iPad
A nadie se le escaparía que, cuando escribí hace tiempo una entrada sobre el iPad [Pero… ¿para qué quieres tú un iPad, alma de cántaro?], andaba buscando una justificación para comprármelo. Una racionalización del deseo insaciable, de ese Hambre —en mayúsculas— que parece poseerme y que me empuja a despilfarrar dinero miserablemente. Así que no era más que cuestión de tiempo: Ya tengo mi iPad. En realidad lo tengo hace como cosa de dos meses, si mi percepción del tiempo no ha terminado de trastocarse definitivamente. Tal vez un poco menos. Lo que sí es cierto es que llevaba esperando por él casi otro mes y medio, porque el 3G no lo tenían en ningún sitio en Las Palmas y mi reserva parecía haberse extraviado entre los olvidadizos dependientes de la tienda de Apple por excelencia de la ciudad.
Al poco de arrancar esta bitácora ya contaba cómo había caído en las garras de la marca de la manzana mordida [Mi viaje al universo Mac]. Desde entonces hasta el día de hoy, he seguido incorporando cacharros Apple a mi vida hipertecnificada. En otoño del año pasado llegó el iPhone 3Gs, del que hablé por aquí [Enviado desde mi iPhone: Continúa mi apuesta por la manzana]. Para mi estancia en Madrid decidí que era momento de hacerse con un portátil potente y me decanté por el MacBook Pro de 15", del que no he llegado a hablar nunca, pero con el que estoy realmente encantado. Ahora le ha tocado turno al iPad.
Erich Fromm se sentiría avergonzado de mí, que no he sabido aprovechar sus enseñanzas tras leer ‘¿Tener o Ser?’ [mi reseña], pero la verdad que sentía que necesitaba un iPad. Por supuesto nunca negaré que la compra de un cacharro de este tipo tiene un gran componente de capricho. Soy muy caprichoso, eso lo sabemos todos. Pero eso no lo hace menos necesario. Aunque la necesidad sea inventada o artificial.
En mi caso particular tenía claro para qué necesitaba el iPad: leer. Hace ya un año tuve la posibilidad de probar durante unos días al considerado entonces como el mejor lector electrónico de libros [Mi microexperiencia con el lector electrónico iLiad]. La experiencia tuvo bastante de negativo cuando se trataba de leer PDF’s (de lo que más tengo), aunque la tinta electrónica es lo que prometen y más. Teniendo claro que un e-reader no era lo que buscaba, tocó esperar hasta que apareció algo como el iPad (ya había probado con un TabletPC un par de años antes y la experiencia tampoco fue buena; al igual que con el Nokia N70, demasiado pequeño).
Pero por si eso no fuera suficiente, hice una pequeña tabla repartiendo a qué dedico el tiempo cuando estoy en casa con el ordenador. (Mi mujer opinaría de forma diferente). Las siguientes medidas son en tiempo medio al mes, suponiendo que dedico unas tres horas al día delante del ordenador (noventa al mes). Obviamente esto es una aproximación, pues nunca he medido el tiempo exacto que dedico a cada cosa (aunque sí que lo intenté durante un tiempo con Slife [Página web]) y que cada mes es un universo en sí mismo. Y, repito, esto es el tiempo que dedico al mes en casa. Si sumamos lo que dedico en el trabajo a esos apartados la gráfica se saldría de escala. Hasta ahora todo eso lo venía haciendo con el ordenador de sobremesa o con el portátil.
Si agrupamos en función de la actividad mecánica principal, se podría decir que un 53% del tiempo lo paso leyendo; que un 28% lo paso escribiendo; que un 8% lo paso revisando y procesando fotos (así se explica que lleve dos años de retraso); y que el 8% restante lo paso haciendo el vegetal. Además de esas actividades y tiempos, dedico entre quince y veinte horas al mes a leer sobre papel, al estilo tradicional. Revistas, narrativa y libros de ensayo es lo que aún seguía leyendo en papel antes de tener el iPad. ¿Cambiará a partir de ahora?
Pues va a resultar que en buena medida sí que va a cambiar. Aunque no del todo. Me explicaré. Pero antes voy a atender a la mayor pega que se le pone (además del precio, claro): ¿Cansa la vista leer en el iPad? La respuesta sencilla es «sí, cansa». Sin embargo hay matices que sería bueno tener en cuenta. En primer lugar, la vista se cansa siempre que se fija en un objeto cercano. La prueba es sencilla. Coge un libro o una revista y lee durante dos horas seguidas. Ahora intenta fijar la vista en un objeto que está, por ejemplo, a seis o siete metros. Y luego en otro que esté a cincuenta. A los ojos les cuesta adaptarse a la nueva distancia focal y, durante unos segundos, no se termina de ver nítidamente aquello que estamos mirando. Se agrava si pasas aún más tiempo sin levantar la vista del papel. O si las condiciones de iluminación no son las correctas. Creo no equivocarme si digo que esto es así en un alto porcentaje de la población, pues la vista cansada es un proceso también asociado al envejecimiento y no únicamente a aquello sobre lo que posas la vista. Parece que la solución a esto es clara: intercalar descansos cada poco tiempo y dejar el libro para enfocar unos minutos la vista en algún objeto que esté lo más alejado posible. Pues es exactamente lo mismo que hay que hacer con el iPad.
La otra alternativa es que cambie de hábitos, pero me parece que eso no va a suceder. Así que si no es con el iPad, igualmente acabaré jodiendo mis ojos contra el monitor del ordenador. En este aspecto, no he notado que la lectura en el iPad canse más que leer en la pantalla del ordenador. Yo, más bien, diría todo lo contrario. A mí me resulta más cómodo para la vista. Suelo leer quitándome las gafas. Con el ordenador no puedo por la distancia. Con el iPad sí. Y eso sin tener en cuenta que con el iPad puedo acostarme a leer, mientras que con el ordenador no.
En resumen, la lectura con el iPad cansa, tal como dice todo el mundo, pero particularmente no me parece que mucho más que cuando leo un libro. Para solventar la diferencia intento intercalar más descansos. Sin embargo, hay algo que sí que he notado: leo más lento. No tiene tanto que ver con el cansancio como con el hecho de que en la pantalla las letras están peor definidas que en el papel, lo que hace que a uno le cueste un poquitín más acomodarse al texto. En este aspecto la pantalla del iPad está aún a años luz de la tinta electrónica. Habrá que ver qué tal se nota la diferencia cuando salga la versión con Retina Display. Aunque, al igual que pasa con el cansancio visual, es algo que apenas se nota y, sospecho, bastante particular de cada caso. Para que te puedas hacer una idea de lo que estoy diciendo, acabo de leer en Fotomaf una comparativa entre diferentes pantallas [Imagen: Pantalla de iPhone 4 - iPhone 3Gs - iPad - Kindle 2]. El papel electrónico es casi como el papel de verdad. A la distancia normal de lectura, las diferencias, aunque apreciables, lo son apena.
Así que, llegados a este punto, puedo decir que esas casi cincuenta horas que dedicaba a leer en el ordenador, se han pasado casi completamente al iPad. Mis ordenadores se encienden menos ahora. De hecho he incrementado el número de horas de lectura pues también estoy leyendo narrativa en el iPad; ya llevo un par de libros leídos. Como decía, me está resultando bastante cómodo leer con él.
Otra de las quejas que he leído por ahí es la relativa al peso. Otra vez hay una respuesta breve: Sí, pesa. Sorprende la primera vez que lo coges que pese tanto. Sin embargo, mi MacBook Pro pesa dos kilos y medio, así que los dos kilos de menos que pesa el iPad me permiten leer acostado sin ningún problema. Al final es como si sujetaras un libro grande (El Quijote, por ejemplo). En cualquier caso, se puede sostener bastante tiempo en el aire sin notar un cansancio especial. Eso sí, aunque el marco que le han dejado parece demasiado amplio en principio, resulta estrecho cuando quieres mantenerlo bien durante un buen rato sin que se te engarroten los músculos del antebrazo, de la muñeca y del dedo gordo. Al final acabas abriendo los dedos gordos y tocando la parte sensible, lo que provoca que te cambia de página o te haga algo que te obliga a retroceder o a reajustar lo que estabas viendo/leyendo. Echo en falta un agarre más adecuado para mantenerlo en alto cuando estoy leyendo tumbado en la cama o en el sofá.
En cuanto a la escritura, ya había supuesto que no sería muy cómodo escribir en el iPad. En este apartado no me he llevado ninguna sorpresa. Para cosas puntuales está bien, pero para escribir una entrada kilométrica como las que suelo escribir, no sirve. Habrá quien piense lo contrario, seguro, pero ya he contestado unos cuantos correos de trabajo (de varios párrafos) y he escrito parte de una entrada de la bitácora, y al final te obliga a tener apoyado el iPad sobre las piernas cruzadas, manteniendo el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante. Cuando llevas mucho tiempo así te acaba doliendo la zona lumbar, y/o el lado de la cadera de la pierna que hayas levantado para cruzar sobre la otra, y/o la rodilla que soporta el peso de la pierna levantada. Por tanto, para escribir, el iPad no podría sustituir a mi portátil. Lo veo como un complemento. Habrá quien diga que para eso puedes usar un teclado portátil Bluetooth. A lo que yo respondo que entonces es como tener un portátil en dos cachos, y que ahí mismo es donde se pierde la gracia de su transportabilidad. Para eso te pillas un Netbook. Además, que no termino de imaginarme cómo te las apañarías con el iPad y el teclado en un aeropuerto esperando a que los controladores vuelvan de la huelga, lo que te daría tiempo de escribir tus memorias.
Dando por descontado que para procesar las fotografías no me sirve, aún quedan ocho horas que suelo dedicar a vegetar viendo documentales y series de televisión. Las películas hace mucho tiempo que pasé a verlas exclusivamente en Blu Ray. Aún no he probado, pero un compañero me comenta que se ven de lujo. Estoy por pasar algunos documentales (como el maravilloso Cosmos [Una serie documental que SÍ deberías ver —pero que sí, que sí—: COSMOS]). Ya contaré cuando me ponga a ello.
Para concluir, retomaré el asunto de sustituir la lectura en papel por la lectura en el iPad. Decía que en buena medida lo he hecho, aunque es imposible que la sustituya completamente. Tras la experiencia, en la práctica resulta impensable. No me voy a poner romántico con el asunto de la sensación de tener el libro en las manos, aunque sí que influye. Es una cuestión práctica. El iPad no sirve, y lo subrayo, para leer en exteriores. Dejando de lado el riesgo material que correría de llevarlo a la playa, por ejemplo, la pantalla resulta prácticamente imposible de visualizar en condiciones de mucha luz. Se dan muchísimos reflejos en la pantalla, lo que convierte cualquier intento de lectura, en una tortura. Y, directamente, no puedo renunciar a leer en la playa. Estoy casi seguro que Sulaco [Distorsiones] me dirá, llegado a este punto, que en esas ocasiones me pase al audiolibro. Mi respuesta será, hasta que ya mi vista no pueda distinguir letras, que no, que nunca será lo mismo. El placer de leer no me lo va a quitar nadie. Así que, para mis salidas de ocio y descanso a la calle, seguiré recurriendo al papel. O a esperar a que saquen un iPad con una pantalla combinada que se deje leer en cualquier condición de luz. Hasta entonces, seguiré recurriendo a leer en papel en ocasiones puntuales. Para todo lo demás, el iPad, que ha llegado para quedarse. Y lo ha hecho por la puerta grande.
Pero si después de todo el rollo que he escrito aún tienes dudas sobre las bondades del cacharrito de marras, siempre te puedes dejar aconsejar por el esperpéntico y singular Torbe [Como mola el iPad]. Enlace cortesía de mi primo Miguel —alias «el barbas»—. El discípulo y seguidor del pecado de Onán [@ Wikipedia] es él.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔