—¿Qué tienes ahí? —Nada —El que nada no se ahoga. El que se ahoga es un bruto. Bruto mató a César. Cesar fue emperador de Roma. Roma está en Italia. Italia está en Europa. Europa está en el Mundo y el Mundo es una pelota. ¿A que sí, papi? —Claro, claro
Extracto de una conversación mantenida por dos niñas, tal vez de 11 y 9 años, y su agotado padre, mientras esperábamos a que la cinta empezara a escupir nuestras maletas este miércoles pasado, cuando volvía a Madrid desde Las Palmas.
Creo que tendría 6 o 7 años cuando en Televisión Española comenzaron a emitir los capítulos de Mazinger Z. Si no recuerdo mal lo hacían después del telediario, a las dos y media de la tarde, y únicamente emitían los sábados. Como todo niño la gran mayoría de los niños de mi edad, porque también los había raritos a los que no les gustaba, alucinaba con la serie de dibujos más cañera que recordaba; con esa edad tampoco es que hubiera visto mucho digno de recordar en un sistema en el que, en la práctica, solamente existía una cadena de televisión y era pública.
Después de muchos años sin acercarme a una, el pasado 5 de enero, víspera del Día de Reyes, pese a estar cansado como un chucho, acepté acompañar a mi mujer, a su hermana y cuñado, para que nuestra sobrina, en edad de comenzar a dudar sobre la verdadera identidad de los Reyes Magos, tuviese un acercamiento en primera persona con sus realezas durante la tradicional cabalgata de reyes.
Como hace tiempo que ando detrás de meterme a hacer fotografías en un evento de este tipo, aunque más pensando en la cabalgata de Carnaval, cargué con la cámara, junto con su inseparable 18-200, con la sana intención de conseguir puesto en primera fila y poder obtener alguna instantánea interesante.
Para cuando esto se publique —dichosa manía de que cualquier cosa que haya escrito para este sitio se publique a las 8:30 de la mañana; sin excepción— ya debería estar en casa de algún familiar, seguramente mi hermana, disfrutando como niños con el rito de intercambio de regalos. No es que suframos un grave caso de «síndrome de Peter Pan». En mi familia, de forma tradicional, se vive el Día de Reyes, y todos los anteriores, con especial entusiasmo.
No me considero especialmente jugón. De hecho no he tocado ninguna de las consolas —y mira que tengo las tres— desde abril del año pasado, cuando le estuve dando al ‘Ninja Blade’ y al ‘Afro Samurai’. Y menos jugón soy ahora que estoy pasando una temporada en Madrid. De hecho ha sido mi concuño —o el cuñado de mi mujer, que es lo mismo— el que la ha tenido en su casa todo este tiempo y a quien se la he tenido que «pedir prestada» para poder ver alguna película en Blu-Ray y aprovechar para desentumecer los dedos con el mando.
He dicho -y como tengo pocos temas de los que hablar, seguiré repitiendo- que tengo una lista de libros por leer que tiende a la enormidad. He perdido la cuenta y no quiero actualizarla, pues podría deprimirme. Los tengo todos repartidos por distintos lugares. Algunos están en varias estanterías, en mi casa. Y los que llevan más tiempo esperando, aún están en casa de mi madre, suspirando por que vaya a buscarlos.
Siempre creo que todo va a durar para siempre, pero nada dura para siempre. De hecho, nada existe más allá de un instante, salvo las cosas que retenemos en la memoria. Yo siempre intento retenerlo todo —prefiero la muerte al olvido—, […]
Firmin Sam Savage Booket
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible.
Una de las frases favoritas era «después de la revolución». Cuando le compraban un libro siempre pedía perdón por el dinero que recibía y a continuación explicaba que los libros serían gratuitos después de la revolución, que serían un servicio público, como las farolas de las calles. También decía que Jesucristo era comunista, […]
Firmin Sam Savage Booket
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[…] Era mágico. Anhelaba presentarme ante ella como un suplicante, llevando en la mano una rosa sin tallo, y colocar humildemente el capullo en el arriate de su ombligo, como una ofrenda. Pero supongo que tanta emoción, tanta ansia, eran demasiado enormes para un cuerpo tan pequeño como el mío, y aquellas noches, durante el camino de regreso a mi polvoriento cuchitril del techo de la librería, me agarraba unas depresiones terribles.
Hoy, como último día de 2009, merece hacer un poco de repaso. No deja de ser una tontería, pero es que también es el último año de la primera década del siglo XXI. Suena más rimbombante, pero no por sonar mejor deja de ser exactamente lo mismo. A fin de cuentas, si los humanos hubiesen optado por fijarse en otro evento para marcar el calendario, hoy podría ser el último día de la vigésimo tercera semana del año cuatro mil setecientos treinta y tres desde que la Sagrada Rana de la Charca Seca Desde Hacía Más De Una Década Croó Su Gran Lamento y El Gran Dios del Cielo Respondió Con Las Grandes Lluvias Torrenciales de Cuarenta Días Que Purificaron El Mundo y Limpiaron De Pecado Las Almas De Los Hombres.