'Neuromante'

Si para mí ha tenido algo de particular el año que pronto dejaremos atrás ha sido el del reencuentro con la lectura. En realidad comienza antes, en 2008. Posible reflejo de ello sería que mi «carta a los reyes» del año pasado estaba casi completamente dominada por libros. Este año será igual. Libros y películas. Desde que descubrí la calidad cuasi HD de mi televisor, ya son unas cuantas las películas que van incrementando mi colección en alta definición. Es lo que tiene ser un consumista irredento. O tener una familia muy pesada que no te deja tranquilo con los «detallitos» para el día de reyes.

Decía que estos dos últimos años han sido para mí un reencuentro con la lectura. Pero ha sido en el último trimestre de este año cuando me decidí por incluir en las inmensas colas de libros por leer, algunos de los libros que leyera antaño y que he venido catalogando en mi vida como buenos o muy buenos, pero que la neblina que va cubriendo, como una telilla suave pero insistente, los recuerdos de sus lecturas que quedan en mi memoria, va robando esas creencias, dejándolas apenas en sensaciones. Vagas la mayoría de las veces. Libros que, por un motivo u otro, llegué a considerar obras representativas de tal o cual género y que, con el cariño que merecen, he conservado conmigo todos estos años. Como aquel que conserva a los buenos amigos, han estado la mayor parte del tiempo conmigo esperando pacientemente el momento de ser releídos. Amigos que la vejez te hace preguntarte los motivos por los que llegaron a serlo.

image without alternative textLa idea misma de ponerse a releer algunos libros, cuando los que se acumulan en la parrilla de salida se cuentan por decenas, sospechando que podría estar cerca ya de la centena, no deja de ser una locura. Pero mira por donde es lo que me apetecía hacer y es lo que he hecho. Al menos con ‘Neuromante’, que en su primera lectura, hace ya más de una década y media, arriesgaría a subir la apuesta a dos décadas, me fascinó, por decirlo de forma simple. Fue un libro rompedor -y diferente a- todo lo que había leído de ciencia ficción hasta ese momento. Era tan contundentemente distinto a lo que llevaba leído que pasó a ser un referente del género y de lo que debería ser el mismo en los años venideros. Hay que entender que aún no había visto Matrix ni sabía lo que era Internet. Así que todo aquello de la «senso/red», del «hielo», o «del ensanche» era alucinante. Todo. Simple. Hasta que tropecé con ‘Neuromante’ no sabía lo que era la ciencia ficción dura (y madura).

Extrajo la línea a través del hielo del archivo. La línea regresó en seguida al programa y activó automáticamente una reversión completa del sistema. Las puertas de la Senso/Red se cerraron tras él. Los subprogramas se reintrodujeron en el núcleo del rompehielos cuando él dejó atrás las puertas donde habían sido emplazados.

Entonces el libro me pareció una maravilla que debía ser leído y conservado. Un «you have to» que decidí conservar en la biblioteca hasta la próxima vez que abriría sus páginas. Curiosamente ha pasado mucho más tiempo del que inicialmente supuse que pasaría, cuando, ocasión tras ocasión, sobrevivió a la donación de libros a la biblioteca del barrio.

Desde su primera lectura ha sido mucho lo que ha llovido. En el cine han evolucionado de forma inimaginable hace veinte años los efectos especiales. He visto la saga Matrix. Dos veces. He leído otras cosas, he visto otras películas y he jugado con juegos impensables hace un cuarto de siglo, cuando empecé con los ordenadores de 48 Kb y teclas de goma. Internet está inmersa, si no en la médula de cada ciudadano, sí en el hipotálamo de la gran población. En resumen, nuestra propia existencia, lo que somos y lo que hacemos, está fundado, orientado e inundado por la red de redes. Hoy no es extraño escuchar a una abuela en la guagua contar «mi hija, la que vive en Irlanda, me mandó por correo electrónico un vídeo de mi nieta gateando». Todo ha cambiado, mucho, desde que leí por primera vez ‘Neuromante’. Y ello, quieras o no, afecta a la forma en que te enfrentas al mundo que imaginas en tu sesera mientras lees los párrafos de una de las mejores novelas del género. O eso decían los premios ganados. Resumiendo, mi contexto en aquel momento, y si mi memoria no me engaña, era el de un chico sin novia, en los primeros años de carrera -o en el último del instituto, ya he dicho que mi memoria no es demasiado fiel- que se pasaba muchas horas al día con el ordenador, que apenas salía de casa salvo los fines de semana, que veía mucho cine, leía cómics -no mucho ya entonces-, que sólo leía ciencia ficción o fantasía, y que pensaba que el mejor ordenador del mundo mundial era el Amiga 500, con el que jugaba mucho y robaba horas a los estudios. Nunca fui un buen estudiante. Por supuesto, mi contexto actual es distinto. Mucho. ¿O no?

-Yo vi la pantalla, el EEG decía muerto. No se movía nada, cuarenta segundos. -Bueno, está bien ahora. -El EEG liso como una correa- protestó Maelcum.

No es una mala novela, de hecho diría que es buena, y me la metí, «entre pecho y espalda», con gusto y avidez, como sucede con los libros que agradan, pero para mi gusto ha envejecido mal. Hay novelas que impactan por su prosa, otras por cómo está narrada la historia, otras por lo novedoso de lo que cuentan y muchas por todo ello junto y en equilibrio. En ‘Neuromante’ prima lo último, dejando las dos primeras componendas ligeramente relegadas, y, por apostar por lo novedoso, ya no sorprende tanto. No se le restará el mérito de ser pionera en su subgénero, el entonces llamado cyberpunk, pero es un género ávido de más y más, como el cine de acción, donde las acrobacias mientras se apunta y dispara deben ser cada vez más y más exageradas. ‘Neuromante’ es, dicho sin acritud y más bien con algo de lástima, una reliquia.

Como reliquia se merece todo mi respeto y cariño. Como reliquia debería ser un libro leído y comentado, pues fue precursor, guía y maestro de todo un universo que hubo de venir después. Tan solo por ello ya merece la pena ser leída. Pero con cautela y con cariño. El cariño con el que se escuchan las historias de los abuelos.

Leí nuevamente ‘Neuromante’ -además de porque así lo decidí al terminar de leerlo la primera vez- porque en los reyes del año pasado (bueno, aún de éste), hace casi ya un año, cayeron un par de novelas más del autor. Tenía intención de leer, antes, la Trilogía del Sprawl completa. Pero me estoy pensando pasar directamente de ‘Conde cero’ y ‘Monalisa acelerada’. Ya veré. A veces hay mitos que merece la pena adorar desde la distancia. ‘Neuromante’, siendo una buena novela, con la que aún me divertí en su última lectura, es de esas que debería haber mantenido con la etiqueta de «francamente genial» en el recuerdo. Ha descendido en la escala de la literatura que idolatro. Una pena. Para mí. Si tú no la has leído, no desperdicies la oportunidad. Pese a lo que yo haya comentado aquí, es una novela que resulta interesante y, estoy seguro, muchísimo mejor que la mayoría de los libros que se venden actualmente dentro del catálogo de ciencia ficción. Sin embargo, creo que no sobrevivirá a la próxima donación a la biblioteca. No habrá tercera lectura.

Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría

Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.

Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔