Aunque mis amigos no terminan de entenderlo, y reconozco que echo un buen puñado de horas a la semana en el tren, sigo disfrutando como un niño contemplando los amaneceres desde un vagón en movimiento. Lástima que la mayoría de la gente que viaja conmigo vaya blindada en su propio universo minúsculo con la mirada baja.
[Publicado originalmente en mi muro de Facebook el 1 de septiembre]
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Llevo una semana viviendo en Parla y ya tengo Internet. Perdón, ahora sí puedo decir “¡¡TENGO INTERNET!!” Primera vez que tengo fibra. 30 megas. Las páginas no se descargan, se materializan en el acto. Qué vertigo, madre mía XD
[Publicado originalmente en mi muro de Facebook el día 31 de agosto]
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Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible.
A John (Forbes) Nash, mente maravillosa donde las haya, le perdían los patrones, existiesen o no. A mí las formas literarias, los géneros narrativos y las figuras retóricas. Aquí yo veo La fábula del banquero y el hipotecado.
También vale la del político y el votante o, tal vez por ser más actual, la de Rodrigo Rato y el trabajador.
Apostilla: Madre mía cómo se las gasta el bicho de los cojones.
Completando la cesta de la compra en una librería de Internet para que el envío me saliese gratis, en una de esas tantas ocasiones en las que acabo considerando la VISA el mejor y el peor invento de la Humanidad, me dejé seducir por el título de un libro que me resultó interesante y acabé pasando por caja con él, sin apenas conocer del susodicho libro poco más que el título que habían elegido para sacarlo al mercado, como en tantas otras ocasiones he hecho en el pasado.
Estoy vivo. Aunque la ausencia de entradas publicadas durante los dos últimos meses de lugar a pensar lo contrario. Sigo vivo, sí. El calor de Madrid no ayuda; al menos a querer seguir estándolo. A veces te planteas si no estarías más a gusto bajo dos metros de tierra que sudando de forma infinita por cada poro y encharcando cada pliegue de piel, allí donde dos masas de carne, de tu propia carne, entran en contacto.
Hoy toca cumplir años. Se alcanza la curiosa cifra de 39. A las puertas de ese universo desconocido y temido que son los cuarenta. Recordatorio de que ya la cosa va irreversiblemente cuesta abajo y sin frenos. Tal vez, también, el ecuador de mi propia existencia, que en la Gran Historia del Universo no será más que un bufo de microbio, pero que te da por pensar que tal vez deberías tener ya respuestas a las Grandes Preguntas [1]: ¿Cuál es el Sentido de La Vida?
La cosa fue más o menos así:
Yo: ¡Hombre, hacía tiempo que no te veía por aquí! Mira en lo que estoy perdiendo el tiempo miserablemente: http://youtu.be/NzUZsaIIfCc L: ¡Mola! ¿Estás haciendo cosas para el iPhone? Yo: Bueno, no exactamente. Estoy haciendo pruebas. L: Pues yo ya he publicado un par de programas chorra; de esos que haces en una tarde. Por cierto, ¿cómo va la búsqueda de curro? Yo: Pues mira, más o menos, aquí sigo, perdiendo el tiempo con estas cosas.
Anoche llegué tarde a casa tras pasar tres días —sin contar el jueves, que llegamos por la noche al destino— en Santiago de Compostela. Sin desmerecer los viajes más largos, pero que por experiencia suponen un riesgo mayor al tratarse —repito que por experiencia propia— casi de un «todo o nada» [1], los microviajes, «escapadas» o pequeños viajes de corta duración cuyo destino sea algún punto de la geografía nacional, van ganando presencia e importancia en las opciones que vamos prefiriendo en los últimos meses.
Más o menos empecé el año 2010 con la intención de releer toda la saga de Ender de forma más o menos seguida. Estando en Madrid compré en el dispensador de libros de Príncipe Pío la primera novela porque había desaparecido el ejemplar que tenía desde hacía veinte años y poco después me puse a leerla en la cama, escondido de las frías noches madrileñas. Tras ello descubrí que el autor había publicado dos novelas cronológicamente situadas en el inmenso hueco temporal que había entre la infancia de ‘El juego de Ender’ [mi reseña], quizás una de las mejores novelas de ciencia ficción que se han escrito, y la edad del profeta de profetas de ‘La voz de los muertos’.
Hoy será breve: ¿Qué ven de raro en la siguiente imagen? Tómate tu tiempo, si lo necesitas.
Para el que no lo haya hallado aún, aquí va una pista: mira el epígrafe bajo el que se encuentran los títulos de los libros que aparecen en la imagen. ¿Sigues sin entenderlo?
Es raro que pasee por la zona, pero cuando lo hago y decido entrar en El Corte Inglés de Mesa y López, es más raro aún que no me acerque a la sección de Ciencias a curiosear qué libros tienen.