'El segador'
Las suscripciones a colecciones de libros conllevan la ventaja de que no te tienes que mover de casa para que lleguen los volúmenes a tus estanterías, amén de no tener siquiera que pensar ni que andar buscándolos. Uno de los contratiempos es que la constante visión de los libros colocados en esas mismas estanterías que llenan son un irrefutable recordatorio de que mi mujer [Mis ratos en la cocina] tiene razón cuando dice que compro más libros de los que necesito y muchos más de los que llegaré a leer. Cuando comencé la colección, vía suscripción a Altaya, de la saga Mundodisco [@ Wikipedia], tenía la convicción de que los leería de una sentada. No en vano sostenía que eran muy divertidos. Pero hasta lo divertido en exceso acaba cansando y llegó un momento en que mi cerebro pedía un descanso a gritos. Y ha pasado mucho tiempo desde que comenté el anterior que había leído, ‘Imágenes en acción’ [mi reseña].
Sea como fuere sé que ahí están y que de vez en cuando, cuando quiero algo ligero, puedo recurrir a la prosa de Terry Pratchett para echarme unas risas a costa de las vicisitudes de algún pobre desgraciado al que le toque ser protagonista de las situaciones, a veces rayando en lo subrrealista, a las que su creador decida someterlo. Y de paso para demostrar que sí que me los leo; aunque pasen mucho tiempo recogiendo polvo hasta que eso sucede. Terry Pratchett es genial caricaturizando las miserias de los individuos de la especie humana; así que, en cierta forma, es una oportunidad para reirse de uno mismo. Bueno, vale, un poco cogido por los pelos eso de reirse de uno mismo, pero sirve para rellenar y que este párrafo no quede más corto que la imagen de la carátula del libro que acompaña la entrada. Algo que me molesta soberanamente.
‘El segador’ es la undécima novela de una saga más larga que un día sin pan y, como ya viene siendo norma en todos los volúmenes de esta franquicia, le cuesta comenzar a que su lectura resulte interesante o, como mínimo, amena. Tal vez sea que ando ya un poco cansado del estilo. Sí, después de once libros, empiezo a notar que Pratchett se repite más que el ajo. Pero, como me pasa con tan suculento e ilustre bulbo de planta liliácea, me gusta. Únicamente es cuestión de empezar y sé que al cabo de un par de capítulos acabaré enganchado. Esta undécima novela no ha sido la excepción. Relativamente pronto —muy pronto, comparada con otras historias de este particular universo— le vas cogiendo el gustillo a eso de que La Muerte, protagonista de este segundo relato dedicado a ella dentro de toda la saga, vaya dando tumbos como un segador más contratado para la siega y que, por su naturaleza sobrenatural, hará a su manera. La decisión de que La Muerte dedique el tiempo a segar los campos es una cuestión que, como no puede ser de otra forma en las historias de este mundo plano, lo pone todo patas arriba. Sin embargo, como es costumbre, mi costumbre, no voy a contar nada de cómo ni porqué acaba como segador, ni de qué consecuencias podemos esperar de ello. Para joder las novelas ya hay cientos, si no miles, de sitios en Internet. Únicamente señalar que merece la pena para pasar un buen rato.
—¿Se puede saber qué están haciendo? —preguntó con una voz débil. —¿A usted qué le parece? Vamos a enterrar a nuestro colega —replicó Ridcully. Los ojos de Colon se clavaron en un ataúd abierto, situado a un lado de la calle. Windle Poons le dirigió un saludo cortés. —Pero… si no está muerto… ¿verdad? —señaló, con el ceño fruncido por el esfuerzo de comprender la situación. —Las apariencias engañan —replicó el archicanciller. —¡Si me acaba de saludar! —insistió el sargento, titubeante. —¿Y qué?
Resumiendo, aunque dista mucho de ser un gran libro, siquiera la considero como una de las mejores novelas de Mundodisco leídas hasta el momento, sí es una historia bastante entretenida que sirve para lo que sirve, reirse un rato, y para poco más. Si lo que se busca es algo sencillo, distendido y de fácil lectura, pero cargado de una buena cantidad de humor ácido y fina e inteligente ironía, este es un libro apto para cubrir esa búsqueda. Si quieres algo más serio (y más denso) tienes ‘Guerra y Paz’, de Tolstói.
Hace tiempo actualicé una de las entradas de la serie para comentar que, con la suscripción, regalaban tres láminas con sendas portadas de los libros. Las portadas de los libros de Mundodisco suelen ser una concreción de lo que va el libro, y de hecho te vas dando cuenta a medida que lo vas leyendo. Identificas pasajes con algunos de los caracteres dibujados. Pero la que traía ‘El segador’ no me pegaba para nada con la historia. Me daba a mí la sensación que hubo algún error y que en la edición de Altaya intercambiaron las portadas. La que casaría con la historia la han puesto en la novela ‘Soul Music’, a la que aún queda bastante para que le llegue el turno. Una de las láminas que regalaron se corresponde con la del libro y aprovecho para dejarla aquí para terminar ya esta entrada de hoy, que se está haciendo más larga que la saga en sí. ¿Terminaré yo con las novelas de Mundodisco algún día?
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔