La Viagra cambió el mundo. Reintrodujo el sexo para los pensionistas, devolvió la confianza a hombres inservibles y recuperó el entusiasmo de relaciones agotadas. En algunos casos, arruinó relaciones en las que una esposa madura, feliz y sexualmente inactiva, se vio enfrentada de repente a un marido que se comportaba como un cachondo de 17 años de edad. Y arrasó el porvenir de toda una industria. Las fluffers se encontraron sin trabajo y con pocas salidas.
Y algo sí he aprendido. No hay en realidad nada que temer. Cinco meses de aventura, luchando por el dinero, recién casado, una hipoteca enorme, una casa a medio redecorar, un bebé en camino, todo eso… y no estaba asustado. De hecho, la experiencia me resultaba tremendamente apasionante. No tenía a nadie en quien apoyarme que no fuera yo mismo, y nada hay que centre las ideas mejor que eso.
En primer lugar, no creo que el emprendedor sea mejor que los demás. Creo que el término debería ser tratado como una especie de mal, no como un término de admiración. Está demostrado que muchos emprendedores muestran tendencias levemente psicópatas, y que a menudo el motivo de trabajar para uno mismo es que este tipo de trabajo ofrece una vida comparativamente libre de disciplina externa. Además de hacer pedacitos a sus compañeros de instituto y de guardarlos en el congelador para reírse de ellos, la otra cosa que no gusta para nada a los psicópatas es la disciplina externa, ya sabe.
Mi sentido arácnido está muy agitado. Tanto como la situación en la empresa. El jodío me está gritando al oído que la cosa no cuadra lo más mínimo. A mentalizarse que tal vez en unas pocas semanas se acabe la aventura madrileña.
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En un mes, aproximadamente, hará año dos años y medio que trabajo para la empresa en la que estoy actualmente. Según mi «historia personal» eso significa que ya debería andar buscando otro trabajo. Quienes me conocen saben que no aguanto más de tres años en el mismo sitio. Como en aquel supuestamente famoso estudio de parejas, tres años es el tiempo que tardo en encontrar los defectos y las «insalvables distancias» en mi relación profesional con el que me ingresa el sueldo mensual.
La mayoría de las chicas no tenían un aspecto muy refinado, pero con la magia de un brillante software conocido como PhotoShop se podían hacer maravillas. Gracias a él era posible eliminar tatuajes, blanquear dentaduras, reducir orejas e iluminar miradas. Con unos cimientos más o menos decentas y un poco de confianza, conseguiríamos crear magia.
El pornógrafo emprendedor Gavin Griffiths Empresa Activa
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Comencé a pensar que había una escuela barata de modelos con glamour donde aprendían esa pose, les daban una maletita de ruedas, les ponían un piercing en el ombligo y les tatuaban un tatuaje horrendo a modo de despedida.
El pornógrafo emprendedor Gavin Griffiths Empresa Activa
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Y cuando empecé a mirar The Stage, fue cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba pidiendo a mujeres que se desnudaran. Estaba pidiendo a mujeres que se desnudaran para poder fotografiarlas y exponerlas en una página web. Para ganar dinero. Oh, Dios mío. ERA UN PORNÓGRAFO.
El pornógrafo emprendedor Gavin Griffiths Empresa Activa
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En la poco más de una semana que llevo en Madrid, es la primera vez que me siento aburrido. Ha sido una semana muy intensa y, en este momento previo a irme a la cama un domingo por la noche, he tenido ganas de no estar aquí y estar en casa con mi mujer. Vaya gilipollez. Una ducha calentita y a leer, qe es como se superan estas crisis.
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Mientras ella estaba cocinando, uno de los hombres entraba en la casa y, después de un breve y poco convincente diálogo, los dos se liaban apasionadamente allí mismo, en la cocina. Y antes de que ella se diera cuenta de nada, el otro jardinero se había sumado a la acción y la había penetrado rudamente por la puerta de servicio. Y esto daba lugar a la frase de ficción erótica más memorable que nunca recibimos: «¡Mi trasero vibró con el orgasmo!