Esta entrada ha sido recuperada gracias a Wayback Machine de un blog que mantuve en La Coctelera.
Después de esta pausa dramática, rompo el silencio bloguero.
En unas pocas horas salgo para Madrid. Mañana me incorporo en la nueva empresa. Ganas, muchas ganas. Sin dudas o incertidumbres. Nunca he tenido demasiado miedo ante estas cosas. Si sale mal o tiene fecha de caducidad, como han rumoreado algunos por ahí, no me importa.
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Pues parece que se confirma. Cambio de empresa y de trabajo.
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Últimamente el trabajo me ha exigido mucha (demasiada) dedicación. Algunas horas extra he realizado esta última semana, algo que no venía haciendo hace ya bastante, y sospecho que la próxima semana, la que empieza mañana, se presenta por el estilo. Ya se irá viendo sobre la marcha.
En el trabajo apenas puedo hacer nada.
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Hace un momento he dicho que el mejor regalo es mi mujer, que me da sorpresas alucinantes y me quiere más de lo que merezco. Pero he de agradecer también a todos los que han esperado hasta hoy para volver a felicitarme. No doy nombres ni enumero porque siempre se comete la injusticia de no nombrar a alguno que se lo merece como el resto.
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Dicen que, generalmente, una imagen vale más que mil palabras. La imagen anterior tiene muchas más implicaciones de las que cabría esperar. Al menos eso creo yo, por lo que más valen mil palabras -que no voy a poner- en este caso.
fotografía no recuperada 😞
Esta mañana, cuando aún no había despegado las legañas, mi mujer se descolgó, casi literalmente porque tenía los paquetes en lo alto del armario, con una suerte de regalos, los que se ven en la imagen de arriba.