suspiros efímeros de un tiempo insignificante
Como he estado todo el fin de semana un pelín «tocado», decidí, que si al final no me llamaban para salir, me quedaba en casa descansando. Es lo que he hecho. Eso y ver películas. Tengo por aquí unos cuantos Blu-Ray que ver, pero tenía ganas de ver algo ligeramente «más moderno». Aprovechando que tenía aún montón de saldo en la PlayStation Store de cuando compré ‘The Last Guy’, me lancé a revisar la oferta para alquiler.
El proceso es siempre el mismo. Empieza doliéndome la garganta. Sequedad intensa. Beber agua es sentir papel de lija bajándote por la garganta y la tráquea. Luego, dificultad para respirar. Mocos. Obstrucción nasal. Respirar por la boca, y más sequedad. Al par de días noto que baja a los pulmones. Tos. Más tos. Dolor punzante y ocasional. Dolor de cabeza. Mucho. Dificultad para dormir. Amanezco como un walking dead más. Y así durante unos días.
Hace bastante tiempo que no cojo la prensa gratuita que una suerte de repartidores intenta colocarte a la entrada o salida de las estaciones de Cercanías. Si leo algo relativo a las novedades que acontecen en el mundo —y no me refiero al periódico de Pedro J.— lo hago en el iPhone o en el iPad. Ayer no iba a ser el caso (aún peleaba con las legañas), pero me llamó la atención el gran titular del ADN que leía el que tenía sentado en frente.
Hace un rato que he llegado de pasar el fin de semana en casa, Las Palmas. Allí salí en camiseta de manga corta. Aquí tuve que calarme la chaqueta y exhalaba humo por la boca.
Pues sí que hay diferencia, sí.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible.
Desde principios de año me picaban las ganas. Aprovechando el viernes negro en Xamarin me lancé a hacerlo. 230€ —al cambio— menos y tengo la licencia de desarrollador de MonoTouch.
La economía doméstica no está pasando su mejor racha, pero tenía ganas de hacer «algo». Ahora queda que, efectivamente, lo haga. ¿Ideas?
Sea como fuera, ya tengo mi regalo de reyes.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Me despertaba esta mañana a las 5:20, como casi todas las mañanas. Hoy, con la tranquilidad de haberlo dejado todo dispuesto la noche anterior —incluso la higiene íntima— decidí remolonear en la cama. Me acompaña siempre mi iPad, como libro de mesa de noche. Abrí la aplicación de El País y me puse a leer los titulares destacados. Una entrevista a Rajoy se llevó la mayor parte de los diez o quince minutos que demoré levantarme.
Acabo de regresar de Correos. Supuestamente hoy era el último día para enviar el voto por correo, que solicité el lunes de la semana pasada y cuya notificación de entrega recogí esta mañana cuando salía para el trabajo. Así que me presenté en la oficina para recoger el sobre y, de paso, votar. Supuestamente hoy era el último día, pero finalmente lo han ampliado hasta mañana.
Pensé que iba a tardar más, pero en una hora volvía a estar en la calle.
Ayer se fastidió el plan de tarde de cine que teníamos previsto mi amigo David y yo. Para pasar el rato —y desquitarnos— nos acercamos al Media Markt a ver qué películas tenían por menos de 10€. Me tropecé en BluRay con ‘El indomable Will Hunting’ y no me lo pensé dos veces. Junto con la segunda parte de ‘El padrino’ —a 9€— ese fue mi botín de guerra.
‘El indomable Will Hunting’ es una película que me encanta.
…dado que ya empezaba con mal pie y justo de tiempo el día, tampoco quería llegar muy tarde al trabajo. Correr a seis grados para coger el tranvía y sufrir la ceguera de las gafas empañadas cuando entro en el vagón por tanto calor humano reconcentrado, no tiene (des)precio. El fenómeno de las gafas es de esas experiencias que no apreciaba lo más mínimo —más bien despreciaba— cuando estuve en Madrid a finales del 2009.
…mientras trajinaba pa’lante y pa’trás en la cocina, pude ver un fugaz reflejo de mi perfil en la ventana de la cocina —es lo que tiene cocinar de madrugada, que la oscuridad exterior convierte en espejos de feria los vidrios de las ventanas— y tuve la sincera sensación de parecerme cada vez más al grande Hitchcock. De ahí se derivaron dos hilos de pensamientos paralelos —para ello cuento con dos hemisferios cerebrales—.