cosas que nadie debería perderse en la vida aunque la vida se vaya en ello

Cosmos, 2014

Cuando empecé esta bitácora, a mediados de 2008, tercera o cuarta reencarnación de mi deseo de trascender por la vía del exhibicionismo ciberespacial valiéndome del simplón mecanismo de ventilar las nimiedades que me acontecen o en las que participo, andaba también revisitando la mejor de las series divulgativas rodadas hasta la fecha, la mejor por su carácter y enfoque holístico: Cosmos. Algo de lo que dejé constancia unos meses más tarde —con mi particular forma de decir y escribir las cosas— en su correspondiente entrada [aquí].

'Las uvas de la ira'

Creo no errar si afirmo que me sobran dedos de una mano —y la otra entera— para contar las conversaciones que mantuve con mi tío Andrés, hermano mayor de mi padre, durante mi edad adulta —al menos la que corresponde desde el momento en que uno tiene libertad para votar y la actual—. Tampoco creo caer en el equívoco si digo que esas pocas conversaciones fueron realmente interesantes. Entrañablemente rojete él, en una de esas conversaciones me recomendó ‘Las uvas de la ira’, como ejemplo de aquello en lo que el capitalismo más recalcitrante y el neoliberalismo indolente pueden acabar.

'Dioses menores'

Ya puestos a retomar la colección de Mundodisco [@ Wikipedia], y dado que la lectura del libro anterior consiguió con creces su objetivo, distraerme, decidí dar una nueva oportunidad a la serie pasando a leer la siguiente novela, siempre por orden de publicación original, que se corresponde con la décimo tercera (o doce más uno, como le gusta ordenar las cosas a los supersticiosos), y cuyo título es ‘Dioses menores’.

'La sorprendente verdad sobre qué nos motiva'

Voy acumulando libros leídos y ya va siendo hora de intentar poner esto al día. Tan pronto lo escribo me doy cuenta que no lo haré, pero de alguna forma tendré que motivarme; aunque sea mintiéndome, de forma piadosa, a mí mismo. Construcción semántica esta última que da lugar a pensar que tengo que buscar una forma externa, un incentivo, para hacer algo que, de motu proprio no me apetecería hacer.

'El oficinista'

Alguna vez he contado que tiendo a ser inmune a las autopromociones grandilocuentes que aparecen en las portadas de los libros rezándose como ganadores de algún premio. Lo mío es sentirme atraído por el título o, cuando menos, por la portada y el resumen ejecutivo que suele haber en la contraportada. De seguir estos principios nunca me hubiese lanzado a comprar ‘El oficinista’ por voluntad propia. De hecho no lo hice pese a que lo tuve alguna vez entre mis manos al poco de publicarse.

'Un mundo feliz'

Después de probar con un PDF [‘La sanguijuela de mi niña’] quise ponerle el ojo encima a uno de esos tan afamados ePub [@ Wikipedia]. Hasta la fecha no tenía ni idea de la existencia de tantos formatos diferentes destinados al mundo de los lectores electrónicos de libros, pero parece que el ePub es el que está ganando la batalla. Ha sido el elegido por Apple para su librería virtual y es el que usa su aplicación iBooks [@ iTunes].

'Microcosmos'

Creo que desde siempre me han fascinado los documentales de bichos. Desde que tengo memoria me han maravillado los insectos —y la fauna en su conjunto— pero como soy bastante tiquismiquis igualmente desde que tengo recuerdos he preferido mantenerlos a cierta distancia. Puede que ese deseo de distanciamiento sea la causa de que nunca me lance a la macrofotografía de insectos. Mis padres me regalaron de pequeño una enciclopedia de seis tomos dedicados a los animales y me pasaba horas mirando las imágenes que acompañaban los distintos artículos.

'Inception'

Ojo si no has visto la película. No cuento nada del argumento, pero durante mis divagaciones psico-filosóficas puedo darte algún dato, alguna información u opinión que podría predisponerte a cómo verías la película y, por ende, fastidiarte lo que podría ser una de las mejores experiencias psicocognitivas que se te ofrecerán en este pésimo año 2010. Así no me extraña que Sulaco [Distorsiones] la haya visto como diez veces ya. Se presta a eso, desde luego.

'Toy Story 3'

Cuando tenía 13 o 14 años, se produjo un cambio importante en las percepciones de algunos de los amigos de la pandilla. Y, por consiguiente, en sus conductas. Mis dos mejores amigos de infancia, Paquito y Jose Carlos Peña (o pepepeña, como lo llamaba mi padre), cambiaron repentinamente su forma de concebir la realidad. Con 13 años ya debías «comportarte como un adulto». ¿Y cómo se comporta un adulto?, preguntaba yo.

El Centro Espacial Kennedy - Orlando

Desde niño siempre he sentido fascinación por el espacio. No. Debería corregir la preposición y el tiempo verbal y decir «de niño sentí» fascinación por el espacio. Era la fascinación derivada de la visión y propuesta hollywoodense. O sea, naves espaciales, pequeñas, grandes y de dimensiones planetarias, batallas entre naves incorrecta y excesivamente sonoras a velocidades de vértigo, clases de esgrima fundamentadas en una física extraña, héroes enfrentados a monstruos y monstruos interdimensionales imposiblemente hambrientos, robots con muy mala leche y más listos que el hambre y que muchos humanos, robots más tontos e inútiles que una piedra, inteligencias artificiales con una nave como cuerpo, extraterrestres milimétricamente idénticos a los terrícolas o con parecidos carnalmente sospechosos, agujeros negros que conducían a universos infernales, y, en definitiva, fenómenos cósmicos inciertos que argumentaban y justificaban dos horas de cinefilia abnegada.