Mientras leía ‘La carretera’ [mi reseña] tenía la sensación de que acabaría desarrollando verdadera afición por su autor, Cormac McCarthy [@ Wikipedia]. No es difícil afirmar tal cosa cuando uno está leyendo una novela como ‘La carretera’. Pero en contra de lo que cree la mayoría de los románticos, un primer beso espectacular no dice nada de cómo será una relación. Por eso mismo estaba expectante y ansioso por leer otro libro, al tiempo que temeroso para que no me pasara lo que ya me ha sucedido en varias ocasiones: tropezar con un buen libro de un autor, que deja el listón muy alto, para despeñarme por un acantilado con la lectura del siguiente que caía entre mis manos.
A mi mujer le sorprendió que tan pronto terminé de despertarme —me llevó bastante tiempo percatarme completamente de lo que estaba sucediendo— tirase mano de la cámara para hacer fotografías del coche ardiendo. Supongo que a mucha gente le sorprenderá que, ante el desamparo de otra persona y el drama que se estaba viviendo, yo pensara en tomar fotografías. A mí lo que me sorprende es que no bajara a la calle para tomarlas de cerca.
El fin de semana dormí más bien poco. Entre unas cosas y otras me acostaba tarde, muy tarde, lo que es más bien la norma en mi existencia, y me levantaba muy temprano. Esto último entre semana y sus días laborales es lo natural, pero los fines de semana no. Supone casi un delito.
Llegué a la noche del domingo tan cansado que, de forma inusual, estaba dormido como un tronco pasados apenas unos minutos de las once y media de la noche.
Me los tropecé haciendo limpieza de papeles este fin de semana. Hay que ver la cantidad de papel inútil que acumula uno al transcurrir del tiempo. En mi caso dos cajones completamente llenos. Andaba rompiendo tongas de papeles presumiblemente revisadas y prescindibles y se cayó un trozo del cuadernillo número nueve. Rebusqué y saqué el resto de los trozos de la bolsa donde los estaba tirando. Rebusqué entre los montones aún no clasificados de papeles y rescaté el resto.
Más o menos a mediados de la década de los noventa del siglo pasado mi conocimiento del inglés era nefasto. Finalizada la primera década de este siglo no puedo decir que sea mucho mejor, aunque hoy en día puedo decir que entiendo bastante bien lo que leo e, incluso, lo que escucho. Pero entonces me costaba mucho más. Cediendo finalmente al deseo vocacional (originalmente quise estudiar Matemáticas Y —importante ese «y»— Física, pero decantándome por Ingeniería Industrial), acabé metido en Informática y, como todo buen «amante» de la misma, abracé temprano la Orientación a Objetos.
Hace unos meses reinicié la lectura de la única saga de ciencia ficción que me gustó tanto cuando leí por primera vez los libros, que la vuelvo a leer cada pocos años. El que frecuente este vertedero de incontinencia verbal sabrá que hablo de la saga de Ender y que hace unos meses, poco antes de volverme de Madrid, volví a leer ‘El juego de Ender’ [mi reseña]. Uno de los mejores libros del género, en particular, y de narrativa de ficción en general.
En el momento de publicarse la entrada de hoy, yo debería estar de camino al aeropuerto de Bacerlona y coger el avión de regreso a Gran Canaria. Acabo de pasar dos semanas de viaje en unas más que merecidas vacaciones.
Desde que mi mujer [su blog] y yo comenzamos nuestra relación, allá por octubre de 1998, tuvimos muy claro que, tan pronto pudiésemos, comenzaríamos a viajar. Por separado lo habíamos hecho muy poco, pero al poco de conocernos, descubrimos que ambos teníamos muchas ganas (latentes) de conocer Mundo.
Hoy toca compartir una reflexión tonta.
Creo que al ser humano, en este caso como individuo y no especie, le encanta la ficción distópica. Esa de la que tanto abunda en la narración ficticia y en el cine catastrofista. Ejemplos de ello podrían ser ‘1984’, ‘Mad Max’ y la reciente ‘La Carretera’ [mi reseña]. Me arriesgo a llegar aún un poco más lejos: la necesita. Necesita ver materializada la posibilidad de que haya futuros alternativos en los que la sociedad se va a tomar por donde amargan los pepinos.
¿Nadie más considera que ya le estamos dando algo más que otra vuelta de tuerca al asunto de los Zombis? Yo sí creo que se nos está yendo un poco de las manos la moda de los los muertos-no-muertos andantes con un apetito infinito de carne humana. ¿O no? Después de tropezarme libros —algunos de ellos en los primeros puestos de las listas de ventas— como ‘Zombi - Guía de supervivencia’, ‘Guerra Mundial Z’ o ese con un título algo más surrealista ‘Orgullo y prejuicio y zombies’, —no he leído ninguno, así que tampoco puedo decir si merecen o no la pena; aunque no niego que han despertado en mí cierta curiosidad, especialmente el último, del que hasta parece que se hará una película [@ IMDb]— me encuentro, hurgando en los fondos mafiosos de los vagos, viciosos y maleantes, una serie de cómics bajo el título de ‘Marvel Zombies’ [@ Wikipedia].
¿Y por qué no? No, no me refiero a que vaya a visitar La Palma [@ Wikipedia]. Bueno, sí, es probable que a final de año con Sulaco y Luis. Y también es posible que vuelva con mi mujer el año que viene, quizá para celebrar nuestro quinto aniversario de bodas. La Palma es una isla fantástica en muchos aspectos. De hecho es, para mi gusto, la mejor del archipiélago. Pero no, no es por eso.