'Brujas de viaje'

Leí no hace tanto una frase que venía a decir, más o menos [1], «el mayor delito que se puede hacer contra un libro no es dejarlo arder en una hoguera, sino dejar de leerlo». Pese a la presunción de inocencia que a todos se nos debe, y hasta que se demuestre lo contrario, mis estanterías están llenas de «crímenes en potencia». Aunque —para los creyentes en metafísica y astrología les encantará sufrir un caso de profecía autocumplida— soy tauro y especialmente testarudo, así que sigo manteniendo mi promesa de leer todos los que pueda (antes de espicharla, se sobreentiende).

image without alternative text Imbuido de este espíritu de competición y determinación, decidí que era tiempo de darle otra oportunidad a la saga Mundodisco [@ Wikipedia], que durante meses fui recibiendo en mi casa y pacientemente adorna las estanterías de mi biblioteca —aunque mi mujer ha sugerido en varias ocasiones que va siendo hora de concederles la libertad y regalarlos—, y me lancé a leer el siguiente de la lista, según fecha de publicación original, y que se corresponde, una vez más, con las andaduras de las dos viejas, peculiares como todos los personajes de Terry Pratchett y este universo díscolo y disparatado, plano para más indicaciones, que se sustenta sobre cuatro inmensos elefantes y que viajan por el espacio sideral a lomos de una tortuga inmensa, que de profesión eligieron la brujería y cuyos diálogos, muchas veces, parecen perfectos, de surrealistas, para películas de los hermanos Marx.

Después de un buen tiempo sin leer ninguna, parece que el sentimiento de monotonía y de andar leyendo siempre los mismos chistes casi desaparece y que, por consiguiente, la lectura de esta novela, ‘Brujas de viaje’, se torna bastante más fresca y, sí lo confieso, divertida que la experimentada con las últimas novelas, que empezaban a resultar cansinas y repetitivas. Aunque casi siempre igualmente recomendables.

    —De defensa personal.     —¡Pero si es una bruja! —señaló Tía Brevis.     —Eso mismo le dije yo —gruño Yaya Ceravieja, que había caminado de noche sin temor por los bosques plagados de bandidos toda su vida, con la seguridad absoluta de que la oscuridad no podía albergar nada más terrible que ella misma—. Y me respondió que no se trataba de eso. Que no se trataba de eso. ¡Imaginaos!

En esta ocasión, las dos viejas brujas, Tata Ogg —a la que siempre imagino con el aspecto y talante de mi suegra, pero de buen rollo— y Esmeralda —Yaya— Ceravieja, y la más joven Magrat Ajostiernos (vaya nombrecitos), heredera inesperada de una varita de hada madrina, dejarán la tranquilidad de sus hogares —y durante un tiempo a los bandidos de los bosques y resto de realmente-entusiasmados-con-la-idea habitantes de la zona— para emprender un largo viaje que les llevará más allá, a un reino muy, muy lejano para poner en orden, con esa forma particular que tienen las brujas de poner en orden, las cosas. Zombis y vudú incluidos.

Como con todos los libros de Terry Pratchett, la prosa es simple y efectiva. El fin es entretener y, en este caso, lo cumple. La historia, más si dejas tiempo para descansar entre un libro y otro, resulta fresca porque, como en todos los casos, se dedica a darle la vuelta a todo. Si la sabiduría popular cree que las hadas madrinas son todas buenas y que las brujas son malas, aquí se les da la vuelta, retorciendo un poco la idea. Aunque, para ser exactos, todos los personajes, buenos por entrañables y malos por tocanarices, se mueven siempre en gamas de grises, lo que da lugar a multitud de situaciones divertidas.

En conclusión, un texto entretenido, que cumple con el cometido de hacer pasar un buen rato, pero que no deja de ser «más de lo mismo». Recomendable si eres un fanático de Pratchett y de Mundodisco, pero que perfectamente se puede quedar en la biblioteca un tiempo indefinido si tienes otros libros más interesantes que leer.


[1] Más o menos porque no logro localizar dónde lo leí ni tampoco consigo encontrar a quién atribuirla. Menos aún recuerdo las palabras exactas. Si alguien sabe cuál es exactamente la frase y a quién pertenece, por favor, que lo deje en comentarios.

Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría

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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔