Un sueño raro de cojones

Anoche estaba medio borracho y preferí dejar a medias la entrada programada para hoy, con la esperanza de no levantarme resacado y poder terminarla antes de salir para el trabajo. Sin embargo he pasado mala noche y he tenido que hacer filigranas para llegar a tiempo a mi puesto de trabajo.

No, no tengo resaca -aunque sí un poco de acidez de estómago- pero media botella de vino seguida de una botella entera de sidra me han tenido sumido en un sueño intranquilo toda la noche. Soñaba que era el único que se preocupaba por una especie de lagartija a la que la prima segunda y su madre, prima hermana de mi mujer, habían alimentado durante días sólo con lechuga. Como resultado el pobre bicho estaba inconsciente y le costaba respirar. La prima segunda lloraba por su lagartija. El animal tenía cerrados los ojos y se notaba que a cada instante que pasaba se le iba la vida. Era un sueño horrible, porque parecía que, en presencia del animal, todos estábamos ansiosos por ayudar y conseguir que se recuperase. Pero tan pronto cogíamos el coche o salíamos corriendo para buscar ayuda, el resto se olvidaba y se dedicaba a comprar cosas que no necesitaban. Y yo les decía, “que se muere el animal” y entraban en razón solo por un momento, pero al segundo seguían pensando en ir a divertirse comprando. En alguna ocasión les duraba un poco más, hasta tropezar con el siguiente escaparate, que parecía hipnotizarlos.

Angustiado por el reptil, y tirando del resto que olvidaban la gravedad del asunto, vi aparecer en mi sueño gente de la que ya ni me acordaba. Acabé tocando en casa de un amigo de la infancia del barrio de Pedro Hidalgo, esperando que nos dejase llamar a un veterinario de urgencia. El amigo tenía el mismo pelo largo que llevaba cuando quedábamos en su casa para jugar al Spectrum, pero fumaba como un carretero y tenía el estómago de cervecero, desaliñado y sudoroso con una camisilla blanca de cocinero. La misma cara pero con arrugas de un anciano. Como esas que ponen para exagerar en las películas. Su madre era un espectro vestida de negro luto sentada en un rincón oscuro. Luto que no era por su marido y padre del amigo, que seguía acumulando cachivaches que nunca arreglaría mientras intentaba componer algo de música en un viejo Atari ST.

No me supieron responder en urgencias y seguía angustiado. Aunque no la tenía cerca, visualizaba a la lagartija mentalmente todo el tiempo. Como si mi conciencia estuviese unida al animal todo el tiempo. Notando cómo a cada minuto que pasaba el corazón del animalito se iba deteniendo y sus fuerzas iban desapareciendo completamente. Y entonces se me ocurrió que lo que le pasaba era que no había comido proteínas en muchos días y que lo que necesitaba era algún tipo de pienso especial rico en insectos, de esos que dan a tortugas e iguanas. Antes de alcanzaar una tienda de animales y tener el producto en mis manos ya me imaginaba machacando el alimento y dándoselo como papilla a través de una jeringuilla, con la esperanza de que abriese los ojos.

Pero estábamos muy lejos de una tienda de animales y no teníamos coche. Apareció mi tío y su furgoneta para recogernos, y en cuanto todos subimos, lo único que deseaba hacer el resto era irse de compras a un centro comercial. Y yo les preguntaba si no tenían conocimiento de por qué estábamos allí. Ni caso me hacían, así que salté de la furgoneta en marcha y me eché a correr Pedro Hidalgo abajo. Llegué a un punto de encrucijada en el que tuve que detenerme en seco. Si daba el rodeo que deseaba dar, el lagarto moriría. No llegaría a tiempo y yo me sentiría fatal. En el sueño la lagartija era como un yo mismo en apuros, tal vez. Sin embargo, si cruzaba la calle de abajo, pasaría por delante de la casa de una exnovia que tuve por allí. De la misma forma en que sabía que el se estaba muriendo, era consciente que si pasaba por delante de aquella puerta la madre de mi exnovia, acumulando un odio podrido por años, saldría y me perseguiría para hacerme daño con un cuchillo, pero tal vez podría salvar a la lagartija. Aún a pesar de que yo sufriría algún tipo de daño irreversible. Tal vez, incluso, podría morir. ¿Qué hacer? No me atrevía a dar un paso en ninguna dirección porque ese paso sería el que decidiría el futuro de ambos y el desenlace del sueño o pesadilla.

Ahí, en ese preciso momento, sintiendo el latido de los dos y viendo abrirse las alternativas de futuro delante de mí, en lo alto de una bifurcación, me desperté. Me desperté agotado de pasar la noche angustiado por una puta lagartija a la que veía sacar la lengua en sus últimos momentos de agonía.

¿Y ahora, quién le pone interpretación a este sueño?

Una forma diferente de comenzar la semana, en un lunes en el que se prevé un día bastante soleado que disfrutaré desde la ventana de la oficina.

Esta entrada ha sido importada desde mi anterior blog: Píldoras para la egolatría

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Por último pedir diculpas por el contenido. Es de muy mala calidad y la mayoría de las entradas recuperadas no merecían serlo. Pero aquí está esta entrada como ejemplo de que no me resulta fácil deshacerme de lo que había escrito. De verdad que lo siento muchísimo si has llegado aquí de forma accidental y te has parado a leerlo. 😔