reverberaciones de una existencia
Si algo estoy echando de menos durante mi estancia en Madrid es la compañía de mi mujer. Así que, aprovechando las circunstancias, cogí un avión el viernes para pasar dos días en la ciudad que me vio nacer. Lo de «y morir» de momento lo dejamos en espera. El fin de semana pasado, salvo que vivas bajo tierra o haciendo el anacoreta en alguna cueva perdida desfogándote con cabras, sabrás que coincidió con el Día de San Valentín, día en el que los —apurados por las circunstancias— comerciantes se frotaban las manos de satisfacción; como lo haría una mosca frente a un buen truño recién puesto y humeante, salivando de placer anticipado al imaginar el banquete que le espera.
Hace ya unos días que se ha cumplido, sin descontar las dos semanas que pasé por Navidad en Las Palmas, tres meses que me desterraron a Madrid. En varias ocasiones he comentado lo bien que me siento aquí, en una ciudad grande, con lugares nuevos que conocer y con, esto es fundamental, un transporte público de envidia. Las grandes ciudades se construyen sobre buenos sistemas de transporte público. Los gobernantes que olvidan este detalle a) no quieren a su pueblo y b) condenan a la ciudad al caos.
—¿Qué tienes ahí? —Nada —El que nada no se ahoga. El que se ahoga es un bruto. Bruto mató a César. Cesar fue emperador de Roma. Roma está en Italia. Italia está en Europa. Europa está en el Mundo y el Mundo es una pelota. ¿A que sí, papi? —Claro, claro
Extracto de una conversación mantenida por dos niñas, tal vez de 11 y 9 años, y su agotado padre, mientras esperábamos a que la cinta empezara a escupir nuestras maletas este miércoles pasado, cuando volvía a Madrid desde Las Palmas.
Creo que tendría 6 o 7 años cuando en Televisión Española comenzaron a emitir los capítulos de Mazinger Z. Si no recuerdo mal lo hacían después del telediario, a las dos y media de la tarde, y únicamente emitían los sábados. Como todo niño la gran mayoría de los niños de mi edad, porque también los había raritos a los que no les gustaba, alucinaba con la serie de dibujos más cañera que recordaba; con esa edad tampoco es que hubiera visto mucho digno de recordar en un sistema en el que, en la práctica, solamente existía una cadena de televisión y era pública.
Hoy, como último día de 2009, merece hacer un poco de repaso. No deja de ser una tontería, pero es que también es el último año de la primera década del siglo XXI. Suena más rimbombante, pero no por sonar mejor deja de ser exactamente lo mismo. A fin de cuentas, si los humanos hubiesen optado por fijarse en otro evento para marcar el calendario, hoy podría ser el último día de la vigésimo tercera semana del año cuatro mil setecientos treinta y tres desde que la Sagrada Rana de la Charca Seca Desde Hacía Más De Una Década Croó Su Gran Lamento y El Gran Dios del Cielo Respondió Con Las Grandes Lluvias Torrenciales de Cuarenta Días Que Purificaron El Mundo y Limpiaron De Pecado Las Almas De Los Hombres.
tactactactactactactactactactactactactactac…
¿Qué estás haciendo, chavo? ¿Trabajar? No. Escribir. ¿Y qué escribes? Escribo sobre un libro que he leído. Ah… tactactactactactactactactactactactactactac…
¿Qué es egolatría? Es el culto a uno mismo, a mí, ser sobresaliente, superior, superlativo; de mente prodigiosa, deslumbrante y ejemplarizante, sin comparación posible con el resto de mortales, inferiores; de ánimo y alma magnánimos y, no lo olvidemos, amo y señor de mi tiempo y de esta casa, mi reino, donde soy el único y verdadero dios.
-¡Coño! ¡El coche de Google!- exclamo mientras toco en el hombro a mi primo Marcos para que deje de monopolizar por una vez la conversación y preste atención.
-¿Cómo?- pregunta Víctor, que aún no ha tenido tiempo de reaccionar.
Sin parar a concretarle le digo: -¡Hagamos el gili y saludemos!
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El diálogo es más o menos real. El del suéter rojo soy yo. Lástima que la calidad sea tan mala, pero hagan un ejercicio de imaginación y podrán distinguirme en ese manchón borroso.
Hace tiempo que no escribo. He leído en multitud de sitios que el motivo para desatender la bitácora es que tienes cosas más interesantes que hacer. Es posible que así sea, no lo voy a negar. Este último mes que he pasado en Madrid ha consumido muchísimo tiempo lejos de un teclado y una pantalla. Principalmente en el aspecto laboral. Aunque también en la vertiente lúdica. Cuando llego al piso apenas dedico tiempo a leer algunos mensajes de correo y poco más.
Hace unas semanas comentaba que había descubierto un pequeño edén en el que pasar los fines de semana. Hablo de los bungalows Dunas Maspalomas. También comentaba cómo la familia puede estropear la estancia y joder lo que sería un fin de semana perfecto. Pero eso es otro tema.
Un par de fines de semanas atrás, necesitaba darme una escapada. De esas que me llevaron a descubrir los bungalows mencionados antes. En esos fines de semana aprovecho para tomar algo el Sol, la que no es precisamente mi actividad preferida, pero que hago de forma relajada y.
Me parece una eternidad lo que ha pasado desde la última vez que retomé la colección filatélica. Hace unas semanas comentaba que echaba de menos los sellos. Aunque realmente creo que lo que me pasaba es que andaba buscando algo que llenase mi existencia, algo con lo que evadirme del tedio, cuando las mil y una alternativas que tengo, no me funcionan. Para eso y para que mi mujer siga diciendo que me dedico a despilfarrar el dinero en mis chorradas.