'Ender en el exilio'
Hace unos meses reinicié la lectura de la única saga de ciencia ficción que me gustó tanto cuando leí por primera vez los libros, que la vuelvo a leer cada pocos años. El que frecuente este vertedero de incontinencia verbal sabrá que hablo de la saga de Ender y que hace unos meses, poco antes de volverme de Madrid, volví a leer ‘El juego de Ender’ [mi reseña]. Uno de los mejores libros del género, en particular, y de narrativa de ficción en general.
Cuando preparaba, justamente, la reseña del primer libro de la saga, descubrí que el autor, además de continuar la saga de la sombra, paralela a la historia de Ender, había sacado un par de libros que unían ‘El juego de Ender’ con ‘La voz de los muertos’. Así que, como tenía la intención este año de volver a leerme la saga completa, consideré que era oportuno hacerlo en el orden en el que se contaría la historia cronológicamente y no en orden de publicación. Por algún motivo que no alcanzo a recordar, di por hecho que ‘Ender en el exilio’ era justo la que venía a continuación y, coincidiendo que se anunció su publicación en castellano cuando hice referencia a ‘El juego de Ender’, esperé para darle la excusa a mi madre de regalármelo por mi cumpleaños, lo puse en la cola de espera, y me lo leí.
Y me decepcionó.
Algo que empieza a ser una costumbre por aquí es meter aclaraciones del estilo «entiéndase que no digo que el libro sea malo, únicamente digo que a mí no me gustó». Pues aquí va otra vez. ‘Ender en el exilio’, sin poder confirmar que es una narración carente de calidad, es un libro que no me llenó casi nada. Reconozco que el autor tiene cierto dominio del arte narrativo. No en vano la práctica hace al maestro, y Card ya tiene una buena cantidad de libros escritos y muchos años escribiendo a sus espaldas. Pero el que uno sea bueno haciendo algo, en este caso escribiendo, no convierte el producto, en este caso el libro, en algo inmediatamente merecedor de admiración. Y no lo es. Es un libro que se lee sin despertar demasiada pasión y que, a mi entender, se detiene excesivamente en el detalle durante la mayor parte de la narración que transcurre entre el comienzo y el desenlace, el nudo dicen, llegando a lo destacable del desenlace sin haber alcanzado el estado de excitación necesario para disfrutar con él. Con el gravamen, además, de que sucede a una velocidad demasiado rápida para lo que resulta la norma en el resto de la narración. Una fémina experimentada verá en esto una parábola entre el libro y el mal sexo. Algo así como unos juegos previos innecesariamente largos pero malos que la dejan a medias en la lubricación, tras lo que viene un coito con eyaculación precoz. Por cierto, como anécdota o apunte, otro autor que adolecía mucho de este problema era Michael Crichton.
Desde mi punto de vista, lo ideal es que uno alcance el punto máximo, la confrontación entre los opuestos, entre el protagonista y su némesis, con ansia de que suceda. Todo lo que acontece anteriormente en el libro debe hacerlo para que sea un calentamiento, como un canal o una preparación, para un aprendizaje del protagonista, que esgrimirá y mostrará en el momento necesario para salir victorioso. Es lo que esperas en este libro. Y te quedas con las ganas para, justo después, encontrarte que acabas de terminar de leerlo. Otra vez a mi entender, recalcando lo anterior, lo ideal de una novela —al menos de este tipo— sería que la intensidad fuese siempre creciente, sin tirones ni trompicones, y que cerca del final alcanzara su máximo, con un lector excitado y expectante impedido a dejar de leer, casi conteniendo el aliento, momento a partir del cual iría cayendo poco a poco, nuevamente sin trompicones, acunando al lector para que no se haga daño en el descenso, hasta terminar. A poder ser sin alargarlo mucho para que no se le pase a uno la sensación experimentada con el culmen, ni tan corto para que uno tenga la sensación de que lo abandonan en el borde de un precipicio. Visualmente se podría parecer a una curva de función gaussiana con la campana desplazada hacia la derecha.
—Me alegro de que decidiese usar ese poder suyo para hacer el bien. —No estoy seguro de que sea así —dijo Mazer—. Lo emplea para lo que él cree que es bueno. Pero no tengo claro que se le dé especialmente bien determinar qué es lo «bueno». —Creo que en clase de filosofía al final decidimos que «bueno» es un término recursivo hasta el infinito: sólo se puede definir en cuanto a sí mismo. Lo bueno es bueno porque es mejor que malo, aunque por qué es mejor ser bueno que malo depende de cómo definas bueno, y así sucesivamente.
Volviendo al símil de la mujer, si en el rol de lector fuéremos la fémina expectante, y el libro el amante dispuesto, sufriríamos un aburrido, monótono y tedioso proceso de calentamiento para, sorpresivamente, encontrarnos que nos empitan cuando menos lo esperamos, con un acto que no durará más de lo que lo hace el acto sexual de un conejo, y descubrir, inmediatamente después, que el viril se marcha a ver la televisión, dejándonos despatarrados, fríos y decepcionados, —o en este caso, por respeto al género de la protagonista usada en el símil, despatarrada, fría y decepcionada— preguntándonos si, para eso, merecía la pena todo el tiempo invertido. No, desde luego que no: ‘Ender en el exilio’ sería un muy mal amante, llegado el caso. Suerte que uno no es una mujer y no le preocupan las cosas en esos términos.
Para rematar el desencanto, tras leerlo descubrí que en realidad, de los dos volúmenes publicados dentro de la saga de Ender y que se suponían hacían de puente entre las dos primeras novelas originales, éste vendría a ser el segundo, cronológicamente hablando, y no el primero. Así que además de dejarme a medias, no vi cumplido el deseo de leer nuevamente la saga respetando la cronología del protagonista. Habrá que esperar a un nuevo intento. Aunque aquí se me plantea una pregunta importante: ¿merecerá la pena volver a leerlo cuando decida volver a leer toda la saga? Tengo mis dudas. Hasta la fecha, los cuatro libros de la saga original me gustaron lo suficiente como para releerlos de vez en cuando. Incluso ‘Ender el xenocida’ e ‘Hijos de la mente’. Pero ‘Ender en el exilio’ me va a costar leerlo de nuevo, llegado el caso. Igual hago caso a Sulaco y opto por escucharlos en lugar de leerlos, cuando me vea en la tesitura de decidir, y así podré satisfacer la necesidad de hacer justicia cronológica a su lectura. Pero esto es hablar del futuro. Ahora voy a concentrarme en conseguir el otro libro, ‘Guerra de regalos’. Espero que éste sí merezca la pena y me de más cariño que su hermano. Al menos espero que no resulten tan infantilones sus argumentos narrativos.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔