gustado. Desde su primera lectura, comenzando la última década —o terminando la penúltima— de decadencia del siglo XX, hasta la fecha de escribir esto, habré leído ‘El juego de Ender’ unas diez veces. He perdido la cuenta, claro está, pero me extrañaría que fueran menos. Decía que es uno de los libros que más me han gustado y, por más que lo leo, siempre lo encuentro un relato fascinante. Absoluto merecedor de los premios que le otorgaron.
Debió ser la sensación de pérdida inyectada por las preguntas de mi madre que me dejé llevar cuando lo vi en el dispensador de libros de Príncipe Pío y comencé a leerlo casi de forma inmediata. Sigue siendo un libro excepcional, que me hace pasar muy buenos ratos con la lectura y que volveré a leer de nuevo dentro de otros dos o tres años. Posiblemente la saga completa que, aunque va decayendo a medida que avanza en la publicación de libros, no deja de ser una saga que me gusta de forma considerable. Sí, también ‘Ender el Xenocida’ e ‘Hijos de la mente’. Aunque suene extraño.
—[…]Y todo se reduce a esto: en el momento en que entiendo verdaderamente a mi enemigo, en el momento en el que le entiendo lo suficientemente bien como para derrotarle, entonces, en ese preciso instante, también le quiero. Creo que es imposible entender realmente a alguien, saber lo que quiere, saber lo que cree, y no amarle como se ama a sí mismo. Y entonces, en ese preciso momento, cuando le quiero… —Le vences —No, no lo entiendes. Le destruyo. Hago que le resulte imposible volver a hacerme daño. Lo trituro más y más hasta que no existe.
No voy a comentar nada sobre el argumento porque es archiconocido. Y si no lo conoces puedes leer de qué va pulsando sobre el título que te lleva a la Wikipedia. Aunque si eres uno de los muchos desafortunados que no lo han leído, no cometas el error de dejar que te cuenten de qué va y sumérgete en su lectura lo antes posible. Sospecho que, aunque de género ficticio y científico, su lectura es asimilable y apreciable para cualquiera que no sea especialmente aficionado al susodicho género. Digo «muchos» porque las nuevas generaciones parecen desconocer su existencia. Entre los amigos que hice en Madrid, muchos de ellos aún rozando el cuarto de siglo de edad, cuando lo comentaba, ninguno parecía conocerlo. Y algunos de ellos eran aficionados a la ciencia ficción.
Al final la edición del Círculo de Lectores sí apareció. Claro que tuve que pasar por casa de mi madre para encontrarlo. En dos segundos. Seguía allí donde lo había visto hacía meses. Ahora tengo las dos ediciones. Supongo que «liberaré» una. Y supongo que será la que compré en Madrid, pues a la primera, aunque con las páginas ya amarillas de viejo que está, le tengo un cariño especial. Los primeros amores nunca se olvidan. Aunque también es cierto que el último que compré me gusta más. Es más robusto y tiene esa cosa que atrae tanto a los hombres maduros: juventud. ¿Pero de qué estoy hablando?
Un libro que cae por méritos propios, y de forma incuestionable, en los must read y que recomiendo que lea a todo el incauto que acaba bajando sus defensas y dejando que amiguee con él. Leerlo al menos una vez en la vida. Y a poder ser antes de que produzcan la película. Si es que al final llegan a hacerlo.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔