Y cuarenta
Si hay un tema del que me gusta hablar especialmente es de mí mismo. «Yo, yo y yo, es todo muy masculino» leí una vez y no sé si será cierto de forma general, pero en mi caso sí que lo es. ¿Pero para qué si no habría abierto y empezado yo este maldito sitio y encima usar «egolatría» como parte del título? ¿Para hablar del sexo de los ángeles? No, hay gente que hace eso mucho mejor, además de forma profesional, los domingos en la iglesia o, día sí y día también, en el Congreso de los diputados. No, está claro que abrí esta bitácora para hablar de mí y de cómo me relaciono con el entorno (acá el Universo Analógicok). Para tratar los temas que a mí me apetezca y, como decía al principio, suelen tratar de mí. Aunque hoy el tema es uno que se repite año tras año, así que tampoco me voy a extender demasiado: Hoy es mi cumpleaños. Y cumplo cuarenta.
Sinceramente pensé que, dado que se me pega todo y pillo todos los virus que circulan a mi alrededor, también sufriría un caso grave de depresión de los cuarenta, cuyo síntoma principal parece ser la necesidad de demostrarse a uno mismo que se sigue siendo lo suficientemente joven como para comportarse como un niño, o mejor dicho un niñato. La cuestión es que yo siempre me he comportado así, por lo que o llevo sufriendo toda mi vida la susodicha depresión cuarentona, o es que esto no va conmigo. Aunque, pensado friamente, en realidad cuarenta significa que ya he terminado mi cuarta década en el planeta y, como pasa con los siglos que se calculan sumando uno a las dos primeras cifras del año, hoy empieza el primer día de mi quinta década. O sea, unos 14.610 días de vida. 350.640 horas. 21.038.400 minutos. Da escalofríos.
También leí hace tiempo que lo importante no es el destino, sino el viaje que te lleva allí. Pero si hay algo realmente importante en el viaje que es la vida —¿alguien duda cuál es el destino?—, esto son los compañeros de viaje que eliges. Y después de un año viviendo prácticamente solo en Madrid, no se me ocurre nadie mejor con quien compartir estos días que con mi familia, la de verdad, de pocos miembros y que, visto retrospectivamente, siempre han estado ahí. Y en especial con mi mujer, que después de darme el regalo el día de la fiesta familiar «oficial», celebrada el sábado pasado porque era el único día que podíamos coincidir todos, ayer me decía que era una pena no poder sorprenderme con nada hoy, que no tenía otro regalo. Sé que es complicado transmitírselo todo los días, y más ahora que pasamos la mayoría de los días separados con 1.800 Km entre nosotros, pero más allá de todos los cacharros que cede que compremos, más allá de todos los posibles viajes que hicimos, haremos o no podremos hacer, y de todos los defectos, tonterías y caprichos que sabe perdonar, ella ha compartido conmigo los que quizás han sido los mejores catorce años de mi vida. Ese si es el verdadero regalo: Encontrar al compañero perfecto de viaje.
Pero dejándome de lo metafísico para volver al mundo material, concretamente al materialista, mi mujer me sorprendió el sábado con un lector de libros electrónico. Uno de la marca bq, modelo Cervantes 2 que permite leer el formato EPUB directamente —el del iPad— y que es el mismo modelo que le regalamos a mi madre el día de reyes. Ella devora libros y está encantada. Llevar dos mil libros en el bolsillo en apenas 170 gramos es algo que aún la tiene fascinada. «Y se lee estupendamente», reconoce cada vez que sale el tema. En mi caso, sin ser un devorador de lectura como ella, invierto como poco un par de horas todos los días leyendo. Aunque sigo encantadísimo con mi iPad, con casi dos años ya, lo cierto es que no se adapta —o no soy yo el que consigo adaptarme— a todas las condiciones de luz. Mucho del tiempo que paso leyendo lo hago en el tren y a veces tengo que hacer malabarismos para evitar los reflejos en la pantalla y, el nivel de brillo de la retroiluminación de la pantalla no consigue competir generalmente cuando el Sol te cae de lado. Según como lo tenga que sujetar para leer, el peso del iPad acaba pasando factura a la muñeca. En definitiva, que llevo tiempo pensando comprarme algo más ligero, de papel electrónico, para poder leer cómodamente en condiciones de luz ambientales cambiantes, incluso intensas como el Sol directo. Ella recogió el testigo en alguna de las conversaciones mantenidas con mi madre al respecto y se presentó con el aparato en cuestión mientras la familia coreaba el cumpleaños feliz. Estoy encantado.
En fin, que intentaré aprovecharlo al máximo el resto de días de esta semana, de vacaciones, que he venido a pasar con mi familia. Supongo que en breve contaré la experiencia. O volveré a callar otros cuatro meses.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔