'La sanguijuela de mi niña'
Ya comenté —hace muchísimo tiempo— que el iPad lo compré principalmente para leer [iPad]. Después de todo este tiempo confirmo que es un gran dispositivo para navegar por el universo web y que, cuando las condiciones de luz no son extremas —en especial extremadamente luminosas— la lectura es cómoda y se puede prolongar durante horas. Sigo manteniendo que el principal contratiempo es que, para la postura de tumbado boca arriba, no termina de resultar muy ergonómico (es complicado mantenerlo con firmeza sin meterle los pulgares en la zona sensible). En cualquier caso había que hacer la prueba de fuego y para ello elegí literatura ligera de la mano de Christopher Moore [@ Wikipedia], del que ya comenté por aquí ‘El ángel más tonto del mundo’ [reseña] y ‘Un trabajo muy sucio’ [reseña]. Ambos libros, en especial el primero, resultaron muy entretenidos y son de lectura, cuando menos, recomendable.
Me hice con una copia de ‘La sanguijuela de mi niña’ en versión PDF, sumergiendo hasta el fango mi conciencia moral en las miasmas putrefactas de las mafias del peer to peer, para ver qué tal era leer un documento de este tipo en el iPad. Es bueno recordar que uno de los fundamentos para la elección del iPad en lugar de otro e-reader, además de lo obvio, estaba en que ya disponía de una gran colección de libros técnicos en formato PDF. Mi alma inmortal se pudrirá en el infierno por tanto saqueo a las arcas de la industria librera. Antes de continuar aclarar que no tuve ningún problema con la lectura. Con la aplicación adecuada se lee como un documento ePub de los que puedes conseguir en la tienda iTunes. Vamos, cómodamente.
‘La sanguijuela de mi niña’ fue publicado con anterioridad a los dos libros que ya había leído del autor, aunque con el éxito que está teniendo en nuestro país parece que se están actualizando las ediciones y traduciendo al castellano las novelas de hace algunos años que algún editor con poca visión y peor tino rechazaría en su momento.
En esta ocasión la cosa girará en torno a vampiros. No es que rompa con mi tradición de no contar nada del argumento y fastidiarlo de esta forma. Que va de vampiros se sabe desde la primera página. Eso si no somos lo suficientemente perspicaces como para discernirlo del dibujo de la portada. Cierto que es casi un jeroglífico de esos que ponen en la prensa: un vaso lleno de líquido rojo con una etiqueta de esas que ponen en las bolsitas de sangre de las extracciones con las letras «AB» y dos pajitas para chupar. A que es fácil, ¿eh? ¿No? ¡Vaya! Aunque realmente la gracia del asunto está en contarnos durante toda la novela lo complicado que puede resultar adaptarse a la vida —o no vida— de un vampiro para una recién conversa, la protagonista. Vaya, ahora sí que he fastidiado el argumento, si es que no has leído el resumen que te cascan en la contraportada, claro. Este proceso de adaptación será un verdadero caldo de cultivo para la prolífica imaginación del autor, que con buenas dósis de mala baba y mucho humor absurdo, hace pasar el rato, un buen rato, párrafo tras párrafo.
El Emperador sacudió su cetro para desprender de él las últimas gotas, se estremeció y, subiéndose la cremallera, se volvió hacia los reales lebreles que aguardaban a sus pies. —La sirena de niebla suena especialmente triste esta noche, ¿no os parece? El más pequeño de los perros, un Boston terrier, bajó la cabeza y lamió sus chuletas. —Qué simple eres, Holgazán. Mi ciudad se pudre ante tus ojos. El aire está cargado de veneno, los niños se matan a tiros en las calles, y ahora esta plaga, esta horrible plaga que mata a mis súbditos por centenares, y tú solo piensas en comer.
Las aventuras y desventuras de los protagonistas de ‘La sanguijuela de mi niña’ se desarrollan en San Francisco, ciudad donde también se desarrolla la historia de ‘Un trabajo muy sucio’, y aparecen unos cuantos secundarios que asoman las narices en ambas novelas. Por supuesto el Emperador tiene su buena ración de párrafos. Así que hay cierta familiaridad cuando ya has leído algo anteriormente en lo que aparece uno de los personajes que se citan aquí. No sabría decir si eso es bueno o malo de forma general, pero en el caso de esta historia, a mí particularmente me ha gustado.
De las tres novelas que he leído hasta el momento de Christopher Moore, esta es la que menos me ha gustado. Pasas un buen rato, no lo voy a negar, pero me resulta bastante predecible casi desde el principio al final. Tal vez sea porque el mundo de los vampiros está bastante trillado. Cierto es que plantea algunas novedades sobre las respuestas fisiológicas y funcionales de un vampiro, pero no forman parte importante de la narración ni de la historia. En cualquier caso, si lo tienes a mano (o eres tan mezquino como yo para adquirirlo por los caminos de lo ilegítimo), es un libro que bien te puedes leer. La garantía de pasar un rato entretenido echándote alguna risa —en ocasiones rayando la risa tonta— con situaciones estrambóticamente surrealistas la tienes. Pero tampoco es un libro que te recomiende que busques desesperadamente. Aportar, lo que se dice aportar, a la existencia de uno mismo no creo que lo haga. Salvo que consigas que un vampiro te muerda y te convierta. Teniendo siglos de vida por delante, un libro como este te ayudará a pasar unas buenas horas de lectura. Cuando no te veas impelido a buscar sangre para saciar la sed.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔