Nunca he terminado de entender la fuerte atracción que siente el mundo latino por acoger sin mucha resistencia expresiones de uso popular dentro del mundo anglosajón. El fenómeno Web 2.0 únicamente ha amplificado dicho fenómeno, por lo que no es raro que las bitácoras, foros y otros submundos estén plagados de expresiones como LOL o WTF, por poner un par de ejemplos. ¿Dónde estará el tan castizo y sonoro «¡Pero qué coño!
Finalmente ayer se concretó lo que ya se me había adelantado telefónicamente el día diez de mayo. Entonces fue un regalo de cumpleaños algo amargo e indigesto. Aunque totalmente comprensible.
Cuando la dirección me invitó a pasar unos días en Madrid a principios de este mes, raramente cabía otra posibilidad. Han sido cinco meses de incertidumbre. En realidad bastante más, pues era una consecuencia lógica que tarde o temprano tenía que llegar y que se podía percibir desde mucho antes.
Hace ya algo más de un año comentaba por aquí la primera novela empresarial de Eliyahu M. Goldratt, ‘La meta’ [Hoy recomiendo ‘La meta’], que resultó ser todo un descubrimiento. Ya iba siendo hora de que le tocara el turno al último de los libros que hay publicados del autor en español: ‘Necesario, pero no suficiente’. Entre otros posibles motivos porque lo compré junto con el resto tan pronto acabé el primero y ha estado esperando todo este tiempo su pequeño momento de gloria.
Hace unos días contaba, así en plan «batallas del abuelo Cebolleta», el primer viaje que hicimos de casados [La Palma]. También contaba que por motivos económicos no habíamos podido viajar casi nada antes de la boda. La cual tuvimos que aplazar unos años, por si no había quedado indirectamente claro, porque no se terminaban las reformas del piso que compramos. El piso lo compramos a mediados de 2003 y nos casamos en julio de 2006.
Ya decía ayer que apenas juego (vamos, lo que digo siempre). Uno de tantos motivos por los que apenas escribo reseñas de juegos en mi vertedero particular de despropósitos. Tampoco de asuntos más genéricos relativos o asociados con la industria del ocio electrónico. Apenas conozco, y menos tengo aún, experiencia sobre el asunto. Sin embargo, decidí escribir la entrada de ayer y esta segunda parte (y conclusión), justo cuando terminé de jugar a Darksiders y me tragaba los créditos finales.
Hace diez meses escribía una entrada [¿Será 2010 un año para jugar?] preguntándome si acabaría descalabrando mi carrera profesional debido a la cantidad prevista de juegos que se publicarían durante el año de uno de los géneros que a mí particularmente me gustan, más los del año anterior que aún no había jugado. Por fortuna mi carrera profesional no corre peligro —lo que se puede interpretar de muchas maneras, entre las que podría caber la de «no existe ya carrera profesional que destruir»—, pero lo cierto es que diez meses después ha resultado que, efectivamente, ha sido el año que con bastante diferencia más he jugado.
Ojo si no has visto la película. No cuento nada del argumento, pero durante mis divagaciones psico-filosóficas puedo darte algún dato, alguna información u opinión que podría predisponerte a cómo verías la película y, por ende, fastidiarte lo que podría ser una de las mejores experiencias psicocognitivas que se te ofrecerán en este pésimo año 2010. Así no me extraña que Sulaco [Distorsiones] la haya visto como diez veces ya. Se presta a eso, desde luego.
Mientras leía ‘La carretera’ [mi reseña] tenía la sensación de que acabaría desarrollando verdadera afición por su autor, Cormac McCarthy [@ Wikipedia]. No es difícil afirmar tal cosa cuando uno está leyendo una novela como ‘La carretera’. Pero en contra de lo que cree la mayoría de los románticos, un primer beso espectacular no dice nada de cómo será una relación. Por eso mismo estaba expectante y ansioso por leer otro libro, al tiempo que temeroso para que no me pasara lo que ya me ha sucedido en varias ocasiones: tropezar con un buen libro de un autor, que deja el listón muy alto, para despeñarme por un acantilado con la lectura del siguiente que caía entre mis manos.
A mi mujer le sorprendió que tan pronto terminé de despertarme —me llevó bastante tiempo percatarme completamente de lo que estaba sucediendo— tirase mano de la cámara para hacer fotografías del coche ardiendo. Supongo que a mucha gente le sorprenderá que, ante el desamparo de otra persona y el drama que se estaba viviendo, yo pensara en tomar fotografías. A mí lo que me sorprende es que no bajara a la calle para tomarlas de cerca.
El fin de semana dormí más bien poco. Entre unas cosas y otras me acostaba tarde, muy tarde, lo que es más bien la norma en mi existencia, y me levantaba muy temprano. Esto último entre semana y sus días laborales es lo natural, pero los fines de semana no. Supone casi un delito.
Llegué a la noche del domingo tan cansado que, de forma inusual, estaba dormido como un tronco pasados apenas unos minutos de las once y media de la noche.