39
Hoy toca cumplir años. Se alcanza la curiosa cifra de 39. A las puertas de ese universo desconocido y temido que son los cuarenta. Recordatorio de que ya la cosa va irreversiblemente cuesta abajo y sin frenos. Tal vez, también, el ecuador de mi propia existencia, que en la Gran Historia del Universo no será más que un bufo de microbio, pero que te da por pensar que tal vez deberías tener ya respuestas a las Grandes Preguntas [1]: ¿Cuál es el Sentido de La Vida? ¿Cuál es el Sentido de Mi Vida? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y todas esas con las que deseamos atormentarnos día sí, día también. Pero para ser absolutamente franco, aún no tengo respuestas; y, a estas alturas, dudo mucho de que ya las consiga. Así que me conformo con creer que estoy en el ecuador y que ahora me queda explorar lo que me deparará la otra mitad. Aunque más que mitad yo creo que será un tercio lo que me resta por respirar. Treinta y nueve años apostando por la vida sedentaria y por el descuido en la dieta, rica siempre ella en gratas saturadas, no pueden ser nunca recompensados con una existencia longeva. Así que a ver qué sorpresas me deparan los próximos veinte, tal vez con suerte treinta, y ya con mucha cuarenta, años. En cualquier caso, espero que sean en compañía de mi mujer, quien de momento está llevando estoicamente la separación que exige tener que «ganarse la vida» para comer. Ya sea en Madrid, en Canarias o en la Patagonia, pero que sea junto con ella. Lo bueno —a veces también lo malo— que tiene el futuro es que nunca está escrito, que cada uno se lo forja. Así que permítanme que no me extienda más —para alivio de todas las partes— que me voy a otear el horizonte, a ver cuál es el camino que resulta más atractivo en el próximo cruce. Hasta la vista, «¡y gracias por el pescado!»
Por cierto, le agradezco muchísimo a mi mujer el detallazo de la tarta, en particular, y de toda la comida, en general. Vaya curro se metió para sorprendernos a todos. Como caía en lunes pasé el fin de semana en Las Palmas y lo celebré con ella y la familia materna la víspera del cumpleaños. La tarta estaba, permítanme ser (aún) más malhablado que de costumbre, de cojones.
[1] De momento sigo quedándome con «42» como respuesta universalmente válida.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Es muy probable que el formato no haya quedado bien y/o que parte del contenido, como imágenes y vídeos, no sea visible. Asimismo los enlaces probablemente funcionen mal.
Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔