Un día en Palmitos Park, Pozo Izquierdo y Arinaga, acompañado por Sulaco
La semana pasada me reincorporé al trabajo después de una estupenda semana de vacaciones. Rara vez las semanas laborales tienen algo destacable, más allá del placer que pueda ocasionarme el trabajo, que reconozco que me gusta y disfruto. Así que poco puedo decir más allá del “lo habitual” que acompaña a este tipo de vivencias y, con ello, quedaría resumido todo. Bueno sí, esta semana nadie “ha finalizado su colaboración” con la empresa. Lo que siempre anima en tiempos de crisis.
Desde el lunes de la semana pasada estaba a la espera de concretar con Sulaco el día que iríamos a Palmitos Park, algo que tenía muchas ganas de hacer y que habíamos planteado desde que fuimos a las Dunas de Maspalomas para fotografiar el amanecer. O intentarlo. En mi caso, digo.
Al final, revisando y comprobando día sí, día también, las previsiones contradictorias del clima, acabamos yendo el domingo. A las nueve me recogió y, tras parada obligatoria para tomar un cortado, llegamos sobre las diez al lugar. Después de recorrer un tiempo que parecía infinito una carretera de cabras hasta llegar a la puerta de entrada. Ya echa para atrás visitar Palmitos Park el tener que adentrarse por esas carreteras tan mal señalizadas y en tal mal estado.
En las casi cuatro horas que estuvimos por allí, nos llovió (más bien chispó) encima unas cuatro o cinco veces. Una de ellas sin poder escondernos porque en el espectáculo de rapaces (no, no de banqueros, sino de aves), te prohibían expresamente levantarte del asiento. Supongo que para que el bicho no te confundiera con un suculento suricato y te arrancase los ojos. Resumiendo: una mierda de clima para visitar el parque.
El día estaba demasiado oscuro para aprovechar mi limitado equipo fotográfico, compuesto por mi adorada D200, mi mediocre 18-200 VR y el genial 10-20. El último no lo usé en todo el tiempo que estuve en Palmitos Park, por lo que la calidad de mis fotografías quedó limitada a las escasas capacidades que ofrece el 18-200 con ISO’s de 400 para arriba de la D200. Y es por todos sabidos que la Gen 1 de Nikon digitales dejan mucho que desear en cuanto al ruido con las ISO’s altas. Y 320 es ya una ISO alta en la D200. Mientras, el cabrito de Sulaco, con su Canon 50D, su Sigma 70-200 2.8 y su monopod, disparando todo el rato a ISO 100. Estaba acomplejado por el ‘tamaño de su equipo'; para que luego digan que el ‘tamaño no importa’. Si hay justicia divina, lo pagará muy caro… Habla la envidia, por supuesto.
Intentando objetivizar la visita, lo que significa olvidar el inconveniente del clima, mi opinión es que la visita resulta cara. 18 € para los indígenas y 23 € para los guiris no me parece un precio adecuado ni atrayente. Y no compensan los espectáculos que se ofrecen. Tanto el de las aves rapaces como el de las aves exóticas me dejaron bastante frío. Sí, sí, sé que hacía frío, pero no me pareció tampoco algo espectacular y maravilloso, digno de estar recordando durante horas. El de los papagayos es el clásico y no paramos a verlo. Tampoco me resultaron interesantes el orquidiario ni la casa de las mariposas, que por cierto, y en el caso de ésta última, al entrar sientes que lo estás haciendo en una sauna. Con el cambio de temperatura y la humedad que había dentro, se empañaron los objetivos, y en mi caso, las gafas. Veremos cuánto cobran cuando terminen con las ampliaciones (habrá un delfinario y también nutrias). No había vuelto a visitar Palmitos Park desde el año 96. Y no sé si pasarán otros 12 años hasta que vuelva a entrar allí. ¿Tendré que pagar 200 € entonces? Claro que ahora me parece una cantidad exagerada, pero dentro de una década podría ser lo que te cuesta, santa crisis mediante, un paquete de chicles.
A destacar que echamos en falta la presencia de aves paseando libremente por el parque, como sí que había en mi última visita. Debe ser que la gente sólo llevaba el pan para pasar el día en el parque. La carne fresca con la que rellenar el bocadillo correteaba libremente por allí mismo. Y a base de robar a los pobres bichos, acabaron extinguiéndose. Es una suposición, claro. O eso o se estaban poniendo como cochinos con los resto que les daba todo cristo que pasaba por allí.
Cuando dejábamos el parque empezó a despejarse el cielo y a brillar, tímidamente, el astro rey. Dichosos microclimas. Con las tarjetas de memoria casi llenas y con el estómago quejándose por su vacío, la cosa pintaba en que no volvería para atras a repetir tomas. Mala suerte. Dentro de 10 años vuelvo. Y espero que haga mejor tiempo.
No me considero de los que sistemáticamente creen que ‘el cesped del vecino siempre es más verde’, pero no dejo de tener una actitud crítica sobre las cosas que vivo y me rodean (por ejemplo), que al cabo es lo que conozco de primera mano. También soy consciente de que no hay ningún sistema perfecto, pero es cierto que Holanda parece llevarnos la delantera en muchas cosas. Es por eso que me gusta escuchar lo que me cuenta Sulaco sobre cómo se organiza el sistema financiero hipotecario allí. Con eso, y otras muchas curiosidades relativas al país que lo ha adoptado, pasamos el almuerzo.
Con el estómago lleno e hiperdimensionado por una pizza del tamaño de un continente a la deriva, terminamos la ronda fotográfica acercándonos a Pozo Izquierdo, donde a falta de windsurfistas nos conformamos con los molinos. Tras lo cual, terminamos con una breve visita a Arinaga y un diluvio a la altura de El Goro, que nos obligó a concluir el recorrido cerca de las cinco y media de la tarde.
Para mí fue un buen día. Habrá que esperar a la valoración del compañero de andanzas. A ver dónde vamos en su próxima visita a la isla.
Es mi intención acercarme a devolverle la visita este año. Estaba barajando hacerlo en los primeros días de Semana Santa, aprovechando que mi mujer no coge vacaciones. En particular desde el viernes 3 al miércoles 8 de abril. Pero de los 350 € que cuesta el pasaje Gran Canaria - Amsterdam, 170 € se cargan en concepto de tasas de aeropuerto. Brutal. Esta semana espero volver a hablar con Sulaco y ver qué disponibilidad tendría esos días, aunque la crísis… digo, el horno, no está para bollos.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔