A finales de agosto de 2019 descubrí que había un movimiento importante en torno al «retro». Me sorprendió descubrir que todo lo relacionado con las consolas y ordenadores que me acompañaron en mi niñez, pubertad y adolescencia seguía tan activo y, si cabe la expresión, tan «explosivamente especulativo» varias décadas después. Que a ver, que entiendo que haya interés, pero hay un mercado de compra-venta en el que piden barbaridades por juegos en cinta de casete de hace treinta años y que uno no sabe siquiera si funcionarán.
He dedicado la mayor parte del día de hoy a bucear por Wayback Machine buscando la forma de recuperar cuanto pudiera de aquellos años. Bastante infructuoso. Hay referencias en el archivo del blog encefalogramaplano, pero casi ninguno lleva a un contenido salvado. Los pocos que aún he podido visitar, mayoritariamente eran fotografías que ya no existen. Todo anterior al uso masivo de Flickr. En el caso del blog personal no queda siquiera el archivo y he ido rescatando lo que aparecía en la página principal de cada fotografía que aparece en el historial de crawling.
Este no es el primer blog o bitácora que he mantenido. De hecho ha habido muchos intentos en el pasado. Por lo general los mantenía un tiempo y, abruptamente, les daba de baja y cambiaba a otro lugar. El último sigue activo: Píldoras para la egolatría. Aunque hace años que ya no publico nada en él. Como con los otros, me aburrí y creía que, no teniendo gran cosa que contar, era momento de dejarlo.
Llevo muchísimo tiempo queriendo hacer un proyecto propio. No me faltan ideas. Aunque confieso que la mayoría se presentan como formas de hacer distintas a como se decide hacer en el trabajo. Y con las que muchas veces no estoy de acuerdo, también reconozco. Motivo por el que buena parte de esas ideas pasa por hacer lo mismo, pero de forma diferente o con prácticas distintas.
Cada vez que me pica una idea, y aparece la intención, acabo perdiéndome en un sinfín de dudas de si «será mejor hacerlo con éste o mejor usar éste otro».
No me disgusta el tema Coder, aunque no encontraba la forma de poner que en la página principal aparecieran las últimas entradas del blog. Vamos, que estaba buscando algo más «blog centrinc». Por el momento.
Dentro de la inmensa lista de temas que parece haber disponibles para Hugo, he optado por probar Mainroad. A priori busco un tema oscuro en lugar de uno claro, como ha quedado ahora. Pero su configuración me ha parecido bastante fácil/directa y responde rapidísimo.
Creo que fue el día de mi 44 cumpleaños. O tal vez en el que cumplí 45. No recuerdo exactamente cuál. Pero sí recuerdo que fue un día muy raro. Ese día me invadió una enorme sensación de insatisfacción personal. Con el velo confuso de los recuerdos cuando se mira en retrospectiva, me arriesgaría a pensar que aquello era un sentimiento de tristeza. Aunque tampoco estoy seguro. Mejor, por sus connotaciones, decir que no era tristeza, que sí fue, simple y llanamente, insatisfacción; una grandísima y profunda insatisfacción.
Llevaba tiempo dándole vueltas. Mucho tiempo. Ganas no me faltan. Desidia infinita. No sé en qué acabará esto. De momento, aquí va este primer post que llevaba en draft infinitamente. Hugo ha sido la herramienta elegida. Coder el tema a utilizar. GitHub donde se alojará.
Estoy un poco harto de mensajes y propuestas en las que se me ofrece un método, técnica o mecanismo para resolverlo todo. Desde problemas de salud hasta problemas de amor. Pero, he aquí, que yo soy incrédulo por naturaleza y que, si quieres que me crea algo, tiene que venir etiquetado con el beneplácito del Método Científico. Así que, para aquellos que repiten y reiteran aquello de “a mí me funcionó”, les propongo jugar al principio irrenunciable de la repetibilidad del Método.
A finales de marzo del año pasado compraba una Surface Pro 2 con 256 GB de SSD, 8 GB de RAM y un procesador i5. Fue el resultado de un proceso largo y difícil. Primero porque no me decidía a comprarme un capricho tan caro que igual no estaba a la altura de lo buscado. Y luego porque lo buscado no estaba en ninguna tienda. Varios meses esperando hasta que al final lo conseguí.
Cuando empecé esta bitácora, a mediados de 2008, tercera o cuarta reencarnación de mi deseo de trascender por la vía del exhibicionismo ciberespacial valiéndome del simplón mecanismo de ventilar las nimiedades que me acontecen o en las que participo, andaba también revisitando la mejor de las series divulgativas rodadas hasta la fecha, la mejor por su carácter y enfoque holístico: Cosmos. Algo de lo que dejé constancia unos meses más tarde —con mi particular forma de decir y escribir las cosas— en su correspondiente entrada [aquí].