'Imágenes en acción'
Después del tremendísimo chasco del noveno título de la saga Mundodisco, ‘Eric’ (reseña), no tenía muy claro si dedicarle tiempo al que cumplía la decena o, simplemente, dejarlo amarillear y pudrirse con la pila de libros de la colección que terminé de recibir hace ya casi un año y que sigue esperando a que la lea. Casi que estaba por la labor de regalarlos. Puede que los últimos libros de humor que he leído me hayan ablandado lo suficiente como para darle una nueva oportunidad a esta franquicia que tan buenos momentos me ha hecho pasar anteriormente. Y a eso me puse.
Voy descubriendo que hay una especie de constante con la serie de Terry Pratchett de la que pocos libros se salvan. Se trata de que me cuesta pillarles el punto. Los arranques se me complican en los libros de esta saga. Se me hace cuesta arriba. En algunos cuesta más y en otros menos, incluso nada, aunque estos son realmente raros. En casi todos siempre tengo que leer unas cuantas decenas de páginas hasta que la historia y yo vamos entrando en calor. ‘Imágenes en acción’ no es la excepción. De hecho me costó algo más de cincuenta páginas empezar a sentir ese roce que hace el cariño. No digo que esto haga malo el libro o la historia. Simplemente que los comienzos son casi neutros. Ni frío ni calor. Entiendo que esto pueda hacer que la gente se aleje de esta literatura. Pero también sé que si se les da el tiempo suficiente, de media unas veinte o treinta páginas, acaban enganchando y, salvo una extraña excepción de momento, acaban recompensando enormemente. En este caso ‘Imágenes en acción’ tampoco es una excepción. El final es divertidísimo, fantástico y merece la pena leer (e imaginarse) la inversión de papeles de uno de los clichés del cine de todos los tiempos. Y no digo más para no reventar uno de los mejores momentos de la historia. Que no el único.
—Ah, claro, porque guardar caballos es un trabajo difícil —asintió el hombre—. Hay que aprender todos los matices, hay que ensayar el estilo descarado pero no demasiado atrevido del experto. La gente no solo quiere que le sujetes el caballo, ¿sabes? Quieren una experiencia de sujetado de caballos. —¿De verdad? —Quieren un encuentro divertido y una cucharada de ironía —siguió el otro—. No es solo cuestión de coger las riendas.
El décimo libro de la saga de Mundodisco es un libro ligeramente más largo que la media de los que me he leído hasta la fecha y que te cuenta una historia ajena a los arcos argumentales presentados hasta el momento. No va de brujas, ni de magos —bueno, estos sí que aparecen—, ni de la Muerte —que siempre acaba apareciendo de una forma u otra—, ni tampoco la guardia nocturna de la ciudad. En esta ocasión la sátira y la visión crítica y mordaz se centrará en el mundo del cine tras su invención por los alquimistas. Su supuesta invención. Y todo la locura que trae con ello. Es un libro que merece la pena leer porque, al menos para mi gusto, y tras pasar una primera parte más bien sosa, va mejorando poco a poco hasta llegar al clímax final. En el camino habrá buenos momentos con los que echarte unas buenas risas. Recomendado.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔