Lo que no he visto en todo el invierno sucede la primera noche de la recién estrenada primavera. Cenamos con fuertes vientos y lluvia constante. Desayunamos con aguanieve. No cuajó, por supuesto. Que la nieve cuajase a estas alturas hubiese sido una bufonada sin gracia. Vaya frío se mete para recibir a la primavera. En fin, este tiempo está loco.
Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría
Este fin de semana ha tocado quedarme en Madrid. Suelo llegar roto al fin de semana, por lo que es raro que salga por ahí si no me llaman. Y no me llaman casi nunca. Aunque este fin de semana sí que fui a darme una vuelta por el centro, que hacía tiempo que no visitaba. Es curioso cómo no me molesta ir tropezando con la gente cuando es en plan visita (cuando vivía en la calle Mayor sí que me fastidiaba ir tropezando y rebotando entre la muchedumbre).
La compré porque estaba a 8 € en BluRay. Y porque no consigo vencer ese deseo consumista que me consume, valga la redundancia. Eso fue a principios de enero. La vi este fin de semana pasado aprovechando que estaba en Las Palmas y en casa se disfruta mejor (tele de 55" y home cinema chachi molón). En realidad no tenía ni idea de qué iba y la puse porque… Simplemente fue la primera que pillé.
Ay, qué gratos recuerdos los de no hace tanto. Aunque la verdad que parece que hiciera ya un siglo. Aún empezábamos la segunda década del que se imaginaba prodigioso siglo XXI. Ninguno de los que crecimos leyendo Ciencia Ficción, de la generación que vivió la normalización de la televisión en las sobremesas y las cenas, dudaba ni un instante que allá por el año 2012 cada uno tendría un cohete aparcado en la ventana y que tendríamos dispositivos bajo la piel que nos comunicaría con cualquier persona en cualquier sitio sin requerir de andar girando una rueda con números.
Acabo de terminar de ver la tercera parte de Transformers, recién alquilada de la PlayStation Network. Las tres películas tienen al menos tres cosas en común. Son aburridas; la tercera tanto o más que las anteriores. Las chicas que le ponen como novias al protagonista están demasiado buenas como para creerse uno que lo elegirían deliberadamente como pareja sexual, por mucha belleza interior que tenga el chaval; aunque reconozco que no les llego a ver el punto sensual (y los labios de la última dan grima).
A los de Manning les chiflan los trajes regionales, y los hay muy curiosos; y a los de O’Reilly les van los animalitos, y los hay muy curiosos, aunque parece que se les está yendo un poco la mano, o se están quedando sin bichos algo «más estéticos». Casi… De casi, nada. Da repelús enfrentarse a un libro con dos arañas tan grandes en su portada. Suerte que no profeso mucho afecto a los productos de Oracle.
… al menos en el ordenador del trabajo. Y es que ayer me llegó un mensaje de una tal joanna paredes con el siguiente texto: «te envio Factura, Finiquito, Certificado de Origen». Escueto e impreciso, dado que es una cuenta de hotmail, el correo no lleva ningún dato de empresa ni nada por el estilo y tampoco es respuesta a un correo que yo le enviase previamente. Eso sí, adjunta tres archivos JPG donde se puede leer información relativa a un vehículo de la marca Volkswagen, modelo FOX TRENDLINE 1.
No he visto aún la película, aunque supongo que será bastante floja (o mala, directamente). La primera sí me gustó. Es que soy raro. sin embargo Hans Zimmer es casi un valor seguro, pese a que se repite más que el ajo. De todas formas estaba a 6 €, como para decir que no, y la primera —la banda sonora, claro— me encanta. Ésta también merece la pena, aunque es mayormente una repetición exhaustiva de la primera, con variaciones, algunas al estilo mariachi, que sin aportar nada nuevo, hacen pasar el rato.
No se pueden imaginar lo que me he podido reír en el avión cuando volaba de vuelta a Madrid, compré El País, y tropecé con la viñeta de Forges entre turbulencia y turbulencia. El espectáculo hubiese podido empeorar si la carcajada me pilla en mitad de un trago de capuchino —que por cierto cada vez preparan, o sabe, peor—. Lo triste es que la realidad no es para andar carcajeándose.
Con la Ley Sinde tocando a la puerta y la gran caída de Megaupload, que ha sumido a la mitad (rica) de la población mundial en el dolor y la desesperación, voy yo, inocente de mí, y hoy descubro que está para descargar la cuarta temporada de una serie imprescindible: Torchwood.
Piratear o no piratear, esa es la cuestión.
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