Calima, viento, cámaras y windsurfistas
Este viernes, al salir del trabajo, me recogió Luis, en su coche que no es todo terreno pero que el propietario está empecinado en meterlo en cualquier sitio, como ya conté hace unos días en Paseo con Luis, Sulaco y un holandés (supuestamente no errante), y cogimos carretera directos a Pozo Izquierdo para ver la final —¿o se disputaría el sábado? No presto mucha atención a este tipo de cosas— del campeonato de windsurf de este año. Sí, ya, ya, que sé que ha pasado todo un año desde la primera vez [Mi primera vez fotografiando windsurfistas en Pozo Izquierdo]; y que el año ha pasado volando. Que ya sueno cansino con eso de que el tiempo pasa volando también lo sé. Eso sí, aún con las prisas para llegar a tiempo de fotografiar algo, paramos a recoger a Marcos que también se apunta a un bombardeo. Siempre y cuando el bombardeo implique usar la cámara. Su nueva cámara. Resulta que todavía hay gente que apuesta por las Pentax.
La calima nos jodió las instantáneas. Al menos a mí. Al estilo de la otra vez, que también había una calima incómoda. Fastidia llegar a casa y ver que todas tus fotos tienen un tono marrón o amarillento. Pero eso no fue lo peor. También aportó algo mi manía de no hacer caso a los «expertos» Llevé la cámara tal cual, como el año pasado, sin una protección en condiciones. Al minuto tenía la lente —filtro mediante, eso sí— completamente llena de microgotas de agua y salitre. Y a tomar por culo todas las fotos a partir de ahí. Mira que Luis me lo avisó. Tras revisar durante un rato las fotografías que hice he decidido dejarlo para otro momento, porque ya me estaba poniendo como una moto por tanta frustración. La que produce ser tan inútil. A ver si la próxima vez que las revise encuentro alguna interesante. Y a ver si la próxima vez que vayamos tenemos mejor suerte con la climatología y, de paso, hago caso a los buenos consejos que me den para intentar evitar tener la lente completamente empañada/sucia al minuto de haberle quitado la tapa protectora.
Aunque, si los rumores son ciertos, me parece que el año que viene no habrá campeonato.
No sé si es cosa mía, que ya comentaba hace unos días que lo de la fotografía no me tiraba tanto como antes, y puede que con ese color de cristal revise la situación, pero la cosa la encontré bastante desanimada. Cierto que llegamos en el último minuto, cuando competía el último participante. Sin embargo ya iba condicionado a que todo el mundo comentara que este año la cosa andaba bastante floja en todos los aspectos. Menos días, menos participantes, menos dinero para acomodar a los participantes… y para el evento en sí. Menos de todo. En fin, que parece que no soy yo el único que anda desganado. El dinero no quiere ser empleado en pagar un campeonato que lleva una jartá de años celebrándose. ¿El principio del fin? ¿Lo celebrarán el año que viene?
El año pasado me acomplejé. Pero este año, así tiene algo bueno el traerme un poco sin cuidado el arte de la instantánea, ver a gente con unos «lanzamisiles» de objetivos me daba igual. Creo que llegué a ver un 600 milímetros de Canon, si no era más grande aún. Y ese objetivo cuesta unos ocho mil euros. Ni en los sueños más verracos y húmedos, durante mi época más aficionada a la cámara, llegué a soñar con un objetivo así. Vamos, que tan inimaginable me resultaba llegar a tener un bicho de ese calibre, que simplemente no cabía en ninguna de mis fantasías más enfermizas. Forzarme —pero con un esfuerzo extremo— a imaginar colocar un objetivo de esas características en mi cámara podría llevar a un colapso el universo conocido.
Lo obvio en estos casos es hablar de cámaras. Luis y yo tenemos cámaras que ya llevan unos cinco años en el mercado. Esto de las cámaras digitales es como los ordenadores a principios de los noventas, cuando yo viví el (o parte del) boom de los PC’s. Mi primer PC, un 386 con 4 Mb de memoria RAM, me costó cuatrocientas quince mil pesetas (al cambio unos dos mil quinientos euros de ahora) que estuve pagando durante cuatro años. Y el PC estaba obsoleto a los dos. Fue cuando la competición entre los paquetes ofimáticos conseguían que tu ordenador no sirviese ni para escribir tres líneas pasados unos pocos meses. De los juegos ya ni hablo. Los procesadores de las cámaras, los sensores y el tratamiento que se hace en la captura, consiguen que las cámaras digitales se queden obsoletas. O que uno sienta que se ha quedado obsoleta. No estaría de más que de una vez por todas sacaran una cámara «actualizable». Sentir que tu equipo ya está viejo es el efecto secundario indeseable que produce leer prensa «fanática». ¿O se dice especializada? Tanta novedad y tanto avance han conseguido que me da vergüenza enseñar mis fotos tomadas a 400 ISO. El ruido es tan asqueroso que me siento como me sentía en mis pesadillas infantiles más horrendas, dentro de las cuales me presentaba en el colegio cinco minutos tarde y extenuado de tanto correr para descubrir que iba con calzoncillos nada más. Lo curioso es que eso antes, recién comprada mi querida D200 [Mi experiencia con la Nikon D200], me daba bastante igual. El grano es artístico, decía. Ahora también me importa poco, cuando a veces me planteo vender el equipo. Pero sé que en cualquier momento volverá a picarme el dedo y querré salir a capturar imágenes como hacía antes. Soy consciente que esto es por épocas.
Creyendo en que llegará una de esas épocas a veces me planteo cuál sería el cambio. De eso estuvimos hablando, refresco en la mano, rodeados de windsurfistas que celebraban la victoria del día. Ellos ajenos a nosotros y nosotros esperando que se animaran a seguir practicando para tirar las últimas fotos antes de darnos por satisfechos. A diferencia de Luis, por ejemplo, a mí no me importa cargar con diez kilos en equipo fotográfico. Egipto fue un caso extremo, eso es cierto. Estaba casi estrenando D50 y estrenando D200, que compré el día anterior a volar para allí. Dos cámaras y varios objetivos muy cutres. Pero me divertí mucho pese al peso. Desde entonces, en el resto de viajes, suelo llevar un cuerpo nada más y dos o tres objetivos. Lo «justo». Aún así no menos de cuatro o cinco kilos. Por eso no creo que vuelva a una compacta con un ultrazoom, como la Coolpix 5700 que tuve antes de la primera reflex digital. Cierto que a veces lo pienso. En realidad, lo que me planteo es si pasaré al full frame o si me quedaré en APS-C. Lo bueno del formato APS-C es que para los teleobjetivos supone un incremento de la focal sin perder —eso dicen— calidad en la óptica. Lo mejor del formato completo es que tiene mayor calidad a igual megapíxeles y es más versátil para los angulares. Yo estoy más por cambiar al formato completo. Una D700, o lo que sea entonces, sería la opción deseable. Aunque tengo claro que eso no será, si es que llega a ocurrir, hasta el próximo año, como muy pronto. Creo que aguantaré con mi D200 hasta finales de 2012. No vaya a ser que los mayas estuvieran en lo cierto y me vaya al infierno con plazos pendientes de la nueva cámara. El cura de mi parroquia asusta a los niños diciéndoles que Lucifer tiene acciones en tu banco y que a los morosos los trata especialmente mal. Pero si opto por soltarme el pelo —sí, sí, el que mi calva echa ya de menos— el año que viene, para entonces hará ya cuatro años que tengo la Nikon D200. Como hice con mi primer PC, cuatro años puede ser el tiempo justo de amortización antes de sustituirla por otra mejor.
Hay gente que dice que la fotografía es una afición cara. Yo creo que no es tan cara. Aunque es mejor decir: no más cara que otras aficiones. Está claro que no todo el mundo se puede permitir adquirir un equipo fotográfico de gama alta. Igual que no todo el mundo se puede permitir un coche de veinticuatro mil euros. O un viaje de tres semanas a Nueva Zelanda. O, ya puestos, un iMac de veintisiete pulgadas. Y eso que veo a muchos con esos coches. O viajando cada año a las antípodas. O pillándose un pedazo de equipo informático que quita el hipo.
Tampoco es necesario que todo el mundo se compre una cámara cara, claro, volviendo a la fotografía. Para muchos existen alternativas más económicas que ofrecen resultados espectaculares. Pero hagamos unos sencillos números. Mi cámara D200 me costó mil quinientos euros. Me durará al menos cuatro años. Repartido de forma mensual, esos mil quinientos euros suponen unos treinta euros mensuales (mil quinientos entre cuarenta y ocho meses). Por tener ADSL en casa, lo que me obliga a una línea fija, pago unos cincuenta euros al mes. Por establecer un valor de comparación. Pero aún más. Suponiendo que llegue a dar el salto a una full frame la cámara se quedará como segundo cuerpo y no perder la posibilidad de multiplicar las focales tele. Para cuando se caiga a cachos, o se convierta en un pisapapeles bonito, la amortización mensual será aún menor.
Pero volvamos a esos treinta euros al mes que se queda de amortización de esos cuatro años de uso y disfrute. Ahora haz cuentas de la última vez que saliste a cenar con unos amigos a tapear. ¿A cuánto tocó por cabeza? ¿A veinte o veinticinco? ¿Y las copas que luego te tomaste en una terraza para alargar un poco más la velada y terminar de ponerte al día? Una noche así puedo gastarme entre treinta y cuarenta euros. Como poco. Pero voy con mi mujer, así que nos gastamos el doble recurriendo al mismo fondo de tesorería. ¿Cuántas veces se sale al mes a cenar con los amigos? Dado que no soy un tipo muy activo socialmente, no muchas. Por suerte para mi tesorería, pero para desgracia de la inmortalidad de mi memoria.
Y hay muchas otras comparaciones similares. De hecho, hay pocas aficiones, se me ocurre ahora, que sean «económicas» cuando te introduces a fondo en ellas. No soy nada aficionado al windsurf, pero en Internet puedes buscar precios de equipamiento. El equipamiento básico —de iniciación, vamos— de tabla, vela, mástil, neopreno, etcétera, etcétera, puede costar unos mil quinientos euros. De iniciación, repito. Un mástil de carbono superligero te puede costar él solito quinientos euros. Y una tabla mínimamente digna unos mil doscientos. ¿Y a los aficionados al ciclismo? Una bicicleta ultraligera te puede costar dos mil quinientos euros o más. ¿Y un sistema de reproducción de audio de alta definición de calidad infinita? Sé de uno que se gastó más de millón y medio de las antiguas pesetas en un sistema de reproducción de audio perfecto. ¿Y el que se gastó los seis o siete mil euros que costaban los primeros televisores de plasma? ¿O los tres mil que está costando ahora uno de los nuevos LED 3D? ¿Quién está dispuesto a gastarse esa pasta en una tele que va a poner en su salón? Lo triste es que muchos lo hacen y luego se descargan los screeners con la mula. Pero eso es otra historia.
Sé que todo esto no deja de ser una justificación sobre mi proceso de autofijación de precios, pero he querido insistir en remarcar que, en el fondo, no vemos como «caro» lo que estamos dispuestos a comprar nosotros y sí mucho lo que otros están dispuestos a gastarse en las aficiones que tienen. Seguramente si le hubiese dicho a alguno de los chicos que competían allí que mi cámara había costado mil quinientos euros se hubiese llevado las manos a la cabeza al tiempo que le parece de lo más normal pagar mil novecientos por una tabla Formula 162 de 2009 [@ Triboo Wind]. Lo mismo que a mí me entraron escalofríos cuando un compañero me dijo que se iba a comprar un todo terreno «de ciudad» que le costaría cincuenta mil euros. Creo que se me saltaron los ojos de las órbitas cuando me lo dijo.
Cada loco con su tema, como decía aquel.
De todas formas lo realmente caro no es la cámara. Una full frame «exige» unos objetivos mejores. Aunque Marcos diga que lo importante sean los megapíxeles y no las lentes. Igual que el tema de los precios, a mí sí me parecen importantes. Por eso no se me ocurriría dar el salto al formato completo sin renovar los objetivos. Y eso es una pasta. Aunque, al igual que justificaba con el cálculo mensual de amortización la adquisición de la cámara, los objetivos tienen un tiempo de vida mucho mayor. ¿A cuánto se quedarían el cálculo mensual los dos mil euros de una lente que dure diez o quince años? A mí me salen unos dieciséis o veinte euros.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔