'Lo que sé de los hombrecillos'
Reconozco que soy un inmenso ignorante de la literatura universal y de los grandes escritores que hay y hubo, lo que siempre juega en mi contra cuando entablo una conversación sobre libros, literatura y autores. Aunque creo que ello juega también a mi favor, porque uno tiene el placer del descubrimiento y de sorprenderse cuando tiene la oportunidad de leer algo de alguien que, hasta hacía doscientas o trescientas páginas atrás, era un absoluto desconocido. Leer ‘El mundo’ [mi reseña] fue una experiencia doblemente grata: porque me pareció un muy buen libro y porque estaba descubriendo al que me parecía un gran autor. Conocía la faceta de columnista, someramente, confieso, de Juan José Millás en El País, pero no como escritor. Tras leer ‘El mundo’ sabía que reincidiría.
Sin embargo son tantos los autores que voy descubriendo en los últimos tiempos, esos que quiero volver a leer en algún momento, y aunque el tiempo en sí mismo es ilimitado, pero el que uno vive es finito, va priorizando decantándose más por unos que por otros, por lo que van pasando las semanas, los meses e, incluso, los años, y la intención primordial se diluye entre tanto deseo por leer otro libro del último escritor que acabo de leer. Ahora bien, tal vez sea cosa del destino o de la casualidad, pero parece que en mi vida hay autores, y los libros escritos por ellos, asociados a personas concretas de mi entorno. En este caso parece ser mi padre el que se ha erigido en portador de los libros de Juan José Millás y, siendo el que me regaló el primero que leí de él, no dudó mucho en regalarme éste, tan pronto salió a la venta.
Como con muchos otros, ha tenido que esperar su oportunidad, pero cuando le tocó el turno lo cogí con unas ganas tremendas, preparado a devorarlo.
Y me decepcionó.
—Procura no moverte —dijo. —No me moveré —respondí también mentalmente, como si estuviera dispuesto a hacer alguna concesión— pero dime qué hacéis. —Estamos fabricando un doble de nuestro tamaño —añadió—. Hemos tomado una pequeña porción de cada uno de tus órganos para completarlo.
No es un mal libro, a ver si nos entendemos. Es más, es un libro que se puede leer y, en su mayor parte, hasta resuelta entretenido; pero las expectativas puestas en él no se vieron recompensadas. El texto empieza estupendamente, casi de forma magistral, pero cae estrepitosamente —siempre según mi propio gusto— a los pocos capítulos. Sinceramente creo que no es necesario que el protagonista insida tanto en que se la casca más que un mono enjaulado para «demostrar» que ha caído en lo más bajo de la degeneración existencial al tiempo que da rienda suelta a lo más oscuro de su propio ser. Pero ahí estaba en prosa, paja tras paja —¿o debería decir página tras página?—, su obsesión y su descenso infernal al lado salvaje, ese que nos pasamos toda una vida aprendiendo a inhibir y contener y que por gracia, milagro y obra de un pseudoduende cabrón, brota de forma volcánica y explosiva en el invierno existencial del protagonista. Y poco más. Repetitivo hasta gritar basta.
En fin, que espero que el próximo que lea de Juan José Millás me resulte más gratificante. Mientras, seguiré leyendo aquello que escriba en prensa y que tenga la suerte de caer en mis manos.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔